De uniformes militares a trajes sastre: Hugo Chávez y Daniel Ortega
En comunicación la imagen de un candidato dice mucho. Los militares han cambiado los uniformes por trajes con el objetivo de reflejar mayor civilidad. Estos son los casos de Venezuela y Nicaragua.
En política todo cuenta, puede sumar o restar puntos, desde los excéntricos peinados que portan los líderes de la derecha hasta retomar los elementos indígenas como lo hicieron Rafael Correa, Evo Morales o Muamar Gaddafi. Crear una marca se ha vuelto un tema de importancia para todos los políticos en el orbe y esto implica el saber vestir dependiendo que se busca comunicar.
El uso de trajes a la medida y muy elegantes durante mucho tiempo fue visto como una insignia de los políticos tradicionales. Recordamos el porte del primer ministro Winston Churchill con sombreros de copa y trajes de rayas. También en el Reino Unido Margaret Thatcher se convirtió en un ícono con su peinado de crepé y el collar de perlas. Algunos otros han optado por dejar la elegancia y vestir de una forma menos formal, ya que buscan conectar con la mayoría de la población, por ejemplo, Andrés Manuel López Obrador en México, quien porta guayaberas o trajes que le quedan grandes.
Los militares desde el siglo XX se han sumado al diseño de imagen, incluso las dictaduras más sangrientas en el mundo establecieron un estilo propio. En China Mao Tse Tung puso de moda las camisas cuello Mao y las gorras con estrellas rojas, la familia Marcos en Filipinas portaba camisas, blusas y bolsos caros, sinónimo de la opulencia, y en Chile Augusto Pinochet se volvió célebre por portar lentes estilo aviador y los trajes muy elegantes.
La ropa comunica, si se es un demócrata o un autoritario, si se busca dar una imagen de austeridad o excesos. Sin embargo, en América Latina hay dos casos importantes de estudio. Militares que llegaron por la vía de las urnas, pero se enquistaron en el poder. Me refiero a Hugo Chávez en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua. El primero fue un teniente coronel que siempre aparecía vestido con uniforme militar, mientras que el segundo, dejó el estilo de guerrillero para suavizar su imagen.
¿Por qué cambiaron su estilo?
El cambio en las vestimentas que portaban Hugo Chávez y Daniel Ortega tiene que ver con uno de los fantasmas más antiguos de América Latina: el militarismo. Este concepto se entiende como la preponderancia de las fuerzas armadas sobre los perfiles civiles, incluso al hablar de militares varios países aún tienen secuelas por los golpes de estado y dictaduras.
No solo es rememorar a Augusto Pinochet, Rafael Videla, Castelo Branco, Hugo Banzer o Gustavo Rojas Pinilla, por mencionar algunos. En Venezuela el presidente de facto Marcos Pérez Jiménez, mientras que Nicaragua vivió casi todo el siglo XX bajo la dinastía Somoza. Los militares marcaron la historia del siglo pasado debido a la brutalidad de la represión su imagen está ligada al uso de la fuerza, violación de las libertades, desapariciones y derramamiento de sangre.
Por otro lado, también hay militares o guerrilleros que son principalmente admirados por la izquierda e incluso buscan imitar su estilo de vestir. Son los casos de Fidel Castro, Ernesto Guevara o Camilo Cienfuegos, quienes fueron caudillos de la Revolución Cubana de 1959 y hasta la fecha son admirados por la izquierda latinoamericana. Sin embargo, portar el uniforme militar no siempre es posible, ya que hasta Fidel Castro después de haber gobernado la isla de Cuba durante más de cuarenta años también se vio forzado a utilizar traje sastre.
Como podemos ver, la ideología juega un papel importante para quienes admiran a ciertos militares, pero también para quienes son sus detractores. Esta explicación es necesaria porque es a partir de esta conceptualización y el imaginario social Chávez y Ortega cambiaron sus formas de vestir.
Hugo Chávez: populismo militar
En Venezuela para muchas personas el asalto al Palacio de Miraflores en 1992 y la rebelión armada fue un hecho que hirió a la democracia de forma brutal después de 40 años de haber vivido en libertad. Las imágenes y entrevistas a un Hugo Chávez vestido de militar despertaron miedo en sectores sociales, sin embargo, en los estratos más bajos les representó una esperanza. La aparición de un outsider que buscaba radicalizar la democracia, atender a los más pobres, un militar que traía la bandera de cambiar al establishment y que encarnaba a Simón Bolívar. Quizá esta es una de las principales razones por las que Chávez se sintió orgulloso de su formación y buscó encabezar una revolución como su héroe «el libertador de América».
En 1999 cuando ganó las elecciones, Chávez hizo una campaña que se caracterizó por suavizar su imagen y discurso, ya no hablaba de enemigos como en la visión schmittiana de la política y tampoco estaba vestido de militar. Empero, tras su ascenso al poder, mostró un rostro autoritario y poco tolerante a la pluralidad democrática. Los trajes sastre en algunas ocasiones fueron cambiados por el uniforme verde olivo, sinónimo de que enfrentaría a la oposición en las calles.
Cuando se dieron las protestas en 2007 en contra del referéndum que pretendía establecer la reelección indefinida y extender sus poderes, el chavismo sufrió una derrota a manos de la sociedad civil y la oposición, que fue catalogada por el presidente como una “victoria de mierda”. En ese discurso televisado, Chávez portaba el uniforme militar. No solo su tono agresivo y molesto impresionó al país, sino su vestimenta, puesto que al aparecer con un traje de las fuerzas armadas significaba que redoblaría la estrategia para aplastar a quienes se opusieron a su política.
Sin embargo, a mediados del 2012 Hugo Chávez sería diagnosticado con cáncer lo cual no redujo su nivel de agresividad, pero lo llevó a hacer un cambio de vestimenta. Durante los últimos meses de vida de Chávez aparecía vestido con trajes sastres, pero ya no era el militar que había arribado al poder. Sin cabello debido a las quimioterapias y más robusto debido a la hinchazón. Chávez falleció el 5 de marzo de 2013.
Daniel Ortega: de guerrillero a civil
Daniel Ortega es uno de los presidentes más controvertidos del siglo XXI, participó en una revolución que derrocó a la dictadura de Anastasio Somoza para construir un país libre y democrático. En 1979 la dictadura llegaba a su fin y el Frente Sandinista de Liberación Nacional entraba triunfante a Managua para encabeza el gobierno de Reconstrucción Nacional encabezado por Daniel Ortega. En ese entonces era conocido por ser un guerrillero que portaba grandes lentes de pasta y uniforme militar, símbolo de la lucha que había librado el país.
Tras el periodo de reconstrucción (1981-1985) Ortega gozaba de gran popularidad ya que el país comenzaba a vivir la democracia. Para 1985 compitió en las elecciones generales y ganó la presidencia, en ese entonces el presidente portaba aún el uniforme militar, haciendo uso del respaldo revolucionario con el cual había ganado y liberado al país. La incipiente democracia nicaragüense comenzó a dar pasos pequeños rumbo al nuevo siglo.
Sin embargo, para la renovación presidencial de 1990 perdió ante Violeta Barrios de Chamorro, Ortega reconoció los resultados y dejó el poder. Sin embargo, ahora en la oposición el dirigente sandinista se convirtió en líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional y desde ahí construyó una nueva imagen, empero, no lo hizo solo. El trabajo para suavizar su imagen fue obra de su esposa Rosario Murillo, quien le sugirió dejar a un lado los uniformes militares y cambiarlos por guayaberas, trajes o chamarras que dieran una imagen menos militarista y más civil.
Pasaron cerca de 16 años para que Ortega volviera a competir por la presidencia y cuando lo hizo en las elecciones generales de 2007 el recuerdo del militar había quedado en el siglo pasado. Nicaragua ahora veía a un expresidente que buscaba la reelección, pero ya no era el reflejo del militar sino el de un civil que traía un proyecto democrático que prometía atender a los más pobres, luchar contra la desigualdad y consolidar la independencia económica.
Desde 2007 hasta hoy en día Ortega se ha quedado en el poder, sin dar paso a la alternancia y los métodos de control se han afianzado a través de la represión, el aislamiento del país y el encarcelamiento de la oposición. Nicaragua vive bajo un régimen autoritario que cada vez se asimila más a la era de Somoza. Mientras, la primera dama Rosario Murillo ve crecer su poder como presidenta del Poder Judicial, directora de la Oficina de Propaganda y vicepresidenta de la República.
El país centroamericano es uno de esos casos, en los cuales el líder cambió su estilo de vestir para brindar una imagen más conciliadora y de paz. Sin embargo, la brutalidad de su ejercicio en el poder se ha incrementado al punto de que ningún cambio de imagen puede mejorar la opinión del mundo sobre él. Nicaragua vive bajo el yugo de quien el siglo pasado fue su libertador y en 2024 se ha convertido en su captor.
Firma invitada - Sebastián Godínez Rivera es politólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México. Trabaja como analista en un Think Tank y es columnista en Latinoamérica 21.
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