Venezuela: la profundización del autoritarismo competitivo
El chavismo-madurismo no dejará el poder a través de las urnas. La inhabilitación de candidatos es una forma de intimidar y avisar de lo que puede ocurrir a quienes desafían al régimen.
El calendario electoral de 2024 está marcado por diversos comicios en Latinoamérica y uno de los más esperados son las presidenciales de Venezuela. El país ha vivido desde 1999 bajo el chavismo, primero con Hugo Chávez (1999-2013) y luego bajo la administración de Nicolás Maduro (2013-actual). El país sudamericano atraviesa una crisis económica por la inflación de tres dígitos, crisis humanitaria por la migración de venezolanos y además política, ya que la democracia se ha ido erosionando bajo el yugo del autoritarismo.
A pesar de que se firmaron los acuerdos de Barbados para la celebración de elecciones en 2024 y un apartado estaba reservado para dejar competir a la oposición, esto no se cumplió. El 26 de enero el Tribunal Supremo de Justicia invalidó a la candidata opositora María Corina Machado, quien abanderaba una coalición de diversos partidos y organizaciones y de acuerdo a diferentes sondeos era la favorita para sacar al chavismo del Palacio de Miraflores.
En los argumentos que dio la autoridad, la invalidación se debió a que Machado apoyó las sanciones de Estados Unidos contra Venezuela y apoyó al asambleísta Juan Guaidó, quien en 2019 se autoproclamó presidente interino del país. Además, se le señala de apoyar el terrorismo y golpismo contra el actual ejecutivo. Sin embargo, en los hechos su inhabilitación se debió a una decisión política más que a un proceso judicial.
El Estado chavista
Venezuela ha dado mucho de qué hablar y escribir para los científicos sociales, desde lo que significó la llegada de Hugo Chávez al poder, la reforma constitucional y el cambio al sistema político, pasando por el socialismo del siglo XXI, y la profundización de los métodos de democracia directa. Por otro lado, Maduro nos ha obligado a cuestionar la salud de la democracia venezolana y su creciente autoritarismo en el país.
Recordemos que la colonización del Poder Judicial desde los primeros años de Hugo Chávez en la presidencia fue una señal de la amenaza de lo que venía. Los cambios en las provincias, la aparición de los Comités de Defensa de la Revolución Bolivariana, los cambios constitucionales y la persecución de la oposición tenían el objetivo de concentrar el poder. De esta manera, podría ser pertinente acuñar el término de «Estado chavista» por cómo su ideario se ha enquistado en cada parte de la estructura estatal, lo que hace difícil diferenciar entre el Estado, el partido político o el líder.
El oficialismo ha optado por continuar sofocando la democracia al impedir que ciertas candidaturas puedan contender por un cargo de representación, constituyendo una violación al derecho de libre asociación. Mientras, en el terreno democrático se transgreden los principios de imparcialidad, competencia y equidad. Es importante destacar esto porque los politólogos hablamos de la democracia y la crisis, sin embargo, el concepto no ha aterrizado en su totalidad.
La democracia venezolana en la encrucijada
Como dice el politólogo Adam Przeworski, para identificar la crisis de la democracia es necesario establecer ciertas condiciones que puedan ser verificables y a partir de ellas brindar un diagnóstico dependiendo del caso de estudio. Si la crisis se reduce a la democracia entendida como elecciones, votos y partidos, se encontrarán algunas variables, pero si se le agrega el factor social o económico el diagnóstico será más extenso.
En el caso de Venezuela es fácil identificar la crisis democrática y cómo se ha ido profundizando, pero sobre todo en el respeto a los derechos político-electorales, el sometimiento de la autoridad y la erosión del piso parejo para todos los competidores. Desde este punto, la pluralidad y la equidad son vulnerados, por ende, ya no se puede hablar de democracia, sino de «autoritarismo competitivo», término utilizado por Andreas Schedler para referirse a los países que celebran elecciones pero siempre gana un mismo personaje o partido.
Asimismo, la celebración anticipada o el posponer los comicios es síntoma de que la periodicidad se ha perdido, por lo que no existe una certidumbre para que los partidos registren aspirantes. Además, en Venezuela los comicios han perdido las condiciones de imparcialidad y certeza, puesto que a pesar de que muchos ciudadanos salen a votar, varios ya saben cuál va a ser el resultado final.
En ese sentido, la autoridad electoral no cumple con sus funciones de garantizar un voto libre e igualitario. Se ha perdido la esencia de las elecciones, que es tener incertidumbre de quién ganará pero la certeza de que el voto de cada ciudadano cuenta. Como podemos ver Venezuela, ha transitado a un autoritarismo competitivo, ya que se permite competir a candidatos que no tienen la posibilidad de ganar o que pertenecen a partidos ligados al oficialismo.
Por último, la inhabilitación de María Corina Machado es un elemento más para sostener que el país se aleja cada vez más de la democracia y se acerca al autoritarismo. El dejar fuera de la contienda a candidatos no es nuevo, un espejo de esto pasó en Nicaragua en 2022 cuando el régimen orteguista inhabilitó y persiguió a Violeta Chamorro, hija de la expresidenta Violeta Barrios, quien era la favorita para vencer al oficialismo.
En conclusión, el chavismo-madurismo se resiste a dejar el poder por la vía pacífica. Así, la crisis política seguirá profundizándose y posiblemente las elecciones de este año serán ganadas por Nicolás Maduro. Ante este escenario, la victoria oficialista carecería de legitimidad debido al antecedente de la inhabilitación, y por ende ya no se podría hablar de una democracia en la extensión de la palabra.
Lo más curioso es que pese a que aún no existe una fecha para los comicios, es sabido que posiblemente el país se mantendrá bajo el chavismo otro periodo más de gobierno.
Firma invitada - Sebastián Godínez Rivera es politólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México. Trabaja como analista en un Think Tank y es columnista en Latinoamérica 21.
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