Política exterior española: ejes comunicativos y estratégicos
Bajo la dirección de José Manuel Albares, la política exterior de España se ha renovado en términos comunicativos. Sin embargo, sigue adoleciendo de falta de visión estratégica a largo plazo.
El mundo actual atraviesa una fase de profunda reconfiguración geopolítica, marcada por la pérdida de hegemonía estadounidense mientras surgen nuevas potencias que cuestionan y desafían su influencia. Esta transformación ha acelerado la fragmentación de las reglas que sostuvieron el sistema internacional desde el final de la Guerra Fría. En el caso de Europa, la guerra en Ucrania ha evidenciado el retorno del poder duro como herramienta clave en la política internacional y ha sacudido los cimientos de la seguridad de esta parte del mundo. Paralelamente, la Unión Europea enfrenta el desafío de construir una autonomía estratégica, un concepto que necesita ganar fuerza tras la llegada de Donald Trump en su segundo gobierno, que ha redoblado las debilidades estructurales del viejo continente al depender del paraguas militar estadounidense.
Pero la guerra en un marco de tensiones crecientes ya no es solo un conflicto bélico. El escenario global se libra en múltiples campos: la batalla por la información, donde las campañas de desinformación y la guerra cognitiva moldean narrativas y desestabilizan democracias; la batalla económica, que actualmente ha cobrado mayor relevancia en el Norte global debido a la política arancelaria impuesta por Estados Unidos, refleja el intento de mantener su influencia frente a la creciente competencia de otras economías y que va a redefinir las cadenas de suministro y poner a prueba así la resiliencia europea; y la batalla tecnológica, que se presenta como el verdadero campo de competición estratégica del siglo XXI. La pugna por el control de tecnologías clave –como el 5G, o la inteligencia artificial (DeepSeek) y la computación cuántica– enfrenta a China y Estados Unidos, mientras India emerge como un actor ascendente.
En tanto, el Mediterráneo y Oriente Medio se consolidan como principales tableros geopolíticos. Por un lado, la rivalidad entre Marruecos y Argelia y el conflicto latente en torno al Sáhara Occidental como elementos clave para la estabilidad regional. Por otro lado, Oriente Medio sigue siendo uno de los principales focos de inestabilidad geopolítica global. Las tensiones históricas entre Israel y Palestina han mostrado una cara más terrible con el genocidio que se está produciendo en Gaza. En paralelo, las pugnas de poder en la región involucran a actores claves como Irán y Arabia Saudí, cuyas rivalidades definen las dinámicas de conflicto y cooperación en el golfo Pérsico. La reciente normalización de relaciones entre Israel y algunos países árabes no ha logrado pacificar una región atravesada por fracturas y conflictos de poder. Siria, a más de una década del inicio de su guerra civil terminó en diciembre con el derrocamiento de Bashar al-Assad, sigue siendo un campo de batalla donde se cruzan intereses de diferentes potencias, mientras la fragmentación de Irak y la inestabilidad en el Líbano subrayan la fragilidad estructural de la región.
España, en este contexto, busca consolidar su papel como potencia mediana con capacidad de influencia, especialmente a través de su papel en la Unión Europea y su relación histórica con el norte de África y América Latina. Al frente de esta estrategia se encuentra el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, quien ha destacado por combinar la diplomacia tradicional con una adaptación al nuevo paradigma de la diplomacia pública digital, apoyándose en plataformas como TikTok para acercar la política exterior a nuevas audiencias y redefinir la comunicación institucional.
La nueva comunicación digital en TikTok y Reels: un nuevo enfoque para la diplomacia española
La reestructuración del Gobierno realizada por Pedro Sánchez en verano de 2021 produjo cambios significativos en el seno de decisiones de Moncloa. Una de ellas fue el nombramiento de José Manuel Albares como Ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación sustituyendo a Arancha González Laya envuelta en diversas polémicas durante su mandato como la crisis diplomática con Marruecos, la acogida del líder del Frente Polisario, etc. Desde su llegada al ministerio, Albares ha implementado una estrategia de comunicación institucional y política que combina métodos tradicionales de diplomacia con una activa presencia en plataformas digitales. Esta aproximación busca acercar la política exterior a la ciudadanía y fomentar la transparencia en la gestión diplomática.
Sin duda, uno de los principales actores en la comunicación política del Gobierno español es el ministro Albares. Su labor comunicativa se ha caracterizado por un enfoque claro en la transparencia y accesibilidad de la información con el objetivo de acercar la acción institucional al ciudadano de manera directa y comprensible. Esta estrategia se enmarca dentro de una comunicación política moderna y adaptada a los tiempos actuales, con un uso destacable de las plataformas digitales, donde combina contenido educativo e informativo con un estilo cercano y dinámico.
En particular, la utilización de TikTok como canal de comunicación es una de sus apuestas más innovadoras. El ministro en su cuenta ha logrado crear una diversidad de contenidos que van desde vídeos explicativos sobre temas relacionados con la carrera diplomática, los requisitos de las oposiciones, hasta la explicación del uniforme diplomático. Lo más destacado entonces es su capacidad para estar presente en los momentos clave y lugares donde suceden cosas, asegurándose de que su participación sea visible a través de sus redes sociales y sea así percibido por la opinión pública. Este tipo de contenido no solo refleja una voluntad de acercar temas complejos a la audiencia general, sino que también pone de manifiesto una capacidad para utilizar formas de comunicación visual y auditiva, haciendo cercana su figura, generando un impacto directo en los jóvenes, segmento crucial en las plataformas sociales actuales.
El manejo de su comunicación no verbal y lenguaje corporal es otro aspecto relevante. Albares transmite una imagen de cercanía y profesionalismo, lo que hace que sus videos resulten atractivos y, sobre todo, efectivos para mantener la atención del espectador. La interacción con su audiencia a través de gestos y expresiones, junto con el formato ágil y directo de los videos, contribuye a crear un vínculo más personal y accesible con los ciudadanos, algo clave en la comunicación política digital de la actualidad.
Sin embargo, no todo es positivo en su estrategia comunicativa. Uno de los puntos débiles que ha sido señalado es la estructura y dinamismo de sus intervenciones en conferencias y actos formales. En términos de gestión de la atención en contextos discursivos, es esencial que las intervenciones no superen los 7 a 12 minutos, ya que el tiempo de concentración del público tiende a disminuir significativamente a partir de ese punto. Además, los primeros 30 segundos de un discurso son cruciales para generar una primera opinión y captar el interés del oyente.
Al tener un agenda setting tan variada en sus publicaciones, como se refleja en los datos recabados de las cuenta oficiales de Albares, se definieron una serie de variables e indicadores provenientes de estudios previos como los de García Beaudoux, D’Adamo y Bruni y Dearing y Rogers. El énfasis en la agenda política, que representa la mayor proporción de sus publicaciones, subraya la intención del ministro de visibilizar su actividad como ministro, destacando reuniones bilaterales, cumbres internacionales y decisiones en organismos multilaterales como la Unión Europea o Naciones Unidas. Estas publicaciones suelen acompañarse de mensajes que enmarcan dichas actividades dentro de los intereses de España y su peso en la política exterior global.
Por su parte, las propuestas programáticas (23,7%) sirven para reforzar la narrativa de un liderazgo orientado al futuro. Albares utiliza este espacio para detallar las prioridades de su gestión, como la promoción de acuerdos en el seno de la Unión Europea o el impulso de relaciones diplomáticas estratégicas con países clave, desde Estados Unidos hasta Marruecos. Estas publicaciones suelen estar respaldadas por referencias a iniciativas concretas o a compromisos que reflejan la alineación de su gestión con las líneas del Gobierno.
En tercer lugar, los logros (19,5%) ocupan un espacio destacado dentro de su agenda comunicativa, con publicaciones que celebran hitos de su gestión, como acuerdos bilaterales exitosos, avances en la respuesta humanitaria en Gaza o el fortalecimiento de la posición de España en la esfera internacional. Esta categoría se articula principalmente a través del storydoing, reforzando la percepción de eficacia y resultados tangibles.
Sin embargo, es notable la menor presencia de contenido asociado a la crítica (9,3%), a los valores e ideología (3%) o al humor (1,2%). Esta elección es coherente con la naturaleza de su cargo, donde el tono debe estar alineado con las exigencias de la diplomacia internacional.
José Manuel Albares, en definitiva, estructura su comunicación en redes sociales de forma que prioriza su actividad política e institucional, apoyándose en los logros alcanzados y las propuestas a futuro. Este enfoque busca consolidar su imagen como un ministro eficaz y centrado en posicionar a España como un actor relevante en la política exterior global.
Por otro lado, una de las grandes diferencias respecto a la comunicación con otros ministros es el empleo de diferentes técnicas narrativas en comparación con otros homólogos y ministros. Por ello, siguiendo los estudios de la comunicación mediante storydoing de Sarasqueta y de la comunicación a través de la narración de historias, o también conocido como storytelling, de D’Adamo y García Beaudoux y, por último, argumentos o datos comunicados por el ministro.
El análisis de las publicaciones de José Manuel Albares en redes sociales evidencia una estrategia comunicativa claramente definida, centrada en proyectar eficacia y cercanía mediante el uso de distintas técnicas narrativas. De conformidad con el segundo gráfico, la herramienta más utilizada es el storydoing (53,6%), que consiste en mostrar acciones concretas y resultados tangibles de su gestión. Dicha estrategia busca transmitir autenticidad y reforzar la imagen de un ministro activo y resolutivo, alineado con las demandas contemporáneas de transparencia y acción directa.
Le sigue el uso de datos y argumentaciones (32,8%), que dota a su discurso de solidez y credibilidad al respaldar sus mensajes con cifras y explicaciones detalladas. De esta forma, Albares busca justificar sus decisiones y contextualizar sus intervenciones dentro del marco internacional, en particular en cuestiones clave como la política exterior europea y las relaciones con el Magreb.
Aunque en menor medida, también recurre al storytelling (10,2%), una técnica más emocional que introduce relaciones personales o referencias simbólicas para generar mayor conexión con el público. El storytelling es particularmente efectivo para humanizar el mensaje y acercar al usuario a la dimensión personal del ministro.
Un ejemplo claro de su uso del storydoing son sus publicaciones sobre la repatriación de ciudadanos españoles durante crisis internacionales, como la reciente evacuación en Gaza. Albares suele acompañar estos mensajes con imágenes de los aviones y el personal diplomático implicado, subrayando los resultados concretos de la gestión del Ministerio de Asuntos Exteriores. Además, en temas europeos, como las negociaciones presupuestarias de la Unión Europea, sus mensajes suelen estar respaldados por cifras y logros tangibles, destacando la posición de España en el tablero comunitario.
Continuando con el storytelling, Albares ha recurrido igualmente a relatos simbólicos para fortalecer su conexión emocional con la audiencia. Por ejemplo, durante una visita oficial al Sáhara, compartió un mensaje recordando su infancia en Tánger, lo que le permitió acercarse a las sensibilidades históricas y culturales de la región. Este tipo de publicaciones aportan una dimensión más personal a su perfil institucional, complementando su imagen de gestor con la de un interlocutor humano y cercano.
En conjunto, la estrategia de comunicación digital de Albares combina acción, datos y relación, con una clara primacía de la acción sobre el discurso. Este enfoque le permite proyectar un liderazgo basado en los hechos, reforzando su perfil de gestor eficaz en el contexto de una política exterior marcada por la complejidad de las relaciones internacionales actuales.
La estrategia de España en política exterior: entre la dependencia multilateral y la ausencia de ambición geopolítica
A lo largo del siglo XXI, de acuerdo con los internacionalistas Isaías Barreñada y José Antonio Sanahuja, España ha pasado de ser un actor relevante en el escenario internacional, especialmente durante la ampliación europea y el auge de las misiones de paz en América Latina y el Mediterráneo, a ocupar una posición más marginal y reactiva. Tras años de pérdida de influencia, las sucesivas crisis económicas y las prioridades centradas en la política doméstica limitaron su capacidad de proyección exterior. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha intentado revertir esta tendencia, con una estrategia basada en recuperar el protagonismo internacional de España a través del multilateralismo y un discurso firme en defensa de los derechos humanos y la sostenibilidad global.
En el contexto de un orden internacional cada vez más fragmentado y multipolar, la política exterior de España bajo el liderazgo de José Manuel Albares ha estado marcada por el seguidismo estratégico, el pragmatismo de baja intensidad y una evidente falta de ambición geopolítica. Aunque el ministro ha intentado proyectar la imagen de una España activa y comprometida con la defensa de los valores europeos, en la práctica su gestión evidencia una subordinación a los intereses de los principales actores de la Unión Europea y de Estados Unidos, con decisiones que han provocado tensiones en el Mediterráneo occidental y que dejan a España en una posición secundaria en los asuntos globales más relevantes.
La postura española respecto al conflicto asimétrico entre Gaza e Israel es paradigmática de este enfoque de perfil bajo. En un principio, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, intentó posicionarse como el líder europeo en la defensa del pueblo palestino, pero no logró persuadir a grandes potencias como Francia o Alemania. En lugar de posicionarse como un actor capaz de cuestionar abiertamente las acciones de Israel, incluso en momentos de flagrantes violaciones del derecho internacional humanitario, España ha optado por plegarse a la narrativa dominante en la Unión Europea, limitándose a condenas genéricas y llamamientos a la paz. Albares, en su afán por evitar un choque diplomático, ha renunciado a ejercer una diplomacia de valores que situaría a España en una posición de liderazgo moral. En cambio, su estrategia parece destinada a no incomodar a sus socios estratégicos, lo que ha generado una profunda decepción en sectores de la izquierda política y entre las organizaciones pro derechos humanos, que esperaban un papel más contundente en la defensa del pueblo palestino.
Pero si el caso de Gaza refleja cierta tibieza, la cuestión del Sáhara Occidental representa uno de los episodios más polémicos de la política exterior reciente. En un giro histórico que rompe con décadas de consenso diplomático, el gobierno español reconoció de facto la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara, justificando este movimiento como una necesidad estratégica para estabilizar las relaciones bilaterales. Esta decisión, promovida y ejecutada por Albares, ha supuesto el no cumplimiento de la resolución de la ONU, abandonando al pueblo saharaui al igual que los principios del derecho internacional.
El coste diplomático ha sido considerable: la ruptura con Argelia, tradicional socio energética y estratégica de España en el Magreb, lo cual ha generado incertidumbre en un momento clave para la seguridad energética europea. Además, el reconocimiento de la propuesta marroquí de autonomía como “la base más seria y realista” para resolver el conflicto saharaui ha debilitado la tradicional posición española de neutralidad activa, deslegitimando décadas de esfuerzos diplomáticos por una solución justa y sostenible bajo el marco de las Naciones Unidas.
En el ámbito europeo, la guerra de Ucrania ha permitido a Albares reforzar la imagen de España como un socio confiable y plenamente alineado con la estrategia común de Bruselas y la OTAN. Desde el estallido del conflicto, el gobierno español ha apoyado todas las medidas de presión sobre Moscú, incluyendo las sanciones económicas, el envío de ayuda militar a Kiev y la adopción de una política de seguridad más robusta. Sin embargo, esta alineación estricta con la estrategia atlántica también ha evidenciado la limitada capacidad de España para ejercer un papel autónomo en la crisis. A diferencia de otros países europeos que han explorado vías diplomáticas complementarias, España ha renunciado a jugar un papel mediador que podría haberle otorgado mayor visibilidad e influencia internacional.
La reciente crisis diplomática entre España y Argentina ha abierto una nueva grieta en las relaciones bilaterales. El presidente argentino, fiel a su estilo incendiario, acusó al gobierno español de ser “cómplice del avance del socialismo global” y cuestionó la “intervención ideológica” de España en América Latina. Estas palabras, lejos de ser una simple retórica populista, encendieron las alarmas en el Ministerio de Asuntos Exteriores, que respondieron con una nota de protesta oficial, calificando las declaraciones de Milei como “infundadas y profundamente irrespetuosas”. La crisis, sin embargo, trasciende lo meramente discursivo y refleja las tensiones ideológicas entre el modelo ultraliberal de Milei y una España gobernada por una coalición de izquierdas. La gestión de José Manuel Albares, marcada por la contención y la diplomacia calculada, evitó una escalada mayor, pero evidenció las dificultades de España para lidiar con un nuevo actor disruptivo en la política latinoamericana, que promete agitar el tablero regional y romper con las dinámicas tradicionales.
En las relaciones transatlánticas, el vínculo con Estados Unidos sigue estando marcado por una lógica de dependencia estratégica. Albares ha apostado por reforzar el papel de España dentro de la OTAN, especialmente tras el giro que supuso la cumbre de Madrid en 2022, donde se redefinieron las prioridades de la Alianza Atlántica para afrontar amenazas híbridas y convencionales en el flanco sur. Sin embargo, más allá de la retórica del «compromiso mutuo», la realidad es que España continúa desempeñando un papel marginal en las grandes decisiones de la agenda transatlántica, subordinada a los intereses de Washington.
Esta situación quedó claramente reflejada en las declaraciones del expresidente Donald Trump, quien, en una de sus habituales provocaciones, llegó a afirmar que España parecía más cercana a formar parte de los BRICS que de la OTAN, debido a su escaso nivel de inversión en defensa. Aunque la afirmación podría considerarse hiperbólica, su mensaje tenía un destinatario claro: los países europeos que siguen sin cumplir con el objetivo del 2% del PIB en gasto militar. España, que apenas supera el 1,2%, se convirtió en blanco fácil de esta retórica, lo que evidencia una de las tensiones internas más significativas dentro de la OTAN: el desequilibrio entre el liderazgo militar estadounidense y el insuficiente compromiso de algunos aliados europeos.
La presión constante para elevar el gasto en defensa es parte de una estrategia más amplia desde la llegada (otra vez) de Trump a la presidencia para consolidar su control sobre la seguridad europea, especialmente ante el auge de China y la creciente influencia de los BRICS en el sistema internacional. Lejos de plantear una respuesta coordinada que defiende los intereses propios de Europa meridional, España ha optado por mantener un perfil bajo, dejando pasar la oportunidad de liderar un debate clave sobre el futuro de la seguridad europea. La ausencia de una voz diferenciada de Madrid ha reforzado la imagen de una España periférica, reactiva y siempre alineada con el discurso dominante de la OTAN, sin capacidad para articular una política exterior propia.
El equilibrio de la gestión de Albares en política exterior, en última instancia, ha de valorarse considerando las dos siguientes perspectivas. Si bien ha sabido mantener la estabilidad en un entorno internacional volátil, evitando crisis mayores con los grandes actores globales, este pragmatismo de baja intensidad también evidencia una falta de visión estratégica a largo plazo. España ha renunciado a ejercer un liderazgo autónomo y diferenciado en cuestiones clave.
En conclusión, durante el tiempo que José Manuel Albares ha encabezado el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación se ha podido observar un mejoramiento y cuidado del uso de las redes sociales. La nueva diplomacia digital combinando acción, datos y relación y predominando las acciones sobre los discursos le han supuesto llegar a un público más amplio y situarse como uno de los ministros con mejor manejo de las distintas plataformas gracias al uso principalmente de la técnica narrativa storydoing. Como lección, lo que no se comunica no pasa, es decir, es como si no sucediera. Y de esto, el ministro y su dircom saben mucho. Por otra parte, en el escenario de la actual reconfiguración geopolítica, España ha optado por una estrategia de multilateralismo y pragmatismo bajo la gestión de Albares, buscando reforzar su posición en la UE y la OTAN. Sin embargo, su enfoque reactivo ha limitado su capacidad de actuar como líder autónomo en cuestiones clave, por lo que el país se mantiene como un actor secundario en el panorama internacional. Así, la política exterior española se enfrenta a una disyuntiva: seguir gestionando su relevancia a corto plazo o arriesgarse a definir un papel más proactivo y estratégico en un mundo cada vez más fragmentado y multipolar.
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