Las elecciones internas en Uruguay y la resiliencia del Frente Amplio
Cinco años después de perder el gobierno de Uruguay, el Frente Amplio vuelve con fuerza, como demostraron las elecciones internas. Sin embargo, la contienda determinante será el próximo 27 de octubre.
Las elecciones internas del 30 de junio en Uruguay supusieron la antesala de las elecciones generales, la cuales se celebrarán el próximo 27 de octubre. El principal cometido de las internas era la definición de las fórmulas presidenciales de cada uno de los partidos políticos que competirán en octubre. También se eligió los integrantes del Órgano Deliberativo Nacional y del Órgano Deliberativo Departamental de los partidos de cara a los comicios departamentales y municipales de 2025.
Para poder participar en las elecciones generales, los partidos necesitaban obtener al menos 500 votos en las internas. Entonces la fuerza más votada esta vez fue el Frente Amplio (FA) al sobrepasar los 400 mil sufragios, experimentando una gran subida con respecto a los 250 mil logrados en 2019. Le siguieron el Partido Nacional (PN) y el Partido Colorado (PC), ambos tuvieron su peor desempeño en una primaria, que se llevan celebrando desde 1999. El ultraderechista Cabildo Abierto (CA) se mantuvo como cuarta fuerza, aunque con unos números mucho más pobres que los de hace cinco años. En total, catorce listas se presentarán a la contienda presidencial de octubre.
En cuanto al resultado de las internas, Yamandú Orsi fue elegido como candidato frenteamplista con el 59% de los votos y le acompañará en la fórmula Carolina Cosse, quien quedó en segundo lugar. Orsi tendrá el reto en las elecciones de octubre de derrotar al gobernante Partido Nacional, que nominó a Álvaro Delgado, mano derecha del presidente Luis Lacalle Pou. Por parte del Partido Colorado, hoy tercera fuerza política del país, tuvo la interna más numerosa con seis precandidatos. Finalmente ganó el abogado Andrés Ojeda, si bien no fue con contundencia al no llegar a la mitad de los votos.
Fueron unas internas con pocas sorpresas e incógnitas. En palabras del historiador Gerardo Gaetano, “ya no hay «cisnes negros» como los que cinco años atrás implicaron candidaturas como las de Juan Sartori, Guido Manini Ríos o Edgardo Novick”. Sin embargo, al no ser el voto obligatorio, como en las generales, solo acudió a las urnas el 35,7% del padrón, convirtiéndose en la participación más baja en una interna.
Uruguay es un país de solo 3,4 millones de habitantes. Su cifra de habitantes dista mucho a la de sus países vecinos. En cualquier caso, la política uruguaya continúa planteando nuevos análisis, reflexiones, tendencias. Los insumos que sigue generando chocan con esa categorización condescendiente de una «isla en medio de una región convulsionada», surgida desde dentro pero alimentada desde la mirada del afuera.
La reforma constitucional de 1996
Los partidos políticos en Uruguay han ejercido un rol clave para construir la gobernabilidad. El Partido Colorado y el Partido Nacional han sido las dos formaciones históricas del país. Sin embargo, con la vuelta a la democracia a mediados de los años ochenta, el Frente Amplio, creado en 1971 como una coalición de partidos, fue progresivamente teniendo un mayor protagonismo en la escena política uruguaya. Se convirtió en una amenaza para las fuerzas tradicionales del bipartidismo. En las elecciones de 1994 se produjo un triple empate y ante esa tendencia en ascenso que experimentaba el FA, la decisión del PC y el PN fue la cambiar el sistema electoral, llevándose a cabo en la reforma constitucional de 1996.
Esta reforma cambiaba notablemente el régimen electoral, ya que se terminaba con el doble voto simultáneo, también conocido como ley de lemas, en la elección presidencial. Bajo este sistema vigente hasta 1997, en una misma elección un partido podía presentar varios candidatos, resultando electo aquel que obtenía mayor número de votos del partido más votado. No obstante, la introducción de las elecciones internas como antesala de las presidenciales no produjo un estancamiento del FA, todo lo contrario. El sistema bipartidista clásico fue mutando.
Incluso con las nuevas dinámicas, en el sistema partidario uruguayo se mantuvo el fenómeno de la fraccionalización, es decir, la existencia al interior de un mismo partido de diferentes fracciones con ideologías diversas. Como señalaba el politólogo Daniel Chasquetti, el propio sistema electoral ha favorecido que las organizaciones políticas contasen con varias corrientes, fracciones, pero esto ha ido acompañado de reglas que favorecen un funcionamiento cohesionado. Por tanto, a pesar de mantener un sistema presidencial, la democracia en Uruguay ha situado a los partidos como actores fundamentales al contar con instrumentos que permiten atenuar la acción del presidente.
Estos rasgos, que hacen tan distinta a la democracia uruguaya con respecto a la existente en otros países de alrededor, han servido para incidir en el argumento de la «excepcionalidad» del país. En su último libro, La novedad de lo histórico. Política, derechos, integración y democracia (2023), Gerardo Gaetano planteaba que es un mito que ha permitido hacer partícipe a la sociedad uruguaya en la construcción de la nación y darle un futuro. Aun así, la hegemonización de este relato ha invisibilizado problemas reales y efectivos en varias dimensiones. Resulta difícil que la propia ciudadanía se sienta ajena a algunos fenómenos como la insatisfacción y el malestar (¡hasta el narcotráfico!, el académico Juan Pablo Luna dixit) observados en otros países del continente.
La «Coalición Multicolor» de Lacalle Pou
Tras quince años gobernando de manera consecutiva, el Frente Amplio caía derrotado en las elecciones presidenciales de 2019. Luis Lacalle Pou del Partido Nacional se imponía en la segunda vuelta con el 50,8% de los votos frente al candidato del FA, Daniel Martínez. El hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera tomó posesión el 1 de marzo de 2020, poniendo en marcha un gobierno de coalición.
La conocida como «Coalición Multicolor» liderada por los blancos incorporó al Partido Colorado, el Partido Independiente (PI), Cabildo Abierto y el Partido de la Gente (PG). Esta alianza electoral que surgió para vencer al FA se transformó en la coalición gubernamental una vez se ganó el balotaje. Blancos y colorados volvían a integrar un mismo gobierno y se le sumaban dos partidos menores como eran el PI y el PG y un quinto actor, CA, que había aparecido en este ciclo electoral y que era imprescindible para conformar mayorías.
Cabildo Abierto fue fundado en marzo de 2019 por Guido Manini Ríos, quien había ejercido como Comandante en jefe del Ejército Nacional durante los últimos cuatro años. En ese tiempo, Manini Ríos había cobrado notoriedad por las desavenencias entre el estamento militar y el FA, que se recrudeció un año antes cuando el gobierno de Tabaré Vázquez se propuso reducir el presupuesto militar. Así, la candidatura de CA se vio potenciada por dicho conflicto a la vez que iban cobrando notoriedad sus llamamientos al orden, la restauración de valores tradicionales y el revisionismo histórico.
La emergencia de Cabildo nos habla de que todavía Uruguay, como otros países de la región y del mundo, tiene pendiente realizar importantes avances en materia de la memoria y los derechos humanos, en dignificar y aclarar la situación de los detenidos desaparecidos durante la época de la dictadura porque son presente. De nuevo, el mito de la excepcionalidad recorre toda esta cuestión. Los sociólogos Germán Coca y Alfredo Falero en uno de los capítulos del libro Nuevos actores y cambio social en América Latina (2022) apuntan que es un marco que pese a tener algo de cierto, también se ha visto nutrido por invenciones sobre la integración social uruguaya y la calidad de sus instituciones. Tras la salida de la dictadura, el gobierno electo de Julio María Sanguinetti lo reforzó a partir de la construcción simbólica del «cambio en paz» con una idea de la transición «a la uruguaya», además de reducir la explicación de la dictadura cívico-militar uruguaya a la teoría de los dos demonios, a un «simple» enfrentamiento de militares contra guerrilleros.
Volviendo a Lacalle Pou, el inicio de su presidencia estuvo marcado por la gestión de la pandemia del Covid-19. Durante el 2020, Uruguay destacó por ser un país que logró manejar esta enfermedad, pero esto cambió en el primer semestre de 2021 al registrar en poco tiempo unos picos inconcebibles de contagios y muertes. En un paper publicado recientemente sobre la respuesta al Covid-19 en Uruguay entre 2020 y 2021, el politólogo Adolfo Garcé también apuntaba que el manejo general del país en el ámbito internacional fue considerado «muy bueno». Asimismo, la consultora Cifra mostró el gran respaldo que tuvo Lacalle Pou por parte de la opinión pública, fueron los años en los que su nivel de aprobación estuvo más alto.
Una de las medidas más destacadas de su mandato fue la Ley de Urgente Consideración (LUC), una «ley ómnibus» con 476 artículos que modificaba asuntos de seguridad pública, regla fiscal, derechos laborales, salud o educación. El proyecto que presentó Lacalle Pou fue aprobado en julio de 2020, con el visto bueno de todos los integrantes de la coalición.
Por parte del FA, hubo un profundo rechazo a esta ley debido a que consideraban que era regresiva y que mucho de su contenido no justificaba la «urgencia». Además de que surgieron protestas en contra de la LUC, desde la central sindical PIT-CNT, el FA y otras organizaciones decidieron recolectar firmas entre diciembre de 2020 y julio de 2021 para llevar a referéndum la derogación de 135 artículos de la ley.
En diciembre del 2021, la Corte Electoral validó las 800 mil firmas que habilitaban el referéndum. Se habían superado holgadamente las más de 670 mil necesarias, que equivalían al 25% de los inscriptos que podían votar. El referéndum sobre la LUC se estableció para el 27 de marzo de 2022. El voto era obligatorio y habría cuatro tipos de voto: el «Sí» (a favor de la derogación), el «No» (en contra), en blanco (se considera en contra) y nulo. La opción ganadora sería aquella que superase el 50% de votos válidos.
La campaña sobre este referéndum estuvo cargada de simbolismos. Primeramente por el color de las papeletas: el rosado para el «Sí» y el celeste para el «No». Así, la comisión por el «Sí» pidió retirar en forma de recurso el color celeste de la papeleta del «No» por su relación con los uruguayos, pero la Corte Electoral no aceptó el recurso presentado y decidió mantener ese color. Por otro lado, la campaña del «Sí» había utilizado la Pantera Rosa, pero la compañía cinematográfica Metro-Goldwyn-Mayer, propietaria de sus derechos, advirtieron que no podían usar de forma “no autorizada” la imagen de este personaje.
El referéndum se podía entender como una forma de evaluar por parte de los uruguayos la primera parte del mandato de Lacalle Pou. Finalmente la opción defendida por el presidente uruguayo, el «No», fue la opción más votada al lograr 50%. En todo caso, el «Sí» obtuvo el 48,7% de los votos, mostrando que todavía existía una izquierda política competitiva y organizaciones sociales con capacidad de movilizar.
Lacalle Pou se mantenía a mitad de su mandato como uno de los presidentes más populares de la región. Sin embargo, su imagen progresivamente se fue deteriorando a raíz de casos de corrupción y escándalos que implicaban a su gobierno, pudiéndose mencionar el «caso Astesiano», el «caso Penadés», o el «caso Marset», el más reciente, que derivó en una grave crisis institucional. En consecuencia, los niveles de aprobación en sus primeros años de mandato quedan lejos ya. Hoy, de acuerdo con la última encuesta de Cifra, un 46% de personas aprueban el desempeño del presidente y un 40% lo desaprueban. Estas evaluaciones sobre todo impactan en su partido, ya que al ostentar en estos momentos la presidencia del país, no puede buscar la reelección inmediata.
A veinte años de la primera victoria presidencial del Frente Amplio
El Frente Amplio busca suceder a un gobierno que ha sufrido un proceso de desgaste. Además, este intento se enmarca en los veinte años de su primera victoria presidencial, cuando Tabaré Vázquez ganaba en primera vuelta y el partido obtenía la mayoría absoluta en ambas cámaras, la Cámara de Representantes y el Senado.
El Frente Amplió nació a principios de la década de los setenta como una alianza de partidos que agrupaba a comunistas, socialistas, democristianos, independientes de izquierdas y escisiones de los colorados y los blancos. Con el tiempo, y una vez terminó la dictadura, las formaciones fundadoras se fueron transformando en corrientes internas organizadas, o fracciones, que convergían en una misma fuerza política, el Frente Amplio. A ello hay que sumarle que desde su creación contó con un fuerte movimiento de militantes organizados desde abajo. Los Comités de Base han sido los entes de organización y participación de la militancia en la estructura interna del FA. Las reglas del partido reconocen la capacidad de voz de los Comités en los órganos de dirección. Así pues, el Frente es caracterizado como una «coalición-movimiento».
Hasta que logró transformar el tablero político uruguayo, tuvo que esperar un tiempo. El FA experimentó un crecimiento sostenido. En 1999 era el principal partido de Uruguay, pero tuvo que esperar otros cinco años para hacerse con la presidencia. La reforma de 1996 provocó que Vázquez no consiguiese la victoria en las elecciones presidenciales de 1999, ya que la instauración de la segunda vuelta permitió que el Partido Colorado y el Partido Nacional llegasen a un acuerdo para que este último apoyase a Jorge Batlle (PC). En cambio, en 2004 el triunfo del FA no se pudo frenar. Ante las reformas estructurales pro-mercado que desembocaron en la crisis económica de 2002, la candidatura de Vázquez representaba la oposición al neoliberalismo y la búsqueda por una mayor redistribución.
El Frente llegó a la presidencia de Uruguay en 2005 impulsado por un espacio heterogéneo, que abarcaba desde los exguerrilleros tupamaros liderados por José “Pepe” Mujica hasta los más partidarios de las políticas pro-mercado y la ortodoxia económica congregados bajo la figura de Danilo Astori. Durante su primera presidencia, Tabaré Vázquez asumió su rol de intermediador al ser el jefe del partido, por lo que se conformó el gabinete como un centro de decisión relevante.
Los tres gobiernos consecutivos del FA mostraron esa disparidad de sensibilidades políticas. Se asumía la existencia de conflictos internos a la vez que se buscó asegurar el consenso en la toma de decisiones. Así, su estructura de poder fraccionalizada ha ido variando a lo largo del tiempo, dado que ha habido sectores que han ganado poder y otros han ido disminuido su presencia, además de que se han adherido o creado nuevos sectores. Cuenta con una estructura móvil, por lo que ese conflicto interno dependiendo del momento puede entrañar un efecto radicalizador o moderador, de acuerdo con la politóloga Florencia Antía.
La derrota del Frente en 2019 supuso un golpe duro al perder el mayor número de votos en su historia, dejaba el poder tras gobernar durante quince años de manera consecutiva. El repliegue de la estructura frenteamplista que algunos auguraban estuvo lejos de ocurrir. La académica Verónica Pérez Bentancur lo caracteriza como un partido de izquierda «resiliente». El FA, una vez dejó la presidencia, inició un proceso de autocrítica que se materializó en dos tipos de acciones a fin de mostrar un mayor cercanía con la sociedad: un plan de desarrollo organizativo para ampliar sus bases en territorios cuya presencia era menor, y el establecimiento de reuniones por todo el país a través de la iniciativa «El FA te escucha». Todo ello impactó en la elaboración de su programa de gobierno, el cual fue aprobado VIII Congreso Extraordinario Tabaré Vázquez que se celebró en diciembre de 2023.
Queda claro que el FA de 2024 afronta otra coyuntura. Ese ciclo exitoso de quince años de gobierno terminó no solo con la derrota electoral de 2019, sino también con la retirada de sus tres principales líderes: Tabaré Vázquez, presidente de Uruguay en dos ocasiones (2005-2010 y 2015-2020), Pepe Mujica, presidente entre 2010 y 2015, y Danilo Astori, vicepresidente (2010-2015) y ministro de Economía durante dos etapas (2005-2008 y 2015-2020). Vázquez y Astori fallecieron en 2020 y 2023 respectivamente, mientras El Pepe anunció a finales de 2020 que se retiraba de la política, renunciado a su escaño como senador. Pero el Frente en sus más de cincuenta años de existencia ha mostrado la capacidad de renovar su liderazgo. Previo a esta tríada de líderes, hubo otros nombres destacados como el del general Líber Seregni, el primer conductor de esta fuerza política. Su estructura partidaria permite canales para la emergencia de nuevos líderes.
El FA post-gobierno ha tenido que transitar hacia nuevos retos. En el caso de sus liderazgos, se busca que la renovación se lleve a cabo «sin traumas» y con «naturalidad». Las elecciones legislativas de 2019 ya supusieron un primer paso al igual que la elección de Fernando Pereira como el presidente de esta fuerza. Asimismo, las internas del 30 de junio y las próximas elecciones generales implican un importante empuje en esta emergencia de nuevas caras.
En lo que se refiere a la interna para elegir el candidato presidencial de 2024, aun compitiendo tres precandidaturas, Yamandú Orsi y Carolina Cosse marcaron la contienda. Orsi, que tenía al Movimiento de Participación Popular (MPP) como valedor más destacado, representaba un perfil moderado, mientras que Carolina Cosse, cuyo principal respaldo era el del Partido Comunista (PCU), había adoptado un estilo más contundente, sobre todo al confrontar con el gobierno de Lacalle Pou. Por su parte, Andrés Lima quedó opacado por estos dos contendientes. Debido a que la interna frenteamplista estaba marcada por la competencia Orsi-Cosse, el senador Mario Bergara, líder de la alianza Convocatoria Seregnista-Progresistas (CSP), se vio obligado a retirar su precandidatura en el mes de abril, dando su respaldo a la campaña de Orsi.
Estas precandidaturas representaron la gama de tonalidades del FA. El MPP, hoy el principal sector, tiene una caracterización ideológica ambigua porque se ha destacado en último tiempo por un estilo más pragmático, pero aún perdura una cierta esencia radical al ser la agrupación con la que entraron los exguerrilleros tupamaros al Frente en 1989. El PCU que junto a Partido Socialista se sitúa más a la izquierda y luego el ala más moderada estaría constituida por la alianza CSP.
Por otra parte, estas internas siguen mostrando la trascendencia de Montevideo en la construcción del FA. El politólogo Jorge Lanzaro destacaba que el desarrollo inicial del Frente fue como una fuerza esencialmente montevideana. Aunque con el tiempo fue contando con mayor penetración en el interior del país, sigue mostrándose como una fuerza montevideana. Por ello, la Intendencia de Montevideo ha servido como escaparate en el FA para lanzar una eventual candidatura presidencial, como mostraron las trayectorias de Tabaré Vázquez y de Daniel Martínez. En el caso de Cosse, después de que perdiese en las internas de 2019, se lanzó a la Intendencia capitalina que ganó en 2020. Sin embargo, en su nuevo intento para ser la candidata presidencial tampoco logró alzarse con la victoria, aunque acompañará a Orsi en la fórmula como candidata a vice. En cuanto a Orsi, éste ha sido desde 2015 intendente de Canelones, departamento contiguo a Montevideo y que lleva siendo controlado por el frenteamplismo desde 2005. De esta forma, solo había un precandidato que procedía como tal del denominado «interior» del país: Andrés Lima, intendente de Salto (departamento al noroeste) desde hace nueve años.
Los quince años de gobierno lastraron la candidatura del FA en los comicios de 2019. Sin embargo, en este último lustro fuera de la presidencia, sus miembros han estado marcados por un período de introspección, de reflexión. Esto último no ha implicado caer en posiciones residuales, ya que el Frente Amplio se ha posicionado como el principal actor de la oposición política y además sus bases han actuado como eje de propulsión. La caracterización de partido «anfibio» de Lanzaro sigue teniendo vigencia, es decir, una fuerza con una notoria incidencia en la arena institucional y que mantiene a su vez arraigo en la sociedad uruguaya.
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