Sucesiones presidenciales en México: del período de partido hegemónico a la democracia
La facultad del presidente para elegir a su sucesor era una práctica del presidencialismo del siglo XX, pero esta parece haber regresado con algunas otras características.
El pasado 4 de junio, se realizaron los comicios en Coahuila y Estado de México, los dos únicos estados que hasta el momento se mantenían sin alternancia. Esto cambió cuando el segundo fue ganado por la candidata morenista Delfina Gómez, terminando con 94 años ininterrumpidos del partido tricolor, mientras que Coahuila es la única entidad que se mantiene sin alternancia.
Estas elecciones fueron la última prueba para afinar la maquinaria política de los partidos rumbo a la renovación de la presidencia en 2024. Tan solo 48 horas después, el presidente Andrés Manuel López Obrador se reunió con gobernadores, aspirantes presidenciales y líderes del partido y con ello afinar los detalles para elegir al candidato/a de Morena para la presidencia.
Algunos ‘opinólogos’ presagian una ruptura en Morena, mientras que el oficialismo busca mantener la unidad y con ello gobernar otros 6 años el país. Sin embargo, la sucesión presidencial en la historia mexicana ha sido factor de confrontaciones, rupturas y malestares entre quien resulta ganador y los perdedores. Esto se debe a la cultura política presidencialista que tiene el país y que la transición democrática no ha podido eliminar.
Como usted diga, señor presidente
Tras la institucionalización del sistema político posrevolucionario, luego de 1934 la sucesión presidencial se convirtió en un ritual organizado para la Familia Revolucionaria, en el cual se pretendía mantener la unidad y eliminar todas las asperezas que pudieran presentarse, pues el presidente era el gran elector. Como expuso Jorge Carpizo en El presidencialismo mexicano el ejecutivo no era solo la cabeza de la Administración Pública, sino también jefe del partido, en ese entonces el hegemónico Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Esta doble función permitió que el mandatario mantuviera el control sobre el partido político, pues durante los años hegemónicos el PRI cumplía con dos funciones: 1) evitar que la sucesión se decidiera a través de las armas; y 2) conciliar los conflictos de una sociedad que estaba dividida en sectores. Incluso al hablar del partido tricolor y el sistema político mexicano, Andreas Schendler lo clasificó como un sistema autoritario y semi competitivo, pues aunque había partidos pequeños con nulas posibilidades de competir en condiciones de igualdad, se permitía cierto nivel de diversidad política, que controlaba el partido oficial.
En cuanto a las sucesiones presidenciales, uno de los ejemplos más emblemáticos fue la de 1940, cuando Lázaro Cárdenas pretendía impulsar a su sucesor el general Francisco J. Mújica para continuar con el proyecto revolucionario, no obstante, el contexto de la Segunda Guerra Mundial forzó a que un perfil más moderado y de centro asumiera la presidencia, Manuel Ávila Camacho. Como ha escrito Soledad Loaeza, la persona que ocuparía la presidencia debía responder a dos factores: a) mantener la estabilidad política a través del proyecto nacional; y b) llevar una buena relación con los Estados Unidos.
Para 1946 cuando el general Ávila Camacho terminó su mandato, se optó por un candidato presidencial civil, Miguel Alemán Valdés, pues desde la Revolución Mexicana todos los presidentes habían surgido de la milicia. Ahora bien, el traspaso del poder a los civiles, representó un cambio y molestia en el sector militar quien había encabezado el país las últimas tres décadas. Si bien con la presidencia de Alemán se inició la era civil del país, con ella vino del mismo modo el autoritarismo que caracterizó a México todo el siglo XX. Las sucesiones siguientes comenzaron a llevarse a cabo en paz y bajo las reglas no escritas del presidencialismo mexicano.
Pero para 1958, cuando el presidente Adolfo Ruíz Cortines estaba por terminar su periodo, surgió un nuevo término en el léxico mexicano, que es lo que se conoce como el ‘tapado’ o ‘tapadismo’. Este término surgió por un cartón del caricaturista Abel Quezada referencia a la sucesión presidencial, cuando la imagen una persona con una sábana en la cabeza comenzó circular y a partir de ahí se acuñó la frase “el tapado fuma delicados”, en relación con el entonces secretario del Trabajo, Adolfo López Mateos.
Desde 1958 hasta 1976 la sucesión presidencial no solo estuvo marcada por la estabilidad política, hablando sobre la garantía que tenían otros personajes políticos a permanecer en cargos públicos, sino también por la estabilidad económica que fue una variable a tomar en cuenta, ya que el peso mantuvo su paridad ante el dólar y con ello el crecimiento del país. En 1976, al término del gobierno de Luis Echeverría, se presentó la primera devaluación, sin embargo, el presidente pudo elegir al secretario de Hacienda José López Portillo para los siguientes años.
No obstante, el sexenio lopezportillista se caracterizó por un excesivo gasto público que terminó con la crisis de 1981-1982 la cual coincidió con la sucesión presidencial. De acuerdo con el libro La presidencia imperial de Enrique Krauze, López Portillo en la sucesión presidencial comentó que “si los problemas del país era económicos se optaría por Miguel de la Madrid, pero si estos eran político optaría por Javier García Paniagua”, sin embargo, por la crisis económica se optó por de la Madrid.
Hasta este punto, el sistema hegemónico comenzaba a derrumbarse, surgían expresiones opositoras, el pluralismo comenzaba a florecer y con ellos el panorama mundial comenzaba a globalizarse lo cual obligó a que México se abriera al mundo. Con la llegada de Miguel de la Madrid a la presidencia, se inauguró el periodo de la reducción del Estado, la liberalización económica y la implementación de la economía de libre mercado, el cual fue seguido por su sucesor, Carlos Salinas de Gortari (1988-1994).
Salinas de Gortari fue el candidato del oficialismo, pero para las elecciones de 1988 se enfrentó por primera vez a dos candidatos competitivos: por el PAN Manuel Clouthier y por el Frente Democrático Nacional Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del expresidente Lázaro Cárdenas. Este último salió del PRI como forma de protesta a la política que se había implementado en México. La salida de la Corriente Crítica del PRI representó la escisión de una parte importante del partido y que Manu Dobernier escribió “solo una ruptura en el partido oficial, puede generar una derrota al mismo”.
Aunque Salinas ganó las elecciones, hasta la fecha se comenta que fue gracias a un fraude electoral y la famosa caída del sistema, Cárdenas llevaba la delantera y por problemas meteorológicos el conteo de votos cesó y al volver Salinas llevaba la delantera. Independientemente de estos hechos, la debacle del PRI y del tapadismo o dedazo presidencial, la capacidad del presidente para designar a su sucesor, representaron en inicio de la transición a la democracia. Para 1994, Luis Donaldo Colosio Riojas fue el ungido por el sistema para ganar la presidencia, pero en su visita a Lomas Taurinas, Baja California fue asesinado lo cual obligó a que su coordinador de campaña Ernesto Zedillo Ponce de León asumiera la candidatura y se convirtiera en el último presidente del PRI del siglo XX.
Democracia y alternancia
La llegada de Zedillo al poder implicó una serie de reformas al sistema político como la de 1994 a la Suprema Corte, la autonomía del Instituto Federal Electoral y por primera vez el PRI no tenía la mayoría en la Cámara de Diputados. A finales de su periodo, cuando el presidente debía elegir a su sucesor, Zedillo declaró “el dedazo está muerto”, marcando la distancia entre el presidente y el partido oficial.
Cuando se realizaron las elecciones, el PRI perdió por primera vez la presidencia tras haber gobernado 70 años de forma ininterrumpida, la derrota del tricolor y la victoria del PAN con Vicente Fox representó la consolidación de la alternancia política y con ello el fin del dedazo o tapadismo político de la imposición de un candidato. Además, modificó las relaciones entre el Ejecutivo y el partido, pues con un instituto político en la presidencia, diversos columnistas, opinólogos y analistas que estaban ante la debacle del PRI, pero, como escribió Manu Dobernier, “abrimos lo ojos y el prinosaurio seguía ahí”.
Se pensó que la derrota del tricolor iniciaría su proceso de extinción, puesto que para el sexenio 2000-2006 no existía líder nato del partido (el presidente). Sin embargo, comenzó una reorganización del PRI y una formación de un esquema tripartita entre los gobernadores, legisladores y la cabeza del partido lo cual le permitió sobrevivir y evolucionar hacia un sistema plural y competitivo, integrado por otros dos partidos grandes y sobre todo a dos sexenios de Acción Nacional el de Vicente Fox ( 2000-2006) y el de Felipe Calderón (2006-2012).
La reforma estructural del partido le permitió mantenerse como fuerza política de oposición durante 12 años y luego contender con una candidatura de unidad para volver a la presidencia. Enrique Peña Nieto representó en 2012 una candidatura de unidad, pero que se distinguía de los antiguos mandatarios priístas por su juventud, la visión de mundo y la constante imagen de que abanderaba al nuevo PRI. Esta nueva cara del partido, estudiada por Francisco Cruz, se caracterizó por una ola de jóvenes que habían estudiado en el extranjero y que llegaron a los cargos más altos del país.
No obstante, desplazaron a los viejos perfiles priístas y con algunos otros tendieron puentes para hacerlos sus operadores políticos. El sexenio peñanietista (2012-2018) estuvo marcado por la inseguridad, o los actos de corrupción de varios perfiles del nuevo PRI como los ex gobernadores de Chihuahua, Veracruz y Quintana Roo, César Duarte, Javier Duarte y Roberto Borge respectivamente. Bastó un sexenio para que el PRI desgastara su nueva imagen y la sociedad mostrara un fuerte rechazo que se tradujo en la victoria de 2018, cuando Andrés Manuel López Obrador ganó la presidencia y que hasta el momento de escribir estas líneas el PRI solo gobierne dos estados, cuando en 2016 gobernaba cerca de 20 entidades.
La victoria de López Obrador y Morena representaron un cambio en el paradigma del país, pues por primera vez la izquierda ganaba el poder y sobre todo un partido de reciente creación (2014) llegaba a la presidencia. El PAN tardó 60 años en la oposición antes de ganar y el PRD nunca pudo hacerlo. Sin embargo, vale la pena analizar a Morena conceptualmente y luego el método planteado para decidir la candidatura presidencial.
Morena: nuevo partido, viejas prácticas
El partido oficial se enfrentará por primera vez a una sucesión presidencial, pues en 2018 sólo había un candidato y era el actual presidente. El politólogo Luis Javier Garrido considera que cuando un partido ha alcanzado el poder a pocos años de su creación, como es el caso de Morena, una de las pruebas más difíciles es enfrentar la sucesión del líder.
Otros estudiosos de los partidos políticos como Gianfranco Pasquino o Leonardo Morlino han hablado sobre los partidos personalistas. Estos se caracterizan por tener un bajo nivel de institucionalización, giran en la órbita de un líder carismático y están compuestos por diversas tribus o grupos con diversos intereses. Centrando el caso de Morena, el partido cumple con todas éstas características ya que sirvió como vehículo para que López Obrador alcanzara el poder.
Hay seis perfiles que buscan abanderar la continuidad del programa: 1) Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México; 2) Adán Augusto López, secretario de Gobernación; 3) Marcelo Ebrard, canciller; 4) Ricardo Monreal, senador; 5) Gerardo Fernández Noroña, diputado federal por el PT; y 6) Manuel Velasco, senador del Partido Verde.
Los aspirantes antes mencionados buscarán la candidatura de Morena para la presidencia, sin embargo, desde 2021, cuando el presidente López Obrador habló de las personas que podrían sucederle en el poder, varios de ellos comenzaron a recorrer el país aun cuando la ley electoral lo prohíbe. Morena comenzó a sentir los estragos de la carrera adelantada por la presidencia, debido a que la promoción de la imagen de la Jefa de Gobierno, a lo cual el canciller Marcelo Ebrard pidió condiciones equitativas para elegir al candidato.
El presidente tuvo que llamar a los diversos competidores a la calma y estableció que después de las elecciones en Coahuila y Estado de México, se establecerían las bases para definir al candidato. Los funcionarios dejaron los embates de lado y acataron el llamado presidencial, lo cual es una prueba de que el presidente también es jefe de partido, como en su momento ocurrió con el PRI.
La noche del 6 de junio, se reunieron con el presidente varias personalidades del partido, con el objetivo de establecer las bases para la persona que aspira a la candidatura presidencial. Sobre todo, porque un día antes Marcelo Ebrard anunció que renunciaría al cargo en el Gabinete para poder dedicarse a promocionar su imagen, lo cual obligó a los senadores Monreal y Velasco a pedir licencia, el diputado Fernández Noroña también solicitó licencia; mientras que la Jefa de Gobierno y el titular de Gobernación dejaron sus cargos el viernes 16 de junio.
El anuncio del Canciller generó presión hacia los otros aspirantes, por lo cual el Consejo Nacional de Morena sesionó el domingo 11 de junio, para poder establecer las bases del método de selección. En el documento leído por el presidente del Consejo y gobernador de Sonora, Alfonso Durazo,se establecieron las siguientes condiciones:
1) Las y los aspirantes deberán separarse del cargo a más tardar el 16 de junio.
2) Tendrán un periodo de precampaña para darse a conocer a la población y recorrer el país.
3) Cada uno de los perfiles elegirá 2 encuestadoras y estas serán sorteadas por tómbola para que elijan solo 4 de ellas.
4) El ganador de la encuesta se dará a conocer el 6 de septiembre de 2023.
Al analizar estas condiciones, el lector podría considerar que es un método nuevo para la designación de un candidato presidencial. Sin embargo, la principal apuesta para este método es mantener la unidad del partido rumbo a la presidencia. Por eso, también se han puesto las siguientes condiciones:
a) No habrá debates entre los aspirantes.
b) No acudirán a dar entrevistas a medios “ conservadores” que puedan generar una ruptura.
c) No habrá descalificación entre los aspirantes.
d) Para recorrer el país no podrán acercarse a grupos de interés y deberán respetar la austeridad.
e) Nadie podrá inmiscuirse, ni presidente, senadores, diputados o funcionarios de Morena para apoyar a ninguno de los precandidatos.
Si bien, las condiciones ya están expuestas para que los perfiles puedan iniciar su competencia por la candidatura, de acuerdo con las señales enviadas por el presidente hay un perfil favorito, que no mencionaré para evitar sesgos en el desarrollo del texto. Asimismo, el presidente ha enviado señales que unen el pasado con el presente, como el 18 de marzo cuando realizó su evento para conmemorar la Expropiación Petrolera declaró “no cometeré el mismo error que el General Cárdenas, quien eligió a un moderado (Ávila Camacho), en vez de quién garantizaba la continuidad (Mújica)”.
Otro factor para tener en consideración debe ser su formación política: el presidente ingresó al servicio público cuando gobernaron los presidentes Luis Echeverría (1970-1976) y José López Portillo (1976-1982), dos perfiles caracterizados por el nacionalismo mexicano radical y los tintes populistas en la forma de ejercer el poder. Durante esos dos sexenios se ejerció la designación directa del sucesor del presidente, por el coloquialmente dedazo y las formas en las que se jugaban las cartas en el tablero político. El presidente López Obrador es un conocedor del sistema político y un sagaz jugador de la política que ha logrado confundir a todos sus adversarios en lo que va de su mandato.
Dos escenarios para septiembre
Es necesario observar el desarrollo del método de selección de la candidatura presidencial, sin embargo, como politólogo considero que hay dos escenarios los cuales podrían confirmar mi argumentación en el texto. Estos son:
El presidente inclinará la balanza hacia algún perfil, pues Morena es el partido del lopezobradorismo, él es el líder y su carisma es lo que le ha permitido ganar en tantos comicios. Las bardas promocionales y recorridos por el país han servido para posicionar a los diversos perfiles. Aun así, el mapa político se ha pintado de pardo, color del oficialismo.
El líder carismático es el motor del instituto político, pues es una marca que la gente reconoce por sus frases e imagen. Mientras, Morena aún no logra consolidar un proceso de institucionalización completo que le permita competir por sí solo. Aunado a que otra prueba para un partido político es que éste subsista al retiro o la ausencia de su líder.
Si el objetivo del presidente es continuar con su proyecto de gobierno, necesitará que las y los aspirantes forjen simpatías propias, más allá de la presidencial. No es imposible, pero con un perfil popular como el de López Obrador necesitan darse a conocer y convencer a la ciudadanía de que son los mejores para continuar con lo que se denomina ‘Cuarta Transformación’.
Al igual que en los tiempos hegemónicos del PRI, hay un tapado, el cual figura dentro de los 6 perfiles que aspiran a la candidatura, pero está siendo protegido para que otros aspirantes reciban las críticas y éste pueda crecer.
Asimismo, el presidente llegó a comentar que no es una buena señal siempre que se vea a un candidato anunciado por todos lados, puesto que es indicio de una mala señal. Esta declaración podría quedar como una más del mandatario, sin embargo, hay ejemplos empíricos en la historia mexicana donde gobernadores y legisladores respaldaban a una persona, pero al final el presidente elegía a otro candidato y cerrar filas en torno al futuro presidente.
Como en la sucesión de 1958, cuando los priístas respaldaron al secretario Gilberto Flores Muñoz, pero el presidente Ruíz Cortines optó por Adolfo López Mateos. Si bien ya no son los mismos tiempos del siglo XX, hay prácticas que podrían mantenerse porque hacen sentir cómodos a los políticos conocedores del sistema político.
Los 6 aspirantes han dejado ya sus funciones de gobierno y de legisladores para iniciar sus tareas proselitistas. La única certeza es que la carrera por la candidatura del oficialismo ha iniciado, mientras que la oposición ha dicho que el 26 de junio hará público el método para elegir a su abanderado en 2024.
Firma invitada - Sebastián Godínez Rivera es politólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México. Trabaja como analista en un Think Tank y es columnista en Latinoamérica 21.
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