La candidatura de Sergio Massa avanza entre los temores de hiperinflación
El candidato de Unión por la Patria camina entre dos frentes: combatir los fantasmas hiperinflacionarios que acechan a la Argentina y mostrarse como la opción más viable ante Javier Milei.
El artículo busca poner sobre la mesa que hay cierta infravaloración de la candidatura de Sergio Massa. Ahora, se espera mostrar la ponderación suficiente que no lleve a su sobrevaloración. De tal manera que la candidatura de Sergio Massa avanza, pero va caminando por una campo de minas y a la que estalle la hiperinflación, game over. Hemos elegido pensar 2023 más allá de la figura de Javier Milei, entendiendo que se ha alcanzado un cierto punto de saturación en su análisis. Cambiar el foco, permite ver otras aristas, que además son relacionales y co-constitutivas del fenómeno saturado.
La grieta
La Argentina es un país de conflicto presente, donde el carácter antagónico de la política se muestra con claridad y traza fronteras que delimitan identidades visibles. No sólo pensemos en el fútbol o la religión, las identidades políticas pesan, peronistas y antiperonistas vienen tomando las calles. Cuando nos acercamos a la Argentina de los últimos años nos encontramos con una traducción clara del conflicto visible, la «grieta». La irrupción y construcción de la hegemonía kirchnerista en la dura resaca del 2001 y la consolidación de una derecha aglutinadora, por fin exitosa, alrededor de Mauricio Macri cavaron una profunda hendidura. Kirchnerismo y antikirchnerismo como el eje ordenante de la política argentina.
Cristina Fernández de Kirchner (CFK) y Mauricio Macri, sin embargo, ya no irradian tanto como antaño. El sol de mayo se va apagando en estas dos figuras que ya son parte viviente de la historia política argentina. Habitamos un momento de interregno, esto que es un espíritu epocal que se da con mayor fuerza en la Argentina. De este modo, la actual vicepresidenta posterga, pero no renuncia, y ahí aparece la figura de Juan Grabois.
Las internas presidenciales en el peronismo estuvieron destinadas a contentar a esa militancia kirchnerista escéptica con la figura de Massa y por ende para unificar a nivel interno. La inclusión de la precandidatura de Grabois era un peaje que había que pasar de cara a no avivar unas disputas en el seno de Unión por la Patria, las cuales habrían sido demasiado costosas durante la campaña presidencial. Asumiendo las contradicciones, tras las PASO, quedó definida una fórmula presidencial en la que no había ningún representante del ala kirchnerista, algo que no ocurría desde hacía veinte años.
El Estado intervencionista en horas bajas, el momentum no es 2001. Superar la grieta es la consigna de fondo y «lo nuevo y lo viejo» el nuevo eje ordenante. No es guerra de trincheras en horizontal, sino una división temporal. El juego consiste en que si eres pasado, pierdes. Milei es el que primero avanza, es el gran candidato de lo nuevo. El primero pone las reglas, si eres viejo eres la «casta». Lo viejo son las políticas estatistas. Lo nuevo es el liberalismo, la libertad, ir despeinado o la dolarización. Massa, que es viejo, pero tigre viejo, con olfato felino, pretende salirse de la grieta. Ni más ni menos que en el país del conflicto presente, asocia lo viejo a la división, la fractura, a las identidades marcadas y más veladamente a la propia Cristina. Lo nuevo es el gobierno de unidad nacional. Hace un llamamiento al gobierno de los mejores. Si bien los grandes temas no quieren ser olvidados, por eso hay quien lo escucha con nostalgia. Patricia Bullrich, la tercera en discordia, pone la música de la grieta, antikirchnerismo aunado a través de las ideas de orden y seguridad.
Un candidato infravalorado
En el vacío de poder existente en el último período presidencial, mientras Cristina y Alberto Fernández se peleaban, Massa actuaba en silencio y se iba convirtiendo en el hombre fuerte del gobierno. Ahora tiene la oportunidad que tanto ansiaba, pero no lo hace en las condiciones que había imaginado. La gestión de los próximos cuatro años va a ser un quilombo.
Podría parecer de primeras un oxímoron que un ministro de Economía con un 124% de inflación sea candidato presidencial. Ocupar esta cartera ministerial le podría pasar factura sobre todo en los debates, que son obligatorios por ley. Sin embargo, no han acabado por poner en riesgo su campaña porque “los debates no se pueden ganar, pero sí se pueden perder”.
En los debates se vio a un Massa de fácil oratoria, consistente, sabiendo cuál era su base de votantes a activar y también a quién debía interpelar para ampliarla (el electorado femenino o aquel que reside fuera del conurbano bonaerense). Además, se pudo apreciar, especialmente en el primer debate, que buscaba polarizar con Milei. El rival que se encontró Massa no varió los ejes de sus propuestas programáticas, pero sí mostró un mayor temple, aparcando esa excentricidad característica de su figura.
Así pues, el principal riesgo que corre la candidatura de Massa es la frágil situación económica de la Argentina con el fantasma hiperinflacionario acechando. Su gobierno se halla gravemente debilitado y los instrumentos para atenuar la devaluación pasan a ser inútiles. El alto grado de incertidumbre en tiempos electorales se traduce en un aumento de la devaluación. En el instante que se diese un ciclo hiperinflacionario Massa estaría fuera de la carrera presidencial y el triunfo de Milei sería inevitable.
Todo esto lo que nos dice es que la economía es el principal issue de las elecciones presidenciales argentinas que se llevan a cabo este 2023 y la gestión es el punto de representación más relevante. En Massa y en Milei hay un claro enfoque en la economía, pudiéndose comprobar en sus propuestas al igual que en el modo que abordaron los debates. Tecnocracia como oferta representativa, es decir, la «gestión» como algo crucial para el votante argentino. Por eso, esa insistencia de ambos en su perfil de gestores.
Si inmediatamente después de las PASO «Pato» Bullrich era proyectada como la contendiente de Milei en un hipotético balotaje, a unos días de la primera vuelta se perfila como la tercera en discordia. Al haberse posicionado en la grieta y con la fuerte presencia del issue económico, se percibe una Bullrich en posible fuera de juego. Mostrarse como una candidata que sabe moverse sin complicaciones por el terreno económico. “It’s the economy, stupid!”.
Por otro lado, ese énfasis del presente artículo en evitar infravalorar al actual ministro de Economía se debe a la capacidad de este para potencialmente ocupar mucho espacio. Su insistencia por un gobierno de unidad nacional es una forma a fin de proyectarse como la alternativa al mileísmo. Ahí está su exterior constitutivo, lo cual le permite acercarse al consensualismo, novedad postgrieta.
Salida, voz y lealtad postuló el economista Albert O. Hirschmann. La alta lealtad de la facción kirchnerista le permite disponer del voto duro peronista, que podría estar pensando por la opción Myriam Bregman o la abstención si hubieran optado por la salida crítica desde fuera. La debilidad actual del kirchnerismo no implica su autopsia, y apostar por la lealtad le puede permitir luego configurar una voz crítica legitimada a la interna. Continúa siendo un suelo a tener en cuenta, lo que en las elecciones pasadas fue bautizado “Con Cristina no alcanza, pero sin ella no es posible”. Además de tener en cuenta su poder en el legislativo, el voto que mueve CFK es un fenómeno todavía considerable, pero hoy no es suficiente.
Igualmente, dada esa trayectoria y búsqueda clara por el peronismo disidente más allá del kirchnerismo, Massa también puede llegar a obtener el voto de los electores de Horacio Rodríguez Larreta y de la Unión Cívica Radical, dos de los sectores de Juntos por el Cambio (JxC) que no están del todo cómodos con la candidatura de Bullrich.
Faltaría por mencionar para completar el dispositivo de apoyos de Sergio Massa su estrecha relación con el Fondo Monetario Internacional y las instituciones gubernamentales estadounidenses, por lo que le convierte en el candidato del peronismo y también paradójicamente, o no tanto, en un candidato bien visto por Estados Unidos. Sumado a todo lo anterior, podemos casi hablar de un establishment ampliado de base popular, aunando dos elementos muy propios de la tradición peronista, vocación de poder y espíritu plebeyo.
Traslandándonos al panorama de los sondeos de opinión, se podría decir que hay prácticamente un consenso entre los institutos demoscópicos en señalar a Javier Milei como el ganador de la primera vuelta, aunque no alcanzaría la barrera necesaria que le permitiría ser electo en las elecciones del 22 de octubre. En este sentido, habría un balotaje y el rival que competiría con el libertario por llegar a la Casa Rosada sería Sergio Massa. Asimismo, no se debería obviar la encuesta más reciente de Atlas Intel que dibuja un escenario ciertamente diferente a la tendencia general: Massa primero y Milei y Bullrich disputándose la segunda plaza. Desde este artículo, se apuesta por la cautela y toca esperar a lo que suceda en la contienda electoral.
Ecos del menemismo y horizonte Massa
Ganar o perder, esa es la cuestión. El futuro político de Sergio Massa va a depender del desempeño que tenga en las elecciones presidenciales. La pregunta aquí pasa a ser quién y qué sectores liderarán el peronismo postgrieta, no solo como una candidatura electoral sino como dirección hegemónica y potencial subidentidad peronista principal. Asumimos la idea de que Massa no plantea un horizonte en sentido progresista del espacio peronista, y retomamos al menguante kirchnerismo hoy todavía como facción principal del mismo. En caso de éxito electoral de tal candidato, el kirchnerismo se presenta como candidato favorito para el contrapeso interno.
En tanto, un fantasma recorre al peronismo, son los ecos del menemismo. No olvidarse del pasado de Sergio Massa al venir de la militancia de la formación liberal conservadora UCeDé. Éste acabaría en el peronismo después de que un núcleo destacado del partido creado por Álvaro Alsogaray fuese absorbido por el menemismo. Carlos Menem interpretó la partitura de los noventa y asistimos ni más ni menos que a un paradójico peronismo neoliberal. Aquí, es donde el fantasma parece recorrer toda la Argentina, ecos de menemismo, ecos de los noventa, de la Puna a Tierra del Fuego. Milei entiende el primer gobierno de Menem como el mejor de la historia, lo cual le sirve en su búsqueda de referentes históricos. Por ello, cobra mayor fuerza la idea de Menem como el primero en proponer su medida estrella: la dolarización. Así, «león» y «tigre» nos preguntan al igual que la rapera Sara Hebe en El juego de la luna: “¿Que esperabas que sea si crecí en los 90?”.
Sigamos con el horizonte Massa, la opción de un peronismo dividido o de construir desde fuera del mismo parece poco exitosa, por no hablar del intento previo ya realizado en este sentido con el proyecto Unidos por una Nueva Alternativa. La división del peronismo ya te obliga a encender un fuego pero es que fuera de él hace realmente mucho frío. Además, tenemos un precedente inmediato: la estrategia de Alberto Fernández de tratar de marcar agenda propia que solo ha servido para generar tensiones improductivas en el seno del gobierno y para acabar de apuntalar un mandato perdido.
Se vislumbra un gobierno difícil, la ortodoxia neoliberal de ajuste fiscal o directamente la neoliberalización del conjunto de esferas de lo social mileísta dibujan un futuro difícil que parte de una pesada herencia. Pero entre los carteles de campaña aparecen unas palabras de memoria: “Neoliberalismo nunca más”. Este «Nunca más» es patrimonio de los cuarenta años de democracia que este año celebra la Argentina. Es un «Nunca más» que puede funcionar en un sentido de defensa democrática ante los peligros de encaminamiento autoritario del mileísmo. Ahora, también puede cobrar este sentido económico de oposición frontal a un gobierno de la dolarización o de contrapeso interno a un gobierno de unidad nacional con ecos del menemismo.
La victoria de Massa supondría una excepción (solo acompañada del incombustible Partido Colorado en Paraguay) a la tendencia consolidada de victorias opositoras en la región latinoamericana, tesis apuntada por el politólogo Andrés Malamud, quien se enfoca sobre el factor hartazgo como base explicativa de la nueva ola progresista. De acuerdo con el pensador y exvicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, al no haber una propuesta ambiciosa y creativa que venga empujada por el movimiento popular y una floreciente renovación de agendas y liderazgos, asistimos a una ola progresista más cansada. Así, se produce el triunfo de la tecnocracia en los interregnos de la democracia, que trata más de administrar y conservar que de transformar y ampliar los horizontes de lo posible.
Se reproduce una versión acortada del artículo publicado originalmente en El Salto Diario.