La fragilidad del nuevo presidente de la Cámara de Representantes
El representante republicano Kevin McCarthy fue elegido presidente de la Cámara de Representantes, aunque se necesitaron cuatro días y quince votaciones.
En la decimoquinta ronda Kevin McCarthy logró ser electo presidente de la Cámara de Representantes. Sin embargo, para asegurar el martillo tuvo que hacer importantes concesiones.
La elección de Kevin McCarthy
La elección de Kevin McCarthy, representante republicano de California, como presidente de la Cámara de Representante de los Estados Unidos se produjo el sábado 7 de enero a la madrugada tras catorce votaciones fallidas. Éste pudo ser elegido con los votos de menos de la mitad de los miembros de la Cámara debido a que seis de los republicanos disidentes se abstuvieron al votar “presente”, es decir, ni votaron por McCarthy ni por otro contendiente.
El contexto previo
Con la constitución del nuevo Congreso de los Estados Unidos el martes 3 de enero, la Cámara de Representantes tenía que elegir a su nuevo presidente. Hasta que no se eligiese tal puesto la Cámara Baja no podía llevar a cabo otro asunto, por lo que no había un límite de rondas.
Los republicanos en las elecciones de medio mandato se hicieron con el control de la Cámara de Representantes, aunque lograron una mayoría escasa. Por eso, el candidato republicano a la presidencia de la Cámara para ser elegido no podía perder más de cuatro votos.
Kevin McCarthy, el líder de la minoría republicana durante el anterior Congreso, ganó la nominación a presidir la Cámara ante Andy Biggs, el representante respaldo por la facción ultraderechista House Freedom Caucus. De esta forma, competiría por la presidencia principalmente con el representante demócrata Hakeem Jeffries. En un artículo pasado tratamos más en profundidad el tema de las nominaciones y ya señalábamos las dificultades de McCarthy para convertirse en el sucesor de la demócrata Nancy Pelosi.
En el caso de la nominación de McCarthy, no hubo un consenso total en el seno del Partido Republicano desde el principio. Los miembros del Freedom Caucus se mostraron escépticos con la figura del representante republicano de California. Por ello, McCarthy, quien contaba con el respaldo de Donald Trump, había hecho varias concesiones para ganarse el apoyo de sus detractores antes de que se celebrase la elección del presidente.
Las catorce votaciones fallidas
El día 3 de enero arrancó la elección del presidente de la Cámara de Representantes. Dicha elección se realizaba por votación nominal pública, requiriéndose una mayoría simple del 50% de los votos emitidos por ambos partidos. Con la situación antes señalada, se preveía que iban a realizarse varias votaciones, algo que no sucedía desde 1923.
Entonces la primera ronda ya mostró que la elección sería larga y que aquellos republicanos inconformes con la figura de McCarthy no lo iban a poner fácil. Así pues, este grupo disidente votó por distintos nombres, como Andy Biggs, Jim Jordan, Byron Donalds, Kevin Hern o Donald Trump.
El viernes 6 de enero la situación cambió y McCarthy estaba más cerca de convertirse en presidente de la Cámara tras haber estado negociando durante el jueves con los republicanos disidentes. En la duodécima ronda el representante californiano llegó a los 214 votos. Después de la trigésima ronda resultase fallida, la Cámara levantó la sesión hasta las 10 de la noche (hora local) con el propósito de que se pudiese llegar a un tipo de acuerdo con los otros representantes que se resistían a la elección de McCarthy.
Pasadas unas horas, la decimocuarta votación también fue frustrada, lo cual provocó un panorama aún más tensionado debido a que representante Matt Gaetz de Florida se negó a votar por McCarthy y hundió las posibilidades de que este último se convirtiese en presidente en dicha ronda. Se produjo entonces una acalorada discusión entre varios legisladores, llevándolo a otro nivel el representante Mike Rogers (GOP) de Alabama, que tuvo que ser apartado por uno de sus colegas republicanos. Todo esto junto con otras situaciones pintorescas se pudieron ver en directo a través de las cámaras de la cadena C-SPAN, quien no tenía restricciones a la hora de retransmitir la sesión.
Finalmente en la madrugada del sábado, un día después de que se cumpliesen dos años del asalto al Capitolio, Kevin McCarthy conseguía la ansiada presidencia de la Cámara de Representantes. La elección de este año con un total de quince rondas se convirtió en la más larga desde 1859 tras catorce votaciones fallidas.
Una presidencia frágil
Como vemos, la elección de McCarthy no fue tan rápida como la de sus predecesores en la presidencia. Después de que en 2015 se frustrase su candidatura, el representante republicano de California lo logró esta vez, aunque haciendo importantes concesiones.
McCarthy tendrá menos poder que su predecesora, ya que al final lo que le aseguró el martillo fue el aceptar que cualquier legislador pueda pedir su destitución en cualquier momento. Otras de las demandas a las que cedió, la cual fue formulada por los conservadores fiscales, es que el techo de la deuda federal sea utilizado como moneda de cambio para imponer recortes del gasto como limitar el gasto público del año fiscal 2024 a los niveles de 2022. Se prevé con esto que durante la legislatura haya varios enfrentamientos con el Senado y la Administración Biden.
Por tanto, con un liderazgo tan frágil de McCarthy, habrá que ver hasta que punto los republicanos ultras son capaces de tensionar la situación. Los anteriores dos presidentes de la Cámara, John Boehner y Paul Ryan, dejaron el puesto tras las tensiones que mantenían con sus colegas más escorados a la derecha.
Además, hoy en día que McCarthy sea respaldado por el expresidente Donald Trump no significa mucho en el seno del Partido Republicano. Lo digo porque en medio de las votaciones Trump reafirmó su apoyo al representante californiano, pero parece que sus palabras no tuvieron mucho impacto entre el grupo de disidentes republicanos. El fin del estancamiento se explica más bien por las concesiones realizadas por el propio McCarthy. En consecuencia, la influencia del expresidente estadounidense ha disminuido.
Para todo amante (y analista) de la política estos episodios son entretenidos. No obstante, la democracia estadounidense dista mucho de ser un modelo para otros países del mundo.