La derechización de la política israelí
En el contexto de la escalada de violencia en Gaza, se exponen algunos apuntes que tratan sobre la derechización en el último tiempo de la política israelí.
Este no es un artículo más que aborda el último conflicto israelí-palestino, puesto que hay voces con un conocimiento mayor que pueden aportar análisis más meditados. A pesar de las grandes complejidades y contradicciones que alberga un conflicto así, eso no exime para insistir en las asimetrías existentes entre las dos partes, entendiendo lo nocivo de las políticas expansionistas del Estado de Israel que se extienden por varias décadas.
Entonces lo que se busca es poner el foco en las últimas citas electorales que se han dado en Israel y que han significado un fortalecimiento de los partidos de la derecha. Estas derechas no sólo han ido haciéndose con un poder mayor, sino que también se han vuelto más radicales. Es un recordatorio, asimismo, de cuál es el gobierno que rige en estos momentos y que es por ende el encargado de hacer frente a la última escalada de violencia.
Previo al último gobierno de Netanyahu
En el año 2019 dio inicio a la inestabilidad política en Israel debido a que en dos años, hasta 2021, hubo cuatro elecciones. Hasta el momento Benjamin Netanyahu, primer ministro desde 2009, había podido gobernar con una relativa tranquilidad en el plano de unas aritméticas parlamentarias favorables. Sin embargo, los tres comicios que se celebraron en el intervalo de un año, entre 2019 y 2020, imposibilitaron que el líder de Likud se hiciese con una mayoría estable, lo que le obligó a estar de forma interina o encabezando una endeble coalición.
La alianza que trazó en 2020 con Benny Gantz, ex jefe del Estado Mayor israelí, no llegó a cuajar, ya que no pudieron concretar el presupuesto estatal. El partido de Gantz, Azul y Blanco, había acordado con Netanyahu que su líder asumiría como primer ministro en noviembre de 2021, pero al final fue una coalición que no salió adelante dada las diferencias que separaban a ambas formaciones.
Así pues, los comicios de 2021 tampoco arrojaron un mejor panorama. Likud consiguió ser la formación más votada, aunque era complejo que pudiese articular una mayoría de 61 escaños en la Knesset (el Parlamento unicameral israelí). El bloque pro-Netanyahu necesitaba el apoyo del partido árabe Ra'am (UAL), una cuestión difícil de asimilar al albergar este bloque a sionistas radicales. Las fuerzas ultraderechistas se negaban a aceptar la entrada de un partido islamista.
El panorama postelectoral se definía entre aquellos grupos políticos que respaldaban a Netanyahu y aquellos que no lo hacían. Por su parte, el bloque anti-Netanyahu tampoco disponía, de primeras, con una mayoría parlamentaria. El bloqueo pasaba a ser el leitmotiv en la política israelí.
Finalmente la oposición se unión con el fin de formar un nuevo ejecutivo sin Netanyahu. La coalición iba a agrupar a una heterogeneidad de sensibilidades políticas: liberales, conservadores, izquierda sionista y apoyado desde fuera por el árabe Ra’am. Naftali Bennett del derechista Yamina sería el primer ministro y en la mitad de la legislatura lo remplazaría Yair Lapid del liberal Yesh Atid, quien en un principio ocuparía la cartera de Exteriores.
Bennett tenía el desafío de coordinar un gobierno integrado por siete partidos. Las grandes diferencias que habían al interior de esta variopinta alianza podía complicar su supervivencia. No obstante, se aseguraron de dejar fuera del poder a Benjamin Netanyahu, quien había gobernado el país durante 15 años y 12 de estos ininterrumpidamente. Ahora, pese a que el mandatario saliente debiese de enfrentarse a las imputaciones por corrupción, sería una oposición incómoda.
A dos meses de que se cumpliese un año de la formación de dicho gobierno, perdió la ajustada mayoría con la que contaba en la Knesset tras la dimisión de una de las parlamentarias de Yamina, el partido de Bennett. Existía el riesgo de que cayese el ejecutivo en caso de que otro legislador renunciase. En tanto, la formación Ra’am decidió “congelar” durante casi un mes su participación en la coalición por las últimas tensiones que se habían vivido en Jerusalén.
La oposición aprovechó esta coyuntura para presentar dos mociones de censura contra el gobierno de coalición. Una fue planteada por Likud y otra por Judaísmo Unido de la Torá y Shas, pero ambas resultaron fallidas al no contar con los 61 votos necesarios. Asimismo, el bloque opositor presentó una moción para disolver la Knesset, aunque no se acabó concretando porque había visos de que no se iba a aprobar.
Sin embargo, cuando se cumplía el primer aniversario de la coalición gobernante, el primer ministro Bennett advirtió que el gobierno podría colapsar en unas semanas. Esto se producía después de que el parlamentario Nir Orbach, también de Yamina, abandonase la alianza. El ejecutivo de Bennett pasaba a disponer 59 de los 120 escaños en la Knesset. Se sumaba de igual modo que la coalición sufrió un nuevo revés cuando el parlamento no aprobó un proyecto de ley que extendía los derechos de la ley civil israelí a los colonos en la Cisjordania ocupada.
En consecuencia, Bennett y Yair Lapid acordaron realizar una votación para la disolución de la Knesset, lo que suponía la celebración de las quintas elecciones de Israel en tres años y medio. La votación fue aprobada y los nuevos comicios fueron convocados para el 1 de noviembre de 2022. Con la Knesset disuelta, Lapid se convertiría en primer ministro interino hasta la realización de las elecciones. Por su parte, además de dejar de ser primer ministro, Bennett anunció que abandonaba la política.
Las últimas elecciones
De cara a la cita electoral del 1 de noviembre, la derecha y la ultraderecha se preparaban sabiendo que en frente tendrían unos rivales que sufrían una coyuntura difícil. Netanyahu, sin rivales internos, logró que en los primeros puestos de la lista de Likud fuesen personas leales a su figura. Mientras, dos de las formaciones de ultraderecha en Israel, Sionismo Religioso y Otsmá Yehudit, acordaron presentar una lista conjunta. En 2021 ya presentaron una lista conjunta, pero esta vez las negociaciones se habían enfriado y es que el líder de Otsmá Yehudit, Itamar Ben-Gvir, buscaba una mayor representación. Se acordó finalmente que Bezalel Smotrich (Sionismo Religioso) encabezaría la lista y Ben-Gvir ocuparía el segundo lugar. En las negociones participó Netanyahu, quien consiguió a su vez agregar a Noam, un partido ultraconservador y anti-LGTBI, en esa lista.
Esto es, después del cierre de listas electorales, el bloque de la entonces oposición, que lideraba Netanyahu, supo maximizar su potencial electoral a fin de que los votos de la derecha no se desperdiciasen. Bibi no sólo fue un actor clave en la instauración de una lista conjunta entre Sionismo Religioso, Otsmá Yehudit y Noam, sino que también logró mantener unidos a las dos facciones de Judaísmo Unido de la Torá (UTJ), Agudat Israel y Degel HaTorah. La promesa del líder de Likud es que si fuese elegido primer ministro, financiaría el sistema escolar haredi.
En cambio, el primer ministro interino, Yair Lapid, no tuvo el mismo éxito. Éste intentó en todo momento que dos de los partidos de su bloque, Meretz y el Partido Laborista, fuesen en alianza, pero al final decidieron postularse por separado. Las posibilidades de Lapid para intentar formar un gobierno, o impedir que Netanyahu lo hiciese, se complicaron aún más después de la ruptura de la Lista Conjunta de partidos árabes, las formaciones Hadash y Ta'al irían por un lado y Balad por otro. Pese a que estos últimos no fuesen socios del bloque encabezado por Lapid, tal división reforzaría a Netanyahu y sus aliados.
Las encuestas pronosticaban que ni el bloque pro-Netanyahu ni el anti-Netayahu alcanzarían la mayoría absoluta. La barrera del 3,25 % de los votos podía ser un factor clave, sobre todo respecto a la entrada en la Knesset de los tres partidos árabes (Hadash–Ta'al, Ra'am y Balad). En el contexto en el que ningún bloque tiene la mayoría asegurada, Benny Gantz, exministro de Defensa y ahora líder de la alianza Unidad Nacional (Azul y Blanco y Nueva Esperanza), podría emerger como una opción alternativa a Netanyahu y Lapid para el cargo de primer ministro.
Los resultados de las elecciones anticipadas, por el contrario, dibujaron un panorama político con un horizonte claro: el bloque encabezado por el exmandatario obtuvo la mayoría absoluta al sumar 64 escaños. Tras recibir el mandato del presidente Isaac Herzog, Netanyahu recibió la confianza de la Knesset y puso en marcha su sexto mandato como primer ministro de Israel.
Al ser los socios de coalición partidos de ultraderecha y ultraortodoxos, el nuevo gobierno de Netanyahu se convirtió en el más escorado a la derecha de la historia de Israel.
En un contexto de derechización
Con el buen desempeño electoral de la lista Sionismo Religioso, cuya fuerza impulsora fue Otsmá Yehudit de Itamar Ben-Gvir, mejoraron su posición ante Netanyahu y se pudieron hacer con carteras ministeriales relevantes, como la de Seguridad Nacional y la de Finanzas y Defensa. Con esto, se preveía un endurecimiento con la población árabe de Israel, los cuales ya eran considerados como ‘ciudadanos de segunda categoría', y en las fronteras de los territorios palestinos y al mismo tiempo un deterioro de los pilares democráticos de Israel.
Así, en los primeros meses del 2023 se pudo percibir el impacto de la ultraderecha en las instituciones gubernamentales. El avance de la reforma judicial amenazaba la integridad del Estado de Derecho israelí al darle mayor poder de revocación a la Knesset o la capacidad del gobierno para nominar magistrados. Ante este ataque a la separación de poderes, miles de israelíes, con una tendencia más liberal, salieron a las calles para protestar. En la ciudad de Tel Aviv fue donde se produjeron las manifestaciones más multitudinarias, pero eso no quiere decir que se revirtiese la actual tendencia en ascenso que convierte a Israel en un país cada vez más religioso.
Del actual paquete de reforma del sistema judicial, se ha aprobado la primera parte que implica que la Corte Suprema ya no dispone de la competencia para anular decisiones del gobierno. En este sentido, el actual primer ministro, con grandes niveles de desaprobación, no podrá llegar a un acuerdo público acerca de las otras reformas debido a que depende enteramente de los votos de la ultraderecha.
Respecto a los manifestantes contra la deriva iliberal, también recordar lo que apuntaba el escritor Tariq Ali y es que en las protestas no existía mayoritariamente una preocupación por los derechos de sus vecinos palestinos. A 75 años de la fundación de este Estado, el periodista Ezequiel Kopel remarca que en Israel se ha acelerado el proceso de democracia de ocupación. Es decir, la ocupación militar que se lleva a cabo desde hace 50 años ha acabado por impactar en el tipo de democracia bajo la que se asienta el Estado israelí.
Siguiendo la idea de Kopel, la derechización de la política israelí está provocando que se intensifique la ocupación y la colonización de los territorios palestinos. No es que previo a tal tendencia no se pudiese hablar de un régimen de apartheid, sino que lo que se ha dado ahora es una profundización mayor.