El tren galego y el timón dorado
Hace unos años Xosé Manuel Beiras buscaba derrotar al Feijóo de las mayorías absoluta. Hoy, cuando el sentido del tiempo es otro, hay timones que permanecen al igual que ciertas reflexiones.
Octubre 2012, año del último zarpazo del león blanco. Xosé Manuel Beiras es historia viva del galeguismo. Una de esas figuras que queda en los humildes panteones de la cultura y la política de las pequeñas naciones. 2012 pedía formas agitadoras, Beiras era Beirasheart, el escocés William Wallace (Braveheart) arengando antes de la batalla frente al monarca inglés Eduardo I. El estilo político era puro zapatazo en la mesa, como le puso el veterano galeguista al caudillo del norte, Manuel Fraga.
Un joven madrileño, militante de izquierdas, académico, atento a los cambios en la comunicación política aterriza en Galiza para participar en una campaña que permite dinamismo y contraste de hipótesis, pero con bases de apoyo en el territorio. Adivinad quién era. El experimento pre-Podemos, Alternativa Galega de Esquerda (AGE), permitía vuelo libre. Fue posible combinar el descontento galeguismo de izquierdas con la cultura de izquierdas postindustrial. Pensemos en Vigo o Ferrol. La ferrolana Yolanda Díaz ya estaba por allí en la primerísima línea de Esquerda Unida, motor principal junto a la organización galeguista de izquierda Anova, antigua corriente y convertida en escisión del BNG. En una campaña, de estas que innovan desde el descontento popular en plena crisis y se sacan a pulso, obtuvieron 9 escaños. Los mismos que hoy obtiene el Partido Socialista de Galicia (PSdeG).
Hace ya años que el sentido del tiempo es otro. La resistencia de la hoy ganadora, sin premio gordo, Ana Pontón se produjo ya hace ocho años en las elecciones de 2016. Lejos queda En Marea, la evolución de AGE pero con motor Podemos, y su segunda posición. La débil capacidad de receptividad-respuesta, tan fundamental en la política, de los cuadros de la izquierda española es hoy realmente sorprendente. Es como si se estuvieran haciendo reflexiones de hace un lustro.
Partido y territorio, oposición que arraiga y con capacidad de articular nodos de descontento disperso. A la vez, no después, les va poniendo voz y cara: Ana Pontón. Frente a excursiones de cargos gubernamentales desde el Congreso y la Moncloa que poblan los trenes Madrid-Galiza, la construcción de organización, el sustrato ideológico e identitario, la permeabilidad con la sociedad civil organizada, siendo parte de ella y a la vez referente política. No con fronteras claras entre política y sociedad, en las que se intenta identificar desde fuera y sacar la probeta. Esto que puede ser de utilidad frente a identidades autorreferenciales, no hay que convertirlo en el principal ingrediente. ¡Peligro tecnocracia!
Hace ya unos meses escribí: el encaje territorial de Feijóo. Ganador aquel 2012. ¿Sorprende la similitud de protagonistas, verdad? “No seamos bisoños”, le decía Isabel Díaz Ayuso. Alberto Núñez Feijóo que ha aprendido galego para hablarlo en público, y catalán e italiano para hablarlo en la intimidad, le respondió a Ayuso: “Ho bisogno de cuatro escaños”. Más allá de las motivaciones de su ejecución, el ecosistema político y mediático propio de Galiza, y su consideración como error o no: el marco indulto ha operado.
Si Feijóo está atento, habrá aprendido que se puede mantener una mayoría absoluta conservadora con un indulto condicional. Como ya decíamos entonces, la cuestión era la autonomía política. Esa capacidad de maniobrar, de esa política que se atreve a agarrar el timón dorado de ese barco velero que es la política. Barcos y no trenes, de eso iban las elecciones galegas. El PP y el BNG han agarrado el timón.
Firma invitada - Andrés González es investigador doctoral en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la UCM. Máster Internacional de Estudios Contemporáneos de América Latina. Graduado en Ciencias Políticas y en Derecho por la UC3M.
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