Guatemala y Ecuador: dos elecciones y dos amenazas para la democracia
Lo que se gana en las urnas está siendo objeto de cuestionamientos y busca ser resuelto por otras vías. Mientras, la violencia ha manchado de sangre las jornadas de ambos procesos electorales.
Lo ocurrido el domingo 20 de agosto en las elecciones de Guatemala y Ecuador marcará el rumbo de la región y no solo por los resultados que se dieron. La violencia y la judicialización fueron dos de los componentes que marcaron tales procesos electorales y que muestran el desgaste de la democracia.
Guatemala: el Movimiento Semilla como objeto de persecución
Luego de la primera vuelta, el 25 de junio, el candidato de Movimiento Semilla Bernardo Arévalo y la ex primera dama Sandra Torres de UNE pasaron al balotaje para competir por la presidencia de Guatemala. Sin embargo, el proceso se vería manchado por acusaciones y el intento para sacar de la contienda al candidato de Semilla.
El juez Freddy Orellana dictó una orden para suspender la personalidad jurídica al Movimiento Semilla debido a unas presuntas afiliaciones ilegales. De acuerdo con la ley electoral, ningún partido puede ser suspendido durante la celebración del proceso electoral, por lo que al tener que realizar una segunda vuelta seguía vigente la candidatura de Arévalo.
Sin embargo, la Corte de lo Constitucional suspendió la inhabilitación del partido, por lo cual continuó compitiendo sin problemas. No obstante, la ciudadanía y simpatizantes realizaron movilizaciones para defender a Arévalo y acusaron al presidente y a las fiscalías de fraude y un golpe de estado blando, un lawfare, el cual se concibe como una forma para inhabilitar o sacar de la contienda a un personaje.
No obstante, la contienda siguió su curso y fue el domingo 20 de agosto cuando se celebró la segunda vuelta. Finalmente, de acuerdo con el Tribunal Superior Electoral: Arévalo lograba imponerse con el 58% de los votos ante Torres, quien obtuvo el 37%.
A diferencia de la primera vuelta participaron casi el 45% de la población guatemalteca. Aunque esta incrementó, aún se mantiene por debajo del 50%, lo cual es preocupante, ya que el país centroamericano es uno de los que tiene mayores índices de abstencionismo. Las personas que no votaron llegaron a un 55% lo que nos permite vislumbrar que hay una alto nivel de inconformidad con el sistema político, pero sobre todo que no se ven interesadas por participar.
Sin duda, el abstencionismo es uno de los síntomas que deben poner atención los países, ya que esto puede significar que este sector de la población se sienta excluida, pero que pudiera ser seducida por un candidato antisistema o autoritario. Incluso subrayo que no involucrarse en las decisiones del país es una señal de que una democracia está enferma. Aún puede curarse, pero si se deja pasar la enfermedad puede empeorar.
Por otro lado, la victoria de Arévalo pone fin a doce años de gobiernos de derechas en el país al identificarse con la centroizquierda. Recordemos que fue la sorpresa de la primera vuelta, ya que las encuestadoras no lo tomaban en cuenta. La victoria del candidato no solo es una bocanada de aire para la nación guatemalteca, sino que alinea al país a la ola progresista que ha recorrido la región, reduciendo a la derecha política a cinco países.
Si bien todavía hace falta evaluar el desempeño y su efectividad en el ejercicio del poder, el principal hallazgo es que el país se suma al progresismo latinoamericano. De acuerdo con el politólogo Daniel Zovatto esto podría ser una de las sorpresas de lo que él llama el superciclo electoral, ya que entre las encuestas de la primera vuelta las principales figuras eran las candidatas conservadoras Sandra Torres y Zury Ríos.
Finalmente, Bernardo Arévalo será el sucesor del actual presidente Alejandro Giammattei, quien lo felicitó a través de un tweet y conminó a realizar una transición ordenada. Empero, el candidato progresista deberá enfrentar grandes retos como la corrupción que carcome al sistema político e instituciones, una población apática en las elecciones, a la estructura judicial que intentó dejarlo fuera de la competencia electoral, altos índices de violencia y una economía estancada.
Son varios los desafíos de Bernardo Arévalo, pero uno del que poco se ha hablado es devolver no la esperanza, ya que esto es un dogma religioso el creer o sustentarse en la ilusión. Al contrario, debe devolver primero la confianza y hacer germinar el sentimiento democrático en la sociedad, con una estrategia diferente y con buenos resultados el panorama guatemalteco podría cambiar al igual que sus antiojeras, habrá que esperar a ver cómo ejerce el poder y la respuesta de la sociedad.
Asimismo, la gobernabilidad es la capacidad de una persona para implementar su plan de gobierno y generar el mayor respaldo posible, aquí es cuando se medirán fuerzas entre la oposición-oficialismo. Su figura y antecedentes, ser hijo de Juan José Arévalo, presidente guatemalteco entre 1945 a 1951 y mano derecha del exmandatario Jacobo Arbenz (1951-1954), generan expectativa en su plan de gobierno, pero también un rechazo para los sectores más conservadores ideológicamente.
En conclusión, Guatemala vivirá nuevos aires políticos cuando el candidato de Movimiento Semilla asuma la presidencia. Los retos no son menores y esperemos que se tomen las mejores decisiones para la ciudadanía. No debemos olvidar que también están las cuentas pendientes con la democracia y las instituciones.
Ojalá el nuevo gobierno tome las mejores decisiones en pos de la ciudadanía y con ello les devuelva el interés en participar. Con todo, no solo es tarea del presidente, sino que las y los guatemaltecos abran los ojos y se involucren en la toma de decisiones. La democracia la construyen todos y mantenerse apático o lejos de las decisiones no solo elimina la posibilidad de ser escuchado, sino que mata a la democracia.
Ecuador: una democracia enferma
Luego de que el país andino convocara a elecciones anticipadas debido a la “muerte cruzada”, disolución del Congreso y fin de la presidencia de Guillermo Lasso. Más allá de hablar de todo el proceso electoral, quiero poner énfasis en los hechos violentos que marcaron el camino rumbo a las elecciones porque es otra amenaza a la que se enfrentan las democracias, me refiero a la violencia y el crimen organizado.
El proceso electoral estuvo marcado por tres asesinatos: el primero fue el alcalde de Manta, Agustín Intriago, luego el candidato presidencial Fernando Villavicencio y por último, a Pedro Briones, líder de Revolución Ciudadana en la provincia de Esmeraldas. Hablar de violencia durante unas elecciones no es cosa menor, si bien desde su nacimiento éstas han estado asediadas por el populismo, dictaduras, grupos de interés o poderes fácticos, sin embargo, el crimen se ha convertido en una de las principales amenazas.
La competencia electoral es la forma para solucionar los conflictos sin utilizar la violencia, pero que la sangre corra a través de las urnas es un indicador de que la civilidad se está perdiendo y hay un retroceso en la ola democrática. La ciudadanía ecuatoriana está atravesando momentos difíciles, puesto que estos eventos son relativamente nuevos y paralizan a la sociedad por completo. El país andino está siendo víctima de una ola de violencia no antes vista y el Estado se ha visto rebasado.
Ecuador es el ejemplo de cómo varios factores se han conjugado para eliminar la paz y la tranquilidad de un país, ya que la crisis política que devino en elecciones anticipadas, la violencia y la polarización han generado que las y los ecuatorianos pierdan la tranquilidad. Empero, los ecuatorianos salieron a votar el domingo 20 para elegir a la persona que ocupará la presidencia de lo que resta del gobierno del presidente Guillermo Lasso.
Las elecciones
Ocho binomios presidenciales se inscribieron para contender por la presidencia ecuatoriana. La jornada estuvo marcada por un fuerte aparato de seguridad para que la ciudadanía pudiera acudir a emitir su voto.
En base al programa de resultados del Consejo Nacional Electoral, la presidencia se decidirá en una segunda vuelta el 15 de octubre, ya que ninguna candidatura obtuvo más del 50% de los votos.
Luisa González obtuvo 33,18% de los votos y Daniel Noboa 24,15%. Pero, ¿quiénes son estos candidatos? Luisa González es exasambleísta nacional y miembro del partido Revolución Ciudadana, del expresidente Rafael Correa. Su agenda cobró relevancia cuando la candidata prometió que convertirá a Correa en su principal asesor, el exmandatario es un personaje reconocido y apreciado por un amplio sector poblacional.
En tanto, Daniel Noboa también fue asambleísta nacional y su candidatura fue respaldada por Acción Democrática Nacional y por los movimientos Pueblo, Igualdad y Democracia y MOVER. Por la coalición que lo respalda dentro de la Ciencia Política podría ser catalogada como una coalición pragmática, ya que Noboa es partidario del libre mercado y ha dicho que militarizará los puertos y aduanas para impedir que el crimen organizado entre al país. Por otro lado, los movimientos que lo respaldan oscilan entre el centro y la izquierda por lo cual no puede identificarse de forma tajante en el espectro político, aunque para efectos pedagógicos puede ser ubicado en la derecha política.
La disputa por la presidencia podría polarizarse, ya que la izquierda y la derecha buscarán continuar o cambiar el programa de gobierno, sobre todo en un contexto en el que el correísmo ha sido crítico con el gobierno de Lasso por la forma de ejercer el poder, el proyecto económico y su cercanía a Estados Unidos. Sin duda quien gane la presidencia ecuatoriana se enfrentará a los problemas de seguridad, el tema de la gobernabilidad y la misión para reducir la polarización.
Para estas elecciones anticipadas también se eligió la totalidad de la Asamblea Nacional, la cual será relevante para implementar el plan de gobierno. De acuerdo con las estimaciones del para la Asamblea Nacional esta podría ser la conformación del legislativo, donde el correísmo se consolidaría como la primera minoría.
Durante el mandato de Lasso el legislativo estuvo conformado por una mayoría opositora lo cual generó tensiones para impulsar su agenda política. Ahora, con estas elecciones, habrá que analizar su nueva integración dependiendo de quién gane la presidencia.
Asimismo, las consecuencias a nivel regional del triunfo de una candidata de izquierda reduciría aún más a la derecha política, puesto que de las últimas elecciones que ha habido solo en Paraguay el candidato de derecha, Santiago Peña, se mantuvo en contrasentido a la ola del progresismo. Los tiempos políticos en el subcontinente soplan en favor del progresismo y Ecuador no parece ser la excepción, sin embargo, todo puede pasar y debemos estar atentos.
Dos democracias bajo amenaza
El domingo 20 de agosto dos elecciones presidenciales se empalmaron, Guatemala giró a la izquierda y parece que el Ecuador seguirá la misma ruta. El progresismo de la región se ha extendido en este 2023. Sin embargo, más allá de las ideologías la realidad es que los países mostraron serios problemas en el ejercicio de los derechos político-electorales. A pesar de que no se utilizaron los mismos métodos, la realidad es que su democracia está lacerada.
Guatemala dio una muestra al mundo de cómo se utilizan las instituciones judiciales para dejar fuera de la contienda a ciertos candidatos que puedan ser incómodos al sistema. La judicialización del proceso, el encontrar lagunas en la ley para postular a otros perfiles e incluso mermar la competencia son hechos que lastiman la democracia y que generan incertidumbre a la ciudadanía. No obstante, el candidato progresista, Bernardo Arévalo, salió vencedor y ahora gobernará el pequeño país centroamericano.
Mientras, Ecuador fue testigo del aumento de la violencia al punto de matar a un candidato, un alcalde y un dirigente regional. El panorama del país andino nos muestra los riesgos a los que las democracias están expuestas y desviste el nivel de fuerza que tiene el crimen organizado para afectar las elecciones. El país es un ejemplo de cómo la democracia y el pluralismo se pueden ver afectados cuando la violencia, las crisis económicas, institucionales y políticas se conjugan.
En conclusión, luego de estos procesos electorales debemos dedicarnos no solo como academia o cientistas sociales a analizar la realidad, sino como instituciones a mejorar la seguridad y procurar el ejercicio de los derechos electorales y como ciudadanía a estar vigilantes para defender la democracia. La inconformidad es válida porque forma parte del pluralismo, pero no se puede permitir que esta sea la punta de lanza para asesinar o silenciar a lo que tanto costó construir.
Firma invitada - Sebastián Godínez Rivera es politólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México. Trabaja como analista en un Think Tank y es columnista en Latinoamérica 21.
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