¿Mayor natalidad conservadora?: sus impactos en el futuro político de España
En línea con lo que ocurre en otras democracias occidentales, la mayor natalidad de los conservadores podría generar cambios sutiles pero persistentes en España.
En Estados Unidos, la diferencia en el número de hijos entre conservadores y progresistas nunca había sido tan pronunciada. En 1980 ambos grupos tenían una media similar, alrededor de 2,7 hijos, pero hoy los conservadores se sitúan en torno a 2,4, mientras que los progresistas apenas alcanzan 1,8. Esto supone una brecha del 41% a favor de los primeros. La pregunta es inevitable: ¿puede una diferencia así transformar, poco a poco, el equilibrio político de un país?
En Europa la pregunta también está sobre la mesa. En 2024, Martin Fieder y Susanne Huber analizaron datos de 15 países con las encuestas SHARE y GGS y encontraron un patrón claro: allí donde las personas de derechas tienen sistemáticamente más hijos que las de izquierdas, ese diferencial puede ir desplazando gradualmente la composición ideológica de la sociedad hacia posiciones más conservadoras. No hablan de causalidad directa ni de genética probada, sino de un efecto composicional. Si la brecha de fecundidad se mantiene y existe cierta transmisión intergeneracional de actitudes, es lógico que aumente la proporción de conservadores en las cohortes más jóvenes.
¿Y qué ocurre en España? Si miramos el histórico del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), los datos muestran que, durante los últimos 30 años, quienes se sitúan a la derecha han tenido de forma constante más hijos que quienes se identifican con la izquierda. En 1996, la media declarada era de 2,62 hijos entre votantes conservadores frente a 2,36 entre progresistas. Casi tres décadas después, en 2025, la fecundidad ha caído en ambos bloques, pero la diferencia se mantiene: 2,06 frente a 1,87, lo que supone un 10% más a favor de la derecha. ¿Puede esa ventaja numérica traducirse en un cambio político a largo plazo?
La transmisión ideológica de padres a hijos
Los datos reflejan una correlación relevante entre la ideología de padres e hijos, de modo que aproximadamente un 30% de la variación en la posición política de los hijos está asociada a la de sus progenitores, mientras que el 70% restante obedece a otros factores. Esto pone de manifiesto que la transmisión ideológica no es un proceso simple ni automático, ya que crecer en un entorno conservador puede incrementar la probabilidad de que un hijo adopte esas ideas, aunque sin que ello suponga un efecto directo.
Esto significa que la mayor fecundidad de los conservadores por sí sola no basta para producir un giro político significativo. Sin una transmisión sólida de valores y un entorno que refuerce esas identidades, la ventaja demográfica se diluye y su capacidad de alterar el mapa electoral queda limitada.
Además, la fidelidad ideológica no es igual en ambos bloques. Los hijos de padres de izquierdas tienden a parecerse mucho más a ellos que los de derechas. Según los datos, un 76% de los hijos de familias de izquierdas mantienen la misma orientación política que sus progenitores, mientras que en el caso de las familias de derechas esta cifra se reduce al 52%. Esto sugiere que la izquierda no solo tiene una base demográfica diferente, sino también una retención intergeneracional más fuerte, mientras que la derecha, pese a tener más hijos de media, “pierde” a una parte importante hacia posiciones más centristas o incluso hacia la izquierda en la siguiente generación.
Sin embargo, esta última estimación se basa en una fotografía puntual de 2017, tomada en un momento de auge político de la izquierda, y no existen datos comparables más recientes. Esto limita en parte su alcance e invita a recordar algo fundamental: la ideología no es un rasgo estático. A lo largo de la vida, las personas pueden matizar, reforzar o incluso cambiar por completo sus ideas, y crecer en un entorno de izquierdas o de derechas no garantiza permanecer en ese mismo eje con el paso del tiempo.
Generaciones en movimiento
Si dividimos a la población española en seis grandes cohortes generacionales se dibujan patrones muy interesantes. La generación silenciosa ha seguido un recorrido claro hacia la derecha con algunos episodios puntuales de giro hacia la izquierda, mientras que la generación de posguerra se ha mantenido más estable en el eje progresista.
Los baby boomers también muestran una tendencia general hacia la derecha, aunque alrededor de 2015 experimentaron un regreso temporal hacia posiciones más progresistas. Por su parte, la generación X y los millennials son, en conjunto, los grupos más claramente situados en la izquierda del espectro, influidos en buena medida por el contexto político del 15M y sus consecuencias. En cambio, la Generación Z ha protagonizado en los últimos años un giro mucho más acusado hacia la derecha, un fenómeno muy comentado y analizado, en especial por la creciente derechización entre los hombres jóvenes.
En conjunto, estos datos son reveladores porque muestran que la evolución ideológica de las personas es mucho más dinámica y compleja de lo que suele creerse. No es cierto, al menos de forma universal, aquello de que “con la edad uno se vuelve más conservador”: solo se observa en algunas generaciones y, aun así, con altibajos y cambios de dirección dentro de un mismo grupo. Por eso, intentar predecir si en España una mayor fecundidad de la derecha acabará alterando el panorama político a largo plazo se convierte en un ejercicio muy complejo.
A modo de cierre
La idea de un «baby boom conservador» como motor automático de cambio político resulta atractiva pero simplista. Es cierto que en España, igual que en otros países, la derecha ha tenido históricamente más hijos que la izquierda. Sin embargo, la transmisión ideológica no es ni directa ni perfecta: solo alrededor de un 30% de la posición política de los hijos se asocia a la de sus padres y, además, la izquierda retiene a sus descendientes con más fuerza que la derecha.
A esto se suma que los ciclos políticos, los cambios culturales, las condiciones materiales y las trayectorias vitales de cada generación van modulando, corrigiendo o incluso invirtiendo las tendencias heredadas. Las cohortes muestran desplazamientos y vaivenes ideológicos que dependen del contexto y no de un destino demográfico.
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