Un Partido Republicano sin rumbo
Mike Johnson es el nuevo presidente de la Cámara de Representantes. Sin un rumbo claro, los representantes republicanos tardaron tres semanas en elegir al sucesor de Kevin McCarthy.
Al más puro estilo de los idus de marzo, el pasado 3 de octubre el republicano Kevin McCarthy era depuesto como presidente de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. La moción salió adelante gracias a los votos favorables de los demócratas y de ocho republicanos disidentes. Pese a los 210 en contra, el “sí” contó con el apoyo de un mayor número de representantes, 216, y provocó que McCarthy fuese el primer presidente de la Cámara en ser destituido.
Diez meses después de que éste asumiese, el congresista Matt Gaetz de Florida encabezó una rebelión al no compartir el plan de McCarthy de valerse de los demócratas para evitar el cierre del Gobierno. En la facción ultra, obcecados en la austeridad presupuestaria, no sentó bien que se aplicase una prórroga de 45 días en la que no se realizasen recortes para una serie de partidas presupuestarias. Una vez presentada la moción de censura, el Partido Demócrata tenía en sus manos la posibilidad de salvarlo. Ahora bien, no fue contemplada por los representantes demócratas, puesto que no era su responsabilidad y en septiembre el hasta entonces speaker había aceptado que se iniciase una investigación en el Congreso contra el presidente Joe Biden como previo paso al proceso de impeachment.
De este modo, Patrick McHenry asumió temporalmente como presidente hasta que la Cámara de Representantes eligiese al sucesor de McCarthy. El nombre de McHenry aparecía el primero en la lista secreta que fue escrita por McCarthy en caso de irse o ser depuesto del cargo.
Tres semanas se necesitaron finalmente para elegir al nuevo presidente de la Cámara Baja del Congreso. El trumpista Mike Johnson pasó de mantener un perfil de bajo rango a hacerse con el mazo. Tendrá que cuidarse para que no se repita un nuevo motín.
Para comprender cómo se ha llegado a dicha situación tan anómala, es preciso hacer una reconstrucción que comienza con los resultados de las elecciones de medio mandato y que después pasa a analizar los términos en los que McCarthy llegó a la presidencia. Asimismo, se aborda lo ocurrido en el lapso de tres semanas hasta que se acordó el nombre de Johnson y se termina dando unas cuantas consideraciones acerca de ese futuro incierto que se cierne al interior del Partido Republicano.
La "marea roja" que no llegó
Antes de celebrarse las elecciones de medio mandato, las perspectivas de victoria de los republicanos en la Cámara de Representantes se habían potenciado mediante el famoso gerrymandering, que es la manipulación de los distritos electorales, aunque esta ventaja no era tan grande como en anteriores ocasiones. Por lo general la historia nos decía que el partido del presidente en ejercicio perdía escaños en la Cámara de Representantes a mitad del mandato. Este patrón no era tan consistente respecto al Senado.
Las midterms del 2022 estaban programadas para el 8 de noviembre. En ellas se elegían los 435 asientos de la Cámara de Representantes, 35 de los 100 escaños del Senado (34 de Clase 3 más uno vacante de otra clase) y los gobernadores de 36 estados y tres territorios.
Yendo a los resultados, el Partido Demócrata pudo mitigar las malas perspectivas electorales que tenía, manteniendo el control del Senado, lo cual era un punto importante para la administración Biden a la hora de su capacidad para aprobar leyes. Mientras, en la Cámara de Representantes aunque los republicanos se hicieron con el control, en ese momento se preveía que las divisiones internas podían afectar a la integridad del partido. La “marea roja” de la que se hablaba en los días previos no fue tan fuerte como se esperaba. En el Partido Republicano se necesitaba una reflexión porque la coyuntura de estas midterms les era muy favorable.
Respecto a la Cámara Baja, si bien los republicanos disponían de una mayoría de 222 escaños, no existía un consenso en torno al aspirante a presidir la Cámara. Una semana después de los comicios de medio mandato, Kevin McCarthy, representante de California y anteriormente líder de la minoría republicana, ganó la nominación ante Andy Biggs, quien contaba con el respaldo de la facción ultraderechista House Freedom Caucus alineada con Donald Trump.
Desde un principio, el representante californiano no disponía de los votos necesarios para convertirse en el próximo presidente y es que había congresistas que no lo apoyaban y otros que eran escépticos. La conferencia republicana estuvo marcada por la fractura. Así, cuando se tiene una mayoría tan escasa, el liderazgo se convierte en sumamente difícil.
Por el contrario, los demócratas, a pesar de perder el control de la Cámara de Representantes, demostraron que existía unidad en el seno del caucus con el cambio generacional que se llevó a cabo en los puestos de liderazgo. El representante Hakeem Jeffries de Nueva York fue elegido sin oposición nuevo líder de los demócratas en la Cámara, tomando el relevo de Nancy Pelosi.
Un frágil mandato
Como funcionario de mayor rango de la Cámara de Representantes, el presidente es la tercera autoridad de Estados Unidos, ocupando el segundo puesto, después de la vicepresidencia, en el orden de sucesión del presidente en caso de muerte o incapacidad. Dado que en 2023 se constituía el nuevo Congreso, su elección estaba programada para el 3 de enero. Hasta que no se eligiese tal puesto, la Cámara Baja no podía llevar a cabo otro asunto, por lo que no había un límite de rondas.
La elección del presidente de la Cámara se realizaba por votación nominal pública, requiriéndose una mayoría simple del 50% de los votos emitidos por ambos partidos. Con la situación antes señalada, se preveía que iban a realizarse varias votaciones, algo que no sucedía desde 1923.
McCarthy llegaba a la elección sin un consenso total en el seno del Partido Republicano. Eso sí, contaba con el respaldo del expresidente Donald Trump y previo a la elección había hecho ya varias concesiones para ganarse el apoyo de sus detractores. Sin embargo, la primera ronda mostró que la elección sería larga y que aquellos republicanos inconformes con la figura de McCarthy no lo iban a poner fácil.
Pasaban las rondas y el clima se iba tensionando progresivamente. No obstante, un día después de que se cumpliese el segundo aniversario del asalto al Capitolio, Kevin McCarthy conseguía la ansiada presidencia de la Cámara de Representantes. La elección del 2023, con un total de quince rondas, se convirtió en la más larga desde 1859.
Desde el instante que se convirtió en presidente, su poder iba a ser menor al de su antecesora, Nancy Pelosi, ya que lo que le aseguró el martillo fue el aceptar que cualquier legislador pudiese pedir su destitución en cualquier momento. Por tanto, con un liderazgo tan frágil, los republicanos ultras disponían de la capacidad para tensionar la situación con facilidad. Solo había que recordar que los anteriores dos presidentes republicanos de la Cámara, John Boehner y Paul Ryan, dejaron el puesto tras las disputas que mantenían con sus colegas más escorados a la derecha.
El elegido
Al quedar vacante la tercera autoridad de Estados Unidos, la Cámara de Representantes no reanudaría sus funciones hasta que se eligiese un nuevo speaker. Los republicanos, con el actual equilibrio de fuerzas, sólo podían permitir la deserción de cuatro oradores.
Cuando se inició la búsqueda de un nuevo líder, alguno propuso para ocupar tal puesto a Donald Trump y es que en la Constitución no se explicitaba que el presidente tuviese que ser miembro de la Cámara del partido mayoritario. Sin embargo, esta opción quedó invalidada debido a que en el momento actual Trump enfrenta cuatro delitos graves y las reglas del Partido Republicano prohíben el liderazgo en la Cámara a las personas que estén bajo acusación de este tipo de cargos.
Entonces en un principio la carrera para tomar el relevo del californiano Kevin McCarthy se determinó que fuese entre los representantes republicanos Jim Jordan, de Ohio, y Steve Scalise, de Luisiana. Ambos se ubicaban más a la derecha de lo que estaba McCarthy, pero con ligeras diferencias. El primero era más cercano al ala dura, el House Freedom Caucus, y contaría con el beneplácito de Trump, y el segundo tendría más facilidades para dialogar con el sector más tradicional del Partido Republicano. La tarea que tenían era mostrarse como el mejor gestor de las divisiones internas.
Scalise, líder de la mayoría, se aseguró la nominación de su partido, pero al ver que no llegaba a los 217 votos requerido se retiró. El turno, ahora sí, pasó a Jordan, con el mismo cometido, lograr un punto común entre la diferentes facciones. El cofundador del Freedom Caucus sometió su candidatura a votación en el pleno hasta en tres ocasiones. Las tres rondas de votaciones resultaron fallidas, ya que el ala moderada se oponía a que un extremista presidiese la Cámara. De este modo, el grupo parlamentario republicano acabó retirando la candidatura de Jordan.
El nuevo elegido por los republicanos fue el representante de Minnesota y líder adjunto de la mayoría, Tom Emmer. La candidatura de Emmer no llegó a ser votada en el pleno debido a que la retiró. En este caso, el motivo fue que Trump se opuso a la nominación de este representante, así que no tenía mucho sentido que se llegase a someter a votación.
Después de que fracasasen tres candidatos por las fracturas existentes, la batalla sucesoria, que se prolongó por tres semanas, llegó a su fin con la elección el día 25 de octubre de Mike Johnson. El legislador de Luisiana obtuvo 220 votos y por tanto se hizo con el puesto que había quedado vacante con el derrocamiento de McCarthy.
Johnson tiene un perfil menor con respecto a Scalise, Jordan o Emmer. Aun así, este evangelista, defensor de posiciones sociales conservadoras, dispone de un total respaldo de Donald Trump. Tendrá que buscar un equilibrio para contentar a la emergente facción ultra y también a los republicanos del establishment. El reto más próximo que tiene es evitar un cierre del gobierno el próximo 18 de noviembre. Además, otro tema inminente al que tendrá que dar respuesta se vincula a la solicitud de fondos suplementarios del presidente Biden para destinarlo, entre otras cosas, a la ayuda a Israel, Ucrania o la seguridad fronteriza estadounidense.
Consideraciones sobre un futuro incierto
Nadie duda del impacto tan negativo que ha dejado entre los representantes republicanos lo ocurrido el 3 de octubre. En consecuencia, en el Partido Republicano parece no existir un legislador que pueda liderar con eficacia la Cámara de Representantes porque el perfil de Johnson responde a unas exigencias más de carácter cortoplacista.
La única pata del sistema político estadounidense que podía ser controlada por los republicanos se encuentra no sin timón, pero sí sin un rumbo claro. Pese a que una gran parte de legisladores republicanos pretendieron evitar esta situación problemática en la Cámara, la facción ultra va amasando mayor poder, sin tener la capacidad para saber cómo proyectar sus demandas. Vista esa espiral nihilista, el redactor jefe de Político, John F. Harris, no dudó en comparar hace unas semanas al Partido Republicano de la Cámara de Representantes con un estado fallido.
Tampoco la dirección de Mitch McConnell en el Senado puede colmar las expectativas. El estado de salud del líder de la minoría y las discrepancias de algunos senadores con su estrategia no le dejan de igual manera en una buena posición.
Entre tanto, las elecciones de 2024 se celebran en un año y el Partido Republicano no dispone de un margen de error considerable. Más allá de las presidenciales, que parece que va a ser una carrera entre Biden y Trump, estarán en disputa también una parte de las bancas del Senado como de la Cámara. Los republicanos cuentan con opciones viables de hacerse con el control de la Cámara Alta, pero las disputas internas no ayudan. La destitución de McCarthy y este caos generado puede dañar gravemente al Partido Republicano de cara a 2024.
En resumen, con o sin cuidado, el mandato de Kevin McCarthy dependía del sector ultra. Aunque se cuidase, su margen de maniobra era escaso al haber tenido que hacer varias renuncias para llegar a ser el speaker. Ahora bien, la PAC (Comité de Acción Política) que lideraba el exlíder republicano y la súper PAC que estaba alineada a su figura fueron dos potentes músculos financieros que contribuyeron en las campañas de varios de los representantes que el 3 de octubre le dieron la espalda y que en el pasado habían obstaculizado durante su elección para hacerse con el martillo del presidente. Esto es, era una operación política que llevaba diseñándose desde hace unos años, pero que, por ejemplo, no había procurado demasiado en poner la vista sobre el tipo de perfil al que estaba financiando.
Igualmente, no hay que olvidar que más allá de los juegos políticos, el panorama de desgobierno que ha predominado en la Cámara de Representantes puede acabar afectando seriamente en las vidas de un gran número de personas que subsisten gracias a los servicios gubernamentales, aunque tampoco es que ahora se vislumbre un horizonte prometedor con Mike Johnson y la agenda que busca implantar.