El tigre viejo, el libertario cambiado y un balotaje incierto
Sergio Massa y Javier Milei se disputan el 19 de noviembre la presidencia de Argentina. Un balotaje incierto entre lo previsible y lo imprevisible.
Argentina define en las urnas el 19 de noviembre la persona que asumirá como presidente de la Nación. En el cuarenta aniversario de la democracia argentina asistimos a un balotaje entre lo previsible y lo imprevisible, entre lo viejo y lo nuevo. Las urnas, diría Raúl Alfonsín, no obran milagros, por lo que la política es el terreno para disputar qué proyecto de país se acaba imponiendo.
¿Contra todo pronóstico?
Las elecciones presidenciales argentinas celebradas el tercer domingo de octubre dieron el primer lugar al peronista Sergio Massa, quien sacó una diferencia de casi siete puntos al segundo candidato más votado, Javier Milei. Los resultados de esta primera vuelta, pese a no definir la elección del próximo presidente de la Argentina, fueron catalogados a nivel general como sorpresivos al haber dominado en las semanas precedentes una tendencia que ponía como vencedor al candidato libertario. En un artículo anterior, previo a los comicios del 22 de octubre, analizamos una serie de factores que estaban interviniendo en la candidatura de Sergio Massa y el peronismo que podían suponer un avance tras el mal resultado de las PASO. Se había alcanzado un punto de saturación que al focalizar en un único fenómeno, el ascenso mileista, no dejaba visualizar con claridad otros elementos que había que considerar.
Entonces, respecto a la primera vuelta, creemos que tres factores explican en parte el buen desempeño de Massa. El primer punto es el movimiento que lo acompaña y es que el imperecedero peronismo, dada la vocación de poder que lo caracteriza, es capaz de unificar y disciplinar estructuras y votos. Así, para estos comicios se conformó lo que hemos denominado como «establishment de base popular» que suma al apoyo plebeyo, otro de los caracteres peronistas, y el procedente de algunas élites político-económico-mediáticas, incluidas internacionales. Ambos caracteres peronistas permiten enmarcar el rol del kirchnerismo, el cual aparece como un actor clave en el entramado Unión por la Patria (UxP). Una muestra clara de ello es el empuje que supuso la victoria de Axel Kicillof en la Provincia de Buenos Aires, que se consolida como contrapeso interno para tratar de hacer girar en un sentido progresista el potencial gobierno de Massa y la enésima mutación del peronismo. El peronismo ha muerto, viva el peronismo.
Seguidamente, la campaña del actual ministro de Economía fue otro de los factores a considerar. Aun con el respaldo del kirchnerismo, éste optó por salirse de la «grieta», eje ordenante de la política argentina en los últimos lustros, y orientarse hacia el consensualismo en un país de conflicto presente, mediante la propuesta de la unidad nacional. Como señalaba María Esperanza Casullo, todo ello era parte de un plan. Este plan fue elaborado con determinación, condición que le permitió ser el más votado.
La mencionada determinación nos permite conectar con el tercer factor, la carrera política de Sergio Massa. En un momento de fuerte discusión del conjunto de las élites políticas, que no antipolítico ya que Milei pone rabia politizadora a la desafección post-pandémica, Massa mostró la fortaleza de la casta. Éste creció políticamente en la intendencia de Tigre, se curtió con el liderazgo de su propia coalición, Unidos por una Nueva Alternativa, y retornó al justicialismo para ser la tercera pata del Frente de Todos. En julio de 2022 le llegaría la oportunidad de ser ministro de Economía con la tarea de hacer frente una situación de convulsión y un año después se convirtió repentinamente en candidato en medio del largo conflicto entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Un político experto en sortear obstáculos. En definitiva, Massa ha manifestado ser tigre viejo.
Entre tanto, también hay que abordar los deméritos de sus rivales. La campaña de Milei para la primera vuelta agarró la motosierra, optando por el continuismo con las PASO y no por atraer nuevos electorados. El resultado de esto es que con respecto a agosto obtuvo una cifra de votantes levemente más alta, pero sin ser demasiado significativa. Por parte de Patricia Bullrich, la tercera posición que consiguió esta candidata no impactó tanto, no sorprendió. Después de estas, tenía que cambiar ese discurso antikirchnerista típico de Juntos por el Cambio (JxC) para confrontar mayormente con su oponente de La Libertad Avanza. Sin embargo, pecó de conformismo y se mantuvo en la coyuntura de la grieta, lo que se acabó traduciendo en un mal desempeño electoral. JxC le dejó un panorama óptimo a Milei para que fuese el candidato de la derecha de cara al balotaje.
Las cosas del balotaje
Hace seis meses Cristina pronosticaba que las elección del 2023 iba a ser de tercios. Las PASO le dieron la razón y la primera vuelta en cierta medida también. Ahora en el balotaje Massa y Milei se disputan sobre todo ese tercio que quedó más rezagado. Por ello, esta campaña no va de avanzar, sino de sumar los votos de Bullrich y en menor medida, aunque sin ser desdeñables, los de los otros dos candidatos que no se clasificaron a la segunda vuelta, el cordobés Juan Schiaretti y la trotskista Myriam Bregman. De nuevo, la cuestión de activar y desactivar electorados. Este juego de la política se acentúa en los balotajes con tan solo dos actores en liza y donde principalmente se busca construir a la contra del adversario.
De cara a esta segunda vuelta, se percibe que hay una búsqueda en ambos candidatos por estimular el miedo como principal sentimiento, aunque de forma muy distinta. Desde UxP apuestan por la baza de la amenaza autoritaria representada por Milei. En una coyuntura marcada por la celebración de los cuarenta años de democracia, resuena en la campaña de Massa el «Nunca más» y las ideas de memoria, verdad y justicia. El estilo recuerda a lo ocurrido en las últimas elecciones presidenciales brasileñas entre Lula y Bolsonaro en la que se dio una trasposición del eje antipetismo-petismo, que venía siendo de base sólida pero perdedora, al antibolsonarismo-bolsonarismo. Miedo que también se plasma en la incertidumbre y la imprevisibilidad asociada con Milei. En tanto, Massa toma la idea del gobierno previsible y el peronismo se posiciona como un actor experimentado del sistema político argentino que está buscando constantemente nuevas ideas que sintonicen con su proyecto de país.
El candidato libertario ante esto pretende igualmente imponer, o mejor dicho reciclar, un marco del miedo distinto. Tras su alianza con el PRO de Mauricio Macri, asistimos a un Milei cambiado que habla de los peligros de seguir con un gobierno de corte peronista. En esta segunda vuelta cuestiones como la dolarización pierden primacía y busca aplicar un framing típico de JxC que asocia el kirchnerismo con la inseguridad, la pobreza, la corrupción, o las “paguitas”, que sería un punto más típico de su retórica. Entonces, frente a la amenaza de que sigan los mismos, Milei trata de representar el cambio.
Solo activando al miedo se puede hacer una campaña demasiado larga, sino recordar lo que Macri le dijo a Scioli que si la campaña electoral de 2015 hubiese durado dos semanas más, perdía la elección. De este modo, en UxP se pretende buscar el voto de la zona centro del país, principalmente el de Córdoba, Mendoza y Santa Fe. Una parte de la Argentina que no ha sido típicamente peronista pero que si Massa quiere ganar, tiene que activar voto nuevo. En su discurso la idea de un gobierno de unidad nacional capaz de superar la grieta se entronca con la noción de un nuevo federalismo. En las elecciones del 22 de octubre la Provincia de Buenos Aires fue crucial para comprender la primera posición de Massa, pero para el balotaje no alcanza.
Por el otro lado, Milei debe llevar a cabo una resolución virtuosa capaz de absorber el macrismo y mantener el voto anti-casta, que logró en las PASO y que retuvo en la primera vuelta. El ya mencionado acuerdo Bullrich y Macri le proporciona al libertario cuadros, organización y estructura. A tal efecto, éste aparece como el principal verdugo de la división interna en Juntos por el Cambio, puesto que ni el radicalismo ni la facción moderada del PRO, representada por Horacio Rodríguez Larreta, aceptaron dar su respaldo a dicho contendiente. Sin embargo, hay una contraparte y es que el libertario pierde credibilidad ante su electorado primigenio. Su candidatura se ha construido a partir de la anti-casta, una crítica a la política que representan tanto el kirchnerismo como el macrismo, y en el contexto del balotaje se ve obligado a modular su retórica. En otras palabras, las disonancias y las contradicciones de un partido que aún no está institucionalizado.
Los casi siete puntos de diferencia que separaron a Massa de Milei el 22 de octubre están lejos de ser determinantes. El libertario cabalga a lomos del macrismo y rebaja las expectativas peronistas, que tiene que apagar mientras tanto esos nuevos fuegos que aparecen cuando se está en el poder con un 142,7% de inflación interanual. Y todavía es posible que se dé un caso a la contra en el ámbito latinoamericano en el que un oficialismo revalide el gobierno. Ahora bien, predecir en los interregnos, en épocas en los que lo viejo en forma de grieta reaparece y lo nuevo es lo viejo en forma de consenso y unidad nacional, pasa a ser una temeridad que no estamos dispuestos a correr por el respeto que tenemos a la humilde ciencia política. La primera vuelta al igual que el único debate celebrado, no tanto las encuestas, arrojan una cierta luz en el país del Nunca Más. Pero a la democracia hay que dejarla jugar. Así que, el balotaje lo decidirá en las urnas el día 19 de noviembre la viejoven democracia argentina en su cuarenta cumpleaños.
Se reproduce una versión acortada del artículo publicado originalmente en El Salto Diario.