Salvador Illa: una rara avis en la política actual
En unas campañas tan polarizadas, con debates tan crispados, donde la descalificación del otro es lo habitual, que un tipo como Salvador Illa gane unas elecciones es una excepción a la norma.
El comienzo de la campaña electoral estuvo marcado por la carta y «La Decisión» del 29 de abril de Pedro Sánchez, lo que provocó cambios significativos en el tablero político tanto catalán como español. Por otro lado, Carles Puigdemont se presentaba para volver a ser president, intentando salvar los muebles del independentismo y aglutinar el voto independentista. La campaña electoral resultó muy polarizada principalmente por las grandes diferencias ideológicas entre las formaciones políticas y en especial por el enfrentamiento entre Salvador Illa y Puigdemont, es decir, entre la búsqueda de la reconciliación y el que quiere volver a situaciones como el 1-0.
En una campaña electoral, cada detalle cuenta, ya que todo comunica. Durante los debates electorales, fue evidente cómo todos los candidatos dirigían sus ataques hacia Salvador Illa, otorgándole así una posición destacada como claro ganador de las elecciones, tal como indicaban las encuestas. La actitud de Illa durante los debates, su respeto hacia los demás candidatos sin importar su ideología, su presencia presidencial, su serenidad y la cantidad de propuestas realizadas contribuyeron a destacar su perfil político como posible president de la Generalitat. Durante este período electoral, Alejandro Fernández del Partido Popular (PP) introdujo sus mensajes con firmeza, mientras que Laure Vega, la número 2 por Barcelona de la Candidatura de Unidad Popular (CUP), se destacó por su compostura, su habilidad para hablar con sencillez y claridad, y por mantenerse alejada del ruido y las interrupciones que caracterizaban a otros participantes.
La campaña del PSC se enfocó en la proyección de la imagen presidencial de Salvador Illa, respaldada por un discurso centrado en la reconciliación y caracterizado por un tono serio y conciliador. Mientras tanto, la estrategia de campaña de Esquerra Republicana (ERC) pareció desviarse de su objetivo. Similar a lo acontecido en las elecciones generales del 23J, ERC nuevamente parece haber errado al identificar a sus adversarios en la campaña. Esto se debe a que aproximadamente la mitad de sus votantes expresaron preferencia por un gobierno tripartito junto al PSC y los Comunes. Sin embargo, la campaña más destacada fue la de Vox, a pesar del difícil contexto marcado por la irrupción del partido de Silvia Orriols, Alianza Catalana, y la posición del PP liderado por Alejandro Fernández. La cuestión de la seguridad, que cobró gran relevancia en la campaña, fue hábilmente capitalizada por Vox, que lideró este frente y lanzó la llamativa campaña «Garriga Airlines», captando la atención de los ciudadanos. Otro aspecto de los más destacados en esta campaña fue la música utilizada en los actos públicos de los partidos políticos.
Las elecciones no solo las gana el partido más votado, sino también aquellos que logran cumplir los objetivos establecidos. Iván Redondo, el ex jefe de gabinete de Pedro Sánchez y asesor de Salvador Illa en esta campaña, destacó en su artículo de La Vanguardia la importancia de los Objetivos Políticos No Identificados (OPNI) en estas elecciones, especialmente debido a la irrupción de Alianza Catalana en el panorama electoral catalán. Los primeros análisis de las elecciones reflejan el «efecto Sánchez» en estas elecciones, donde aquellas personas que se abstenían en las autonómicas en esta ocasión optaron por votar al PSC.
El partido que ha salido más beneficiado tras estas elecciones es sin duda el PSC, que ha logrado un resultado histórico. Este éxito deja al independentismo sin mayoría y contribuye al cierre de las heridas abiertas durante el proceso independentista. Por otro lado, Puigdemont y Junts se han posicionado como la principal fuerza independentista, dejando a ERC en una situación complicada, lo que llevó a la dimisión del expresident Pere Aragonès.
El PP, junto al PSC, ha sabido captar a los OPNI y ha obtenido uno de sus mejores resultados en Cataluña, superando a Vox y absorbiendo gran parte del antiguo electorado de Ciudadanos. Vox y Aliança Catalana han logrado buenos resultados con discursos agresivos, compitiendo por el mismo segmento de votantes. Por otro lado, la CUP y los Comunes han resistido, aunque han visto empeorar sus resultados, en parte debido a la fuerte competencia de Junts y el PSC.
En la situación catalana actual, un aspecto que suele pasarse por alto es la disolución gradual del eje tradicional izquierda/derecha en los últimos años. Si bien la división solía girar en torno a la cuestión de la independencia o el constitucionalismo, el panorama ha evolucionado notablemente. Esto es especialmente evidente con el ascenso del Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC), cuya estrategia de promover la reconciliación con Cataluña a través de medidas como los indultos y la amnistía ha tenido un impacto positivo y han sabido rentabilizarlo.
Los resultados recientes de las elecciones catalanas reflejan este cambio de dinámica política. Por primera vez en la historia el PSC ha logrado obtener una victoria en términos de porcentaje de votos y escaños en Cataluña, apenas siete años después de los eventos del 1-O. Esta victoria representa un hito importante, ya que las fuerzas independentistas no han conseguido sumar una mayoría en el Parlamento catalán por primera vez en cuarenta años.
Los resultados electorales han dejado una situación en la que ERC debe elegir entre el apoyo al PSC u optar por la repetición electoral. De igual manera, ambas decisiones deberán gestionarse con cautela debido a la falta de un liderazgo en el partido y a las distintas posiciones de personas influyentes dentro del partido. Es difícil que Oriol Junqueras pudiera presentarse ante una repetición electoral en otoño debido a que no sería todavía amnistiado. Tanto Puigdemont como Illa van a presentarse a la elección de president, dejando en jaque a ERC ante cualquier decisión, ya que queda en una posición de segundo plano tanto en el aspecto ideológico de izquierdas con el PSC como del independentismo con Junts.
El PSC, mientras, manejará con calma las negociaciones, ya que ERC tiene que digerir sus resultados electorales. La primera batalla será la elección de la Mesa del Parlament, donde Illa aspira a conseguir la presidencia, aunque tendrá que negociar también con un PP catalán que no pondrá fácil su voto favorable. Las negociaciones en cuanto a la gobernabilidad en Cataluña será una entrecrucijada para el PSC y para el PSOE, ya que cualquier decisión tendrá repercusión en el gobierno central, debido a que tanto ERC como Junts no pondrán facilidades a la hora de la aprobación de leyes y presupuestos y dificultarán aún más la legislatura actual.
Estos comicios sirven al PSOE para ir con optimismo de cara a las europeas y un escenario más propicio que después de las elecciones gallegas. Los «cinco días de abril» y el resultado de las catalanas han cambiado el estado anímico de las bases del PSOE.
De ministro de Sanidad a las elecciones catalanas: el trayecto como candidato de Salvador Illa
Salvador Illa posee una sólida trayectoria de vocación pública desde sus inicios como concejal y alcalde en su pueblo natal, desempeñó un cargo bajo el gobierno socialista en la Generalitat en 2005 y ejerció como secretario de organización del PSC en Cataluña. Aunque su popularidad era moderada en Cataluña, fue su nombramiento como ministro de Sanidad lo que lo proyectó al panorama político nacional, enfrentando una de las crisis más significativas de la historia reciente: la crisis sanitaria desencadenada por la pandemia de la Covid-19. Su gestión durante este período tumultuoso no solo evidenció su habilidad para liderar en tiempos de crisis, sino que también lo consolidó como un referente confiable y competente en la esfera pública y política española.
La pandemia, con su carga de incertidumbre y urgencia, demandó respuestas rápidas y efectivas, e Illa se destacó por su manejo firme pero mesurado de la situación. Su enfoque basado en datos y su capacidad para comunicar de manera clara las medidas adoptadas por el gobierno contribuyeron a generar confianza entre la población española en medio del caos y la preocupación generalizada.
Pese a los desafíos de la gestión de una crisis sanitaria sin precedentes, logró salir reforzado como una figura política de relevancia nacional y específica de la política catalana. Su capacidad para liderar en momentos críticos y su enfoque pragmático lo convirtieron en una opción atractiva para aquellos que buscaban un liderazgo sólido y confiable en tiempos de turbulencia.
La irrupción de Illa en el ámbito político catalán tras su destacada gestión como ministro de Sanidad generó un notable interés en los círculos de análisis político. Su estrategia para posicionarse en las elecciones catalanas en 2021 como una figura de consenso y pacificadora en la política catalana, especialmente tras los momentos tumultuosos y agresivos vividos en la última década en la política catalana. Refleja una comprensión profunda de las necesidades de una región polarizada como Cataluña.
Presentándose en 2021 como un candidato transversal y de unidad, Illa se propuso como un gestor eficaz y una figura de paz comprometida con la justicia social. Su objetivo de desplazar temas como la independencia y el nacionalismo catalán del centro del debate político sin dejar atrás su identidad catalana, respondía a una estrategia hábil para redirigir la atención hacia cuestiones de interés colectivo. Esta táctica comunicativa fue recibida con atención y apoyo por parte del electorado catalán, aunque tras las elecciones catalanas de 2021 se conformó un gobierno de tendencia independentista liderado por Pere Aragonés (ERC) y respaldado por Junts y CUP. El PSC y Salvador Illa se alzaron como el partido con mayor respaldo popular en tales comicios, plantando una semilla de progreso y paz política en Cataluña, dejando una huella profunda en la política catalana que se vio reflejada en las elecciones del pasado 12 de mayo.
Tras la constitución del gobierno independentista en 2021, el PSC bajo la dirección de Salvador Illa adoptó una posición de oposición constructiva, delineando una estrategia basada en el diálogo y la colaboración. En lugar de enfrascarse en un enfrentamiento estéril, Illa y su partido optaron por enfocarse en los intereses comunes y las necesidades de todos los ciudadanos catalanes.
La astucia política de Salvador Illa se manifestó en su capacidad para interpretar el momento político con precisión y flexibilidad estratégica, incluso después de haber ganado las elecciones. Su decisión de adoptar una postura de oposición constructiva, a pesar de encabezar el partido ganador, evidenció su capacidad de lectura del momento político con una visión a largo plazo. Esta demostración de liderazgo reconoció la complejidad y diversidad ideológica de Cataluña, así como la necesidad de forjar puentes y promover la estabilidad social en un contexto político fragmentado.
Al optar por una estrategia de oposición que priorizaba el diálogo y la colaboración sobre la confrontación, Illa demostró una comprensión profunda de los desafíos y oportunidades que enfrentaba la sociedad catalana. Esta habilidad para navegar en un terreno político complejo y dinámico, sin perder de vista el bienestar colectivo, destacó la destreza y la visión de liderazgo de Salvador Illa en el panorama político catalán.
War room, el perfil político de Illa y una campaña para aprender
El War Room, también conocida como sala de guerra, es un término político que hace referencia a las reuniones donde se congregan las figuras más destacadas de una campaña electoral, incluyendo al candidato, su director de campaña, principales asesores, entre otros. En el caso del PSC, la sala de guerra estaba conformada por un grupo selecto de personas que desempeñaron roles cruciales en la toma de decisiones. Entre ellos se encontraban el ministro Jordi Hereu, Joaquín Fernández, Óscar García Saldaña, Javier Villamayor, José Luis Jimeno, Cristina Gónzalez, y Carles Martí, así como Pep Taberner y Lluïsa Moret, quienes ostentaban un poder decisivo.
Figuras destacadas como Jaume Collboni, alcalde de Barcelona, y Alicia Romero también desempeñaron un papel relevante en la dinámica de esta sala de guerra, siendo esta última una persona de confianza de Salvador Illa. Además, la asesoría de Iván Redondo fue fundamental, demostrando su profunda implicación en aspectos clave como el lema, tono, estrategia, mensaje, imagen, debates y calendario de la campaña.
La presencia de estos individuos en el War Room refleja la importancia estratégica que se le otorgó a cada aspecto de la campaña electoral, así como la determinación del equipo del PSC por asegurar el éxito y la coherencia en todos los frentes de la contienda política.
En consonancia con su estrategia de campaña de 2021, Salvador Illa ha mantenido una narrativa política que gira en torno a la conciliación, la paz y el progreso para Cataluña. Este relato ha sido respaldado por medidas tomadas por el Gobierno nacional liderado por Pedro Sánchez, como los indultos y, más recientemente, la propuesta de ley de Amnistía. Estos acontecimientos han reforzado la imagen de Illa como un líder conciliador, sensibilizado con las necesidades de la ciudadanía y alejado de asuntos como la independencia, que no son prioritarios para la mayoría de los catalanes. La implicación de Pedro Sánchez, quien también representa la conciliación en Cataluña, ha contribuido al éxito de Salvador Illa y ha reforzado su imagen presidencialista.
Esta coherencia entre discurso y acción ha consolidado la percepción de Illa como un actor político capaz de abordar los verdaderos desafíos que preocupan a la sociedad catalana. Su lema de campaña, «Força per governar», subraya su compromiso con la gobernabilidad efectiva y su capacidad para ofrecer soluciones concretas a los problemas de la región. Podemos observar que la campaña de Salvador Illa se caracteriza por un marcado enfoque presidencialista, enfatizando su liderazgo y su capacidad para liderar el gobierno de la Generalitat hacia un futuro de estabilidad.
Salvador Illa y su equipo han demostrado una notable capacidad para interpretar la realidad catalana y los cambios en el panorama político nacional. En un contexto donde España ha experimentado un desplazamiento hacia la derecha, con votantes inclinándose hacia formaciones ideológicamente conservadoras, Illa ha mostrado una aguda percepción de esta tendencia.
Una de las estrategias clave de su campaña ha sido enfatizar el tema del orden, una preocupación tradicionalmente asociada con la derecha política. Este enfoque se ha manifestado en propuestas concretas, como la ampliación del Aeropuerto del Prat, una medida que incluso provocó el adelanto electoral debido a la oposición de los Comuns.
Illa ha sabido construir un discurso transversal, logrando atraer a antiguos votantes de Ciutadans y captando también una parte significativa del electorado de izquierda, procedente tanto de ERC como de los Comuns. Esta capacidad para atraer a votantes de diferentes espectros ideológicos refleja una estrategia similar a la de Pedro Sánchez durante su etapa más moderada, coincidiendo con la influencia de Iván Redondo.
La habilidad de Salvador Illa para posicionarse de manera efectiva en el mapa electoral es un testimonio de su comprensión de las dinámicas políticas actuales y de su capacidad para adaptarse a ellas, logrando así ampliar su base de apoyo y fortalecer su posición en la política catalana y nacional.
Tras los resultados de las elecciones catalanas, Salvador Illa ha emergido como una figura prominente dentro del PSOE, consolidándose como uno de los principales líderes del partido a nivel nacional y al frente de un PSC revitalizado que recupera su posición como fuerza dominante en la política catalana. Con la ausencia de un liderazgo alternativo sólido a Pedro Sánchez, Illa se perfila como una opción futura para la secretaría general del PSOE, destacando por su enfoque presidencialista, moderado y dialogante, evocando la primera etapa de Pedro Sánchez en el gobierno con la influencia de Iván Redondo como jefe de gabinete.