¿Se puede perder con 33?
Sobre la mesa, las cartas: Argentina se acerca a su proceso electoral más incierto desde el retorno a la democracia, con un trío consolidado que pelea por llegar a la Casa Rosada.
Con las elecciones a la vuelta de la esquina, el panorama es, efectivamente, el más incierto desde el retorno a la democracia en Argentina. Una inédita triple pelea para ocupar el sillón de Rivadavia en octubre tiene a los bandos principales jugando sus cartas como pueden y tratando de sumar puntos para (intentar) gobernar.
Se fueron al mazo
Ante tanta fragmentación, discusión y dudas, empecemos por las bajas confirmadas: los últimos 2 presidentes en ejercicio, Mauricio Macri (2015-2019) y Alberto Fernández (2019-act) ya confirmaron su rendición. Cada uno presentó un discurso que alegó su decisión, aunque el trasfondo real tendría más correlación con la imposibilidad de cualquiera de los dos para mostrarse competitivos.
Macri, a quien un círculo cercano le endulzaba los oídos con la revancha, acumulaba referencias lingüísticas con la separación de su Primer Tiempo, y las razones que esgrimiría para un segundo, decidió estructurar su retiro desde la humildad. Le sacó provecho, además, a que el fracaso económico de la gestión actual pudo matizar con algo de rosado su estancia en la casa homónima.
Para Fernández, con un gobierno complejo y dividido, la cuestión se orientó bajo una épica: música emotiva, enumeración de dificultades y contrastación de lo intentado incluso en tiempos insólitos para la humanidad. Razón no le falta acerca de que le han tocado tiempos extraños, pero su batalla y remarcación del compañerismo militante chocan contra el internismo que marcó a su gestión, dificultando el abordaje práctico de las problemáticas económicas.
Cada uno con lo suyo, la realidad es que Fernández pasó de articular a los moderados junto al núcleo duro cristinista a quedarse con el “albertismo”: un equipo técnico de dirigentes con nula representación electoral. Mientras que, a Macri, el rechazo por fuera de sus zonas de confort (CABA, región pampeana y algún núcleo cordillerano como Mendoza) le preparaba un frontón detrás de la Avenida General Paz. Dudosamente tendrán más batallas, pero soldado que huye también sobrevive en casa. ¿Serán capaces de guardar las armas?
¿Se van o se quedan?
Algunos candidatos o potenciales competidores no aclaran su situación, tanteando el terreno y especulando con sus activos. Dialécticamente retirados, pero a diferencia de los anteriores, con la insistencia de diversos sectores que piden su participación.
En este grupo está la jugadora más importante: Cristina Fernández de Kirchner. En medio de las causas judiciales, su intento de magnicidio y sus peleas internas en la coalición oficialista, a la expresidenta aún la respalda un núcleo duro que podría representar, al menos, un 20%. Ya con la posibilidad de juntarse con un moderado agotada (y fracasada) la cuestión de ser o no ser es si optar por el retiro o volver a competir como su público le reza.
En la práctica de sus discursos elige la jubilación, mientras que su hijo, el camporista Máximo Kirchner1, representa la más dura de sus visiones económicas y políticas, con un modelo similar al practicado entre 2011 y 2015, que agotó a una sociedad que prefirió el cambio, que tituló la coalición macrista.
Sin pecera donde pescar, la última de sus variantes sería delegar, pero ¿será capaz? El gobernador bonaerense, Axel Kicillof, es quien mejor representaría su voto, pero la salida del bunker más grande del país pondría en riesgo un bastión fundamental. Además, tampoco está claro que tanto podrá salir a buscar fuera de la fortaleza de CFK.
En la zona gris, también se ubican algunos candidatos moderados y no tanto, que pregonan la salida de la grieta por arriba principalmente. Aquí juega un sector que, cuando llegue el día del amigo2, probablemente le suene fuerte el teléfono: la Unión Cívica Radical.
El histórico partido, devenido en una célula pequeña del gobierno cambiemita, se envalentonó en la ruptura bajo dos caminos: la radicalización de varios candidatos del PRO, atraídos por el surgimiento de Javier Milei, y la irrupción de Facundo Manes en el territorio bonaerense para hacer pie junto a los provincialismos que aún tenían poder como el jujeño Gerardo Morales, el correntino Gustavo Valdés y el mendocino Alfredo Cornejo.
De las variantes provinciales, el jugador más activo ha sido Morales, conduciendo el partido a nivel nacional e intentando fortalecer a su par porteño, Martín Lousteau. A pesar de haber declarado la intención de presentar un candidato puramente radical (incluso siendo él mismo), bajo las boinas blancas los pensamientos no estarían tan firmes. El trabajo para subir el precio de la devaluada UCR tras el pacto de Gualeguaychú se presenta como una alternativa viable para tener un lugar más preponderante en una coalición anaranjada.
Aunque no todos los referentes provinciales patean para el mismo lado. Los guiños centristas (¿Larretistas?) de Morales, chocan con la simpatía de Cornejo con Patricia Bullrich, la opción más radical dentro del PRO. Mientras que Manes aún es una incógnita, primero decidido a confrontar al núcleo macrista y, luego, más amistoso con el expresidente. ¿A qué equipo se suman?
El bando de los neutrales lo completan actores secundarios, la gran salida por fuera fue presentada por Juan Schiaretti, como máximo exponente de un peronismo federal y “no kirchnerista”, no parece acumular los apoyos necesarios para la aventura. Miguel Pichetto, apoyado por algunos espacios de derecha, pero que muy probablemente choquen con los límites de la pelea principal del PRO.
La última pregunta para los grises podría definir el espacio oficialista y el devenir de la carrera. El capitán de un barco que se mantiene a flote a fuerza de maniobras de salvataje: ¿Qué hará Sergio Massa?
Muy valorado por su gestión política de la economía en el momento más caliente, hay quienes lo envalentonan como el gran representante oficialista. Apoyado por la dueña del espacio, aún quedan dudas de si se arroja al barro o hace gala de su construcción para encabezar una oposición de cara a otro proceso. Sus intenciones negativas, al igual que en el caso de CFK, chocan con un cierto clamor que lo mantienen aún en el limbo. El ministro, sin dudas, definirá la posición oficialista.
Jugaron antes de turno
En contraste con los rendidos y los indecisos, algunos ansiosos candidatos están preparándose desde hace tiempo. Dos de ellos, protagonizan también la más feroz de las internas: Horacio Rodríguez Larreta, tempranamente armado desde la batalla por la coparticipación, y Patricia Bullrich, respaldada por el apodado “círculo rojo” y de mayor simpatía con lo que hoy piensa Macri desde las sombras, lo que también la acercaría a obtener la venia del expresidente.
Durante estos años en la oposición, construyeron visiones opuestas que, si bien coinciden en enfrentar al kirchnerismo, los han puesto a pelear por un sillón que parecen ver ganado sin haber jugado. A pesar de conformar un espacio amplio en dirigentes, se llevaron todas las luces, dejando atrás a otras opciones posibles como María Eugenia Vidal o el mismo Macri.
Una realidad que se contrasta con el oficialismo. Mientras que en la oposición varios se apuran a presentar boleta, casi como si el sillón estuviera de oferta, del lado del oficialismo hay pocos voluntarios. Las intenciones de Juan Grabois, aunque firmes, son poco prometedoras para el espacio, como también las ganas de revancha de Daniel Scioli, que apenas contaría con apoyos albertistas.
El tercero en discordia: la irrupción libertaria y los tercios consolidados
Para alcanzar este nivel de fragmentación, más allá de las internas en las coaliciones hegemónicas, fue necesaria la aparición del responsable de la ruptura de los pares fuertes, aun jugando con las salidas de la grieta: el libertario Javier Milei. Su espacio, La Libertad Avanza, irrumpió con fuerza sobre todo desde la Capital, con un 17% de apoyo en las elecciones legislativas de 2021 que le dieron al polémico economista su lugar en el Congreso.
Fundamentalmente mediático, pero también con un trabajo clave en el área digital, mediante su “incorrección” parece representar mejor que nadie el hartazgo de los ciudadanos frente a los espacios hegemónicos. A través de su adjetivo predilecto, la casta, se posicionó como un representante de los argentinos en contra de lo que nuclea todos los males que aquejan a la sociedad: los políticos.
Milei se convirtió en partícipe necesario de la agenda de la oposición y oficialismo, lo que terminó por consolidar su seria presencia en la pelea. Tomado en cuenta por Bullrich, coqueteado por Macri, algo más ignorado por Larreta, también impuso en el oficialismo la necesidad de encontrar una forma de abordarlo.
No solo es el fenómeno, sino como se relaciona ya en el campo. En su descripción de la construcción macrista ¿Por qué? Jose Natanson (2018) habla de una nueva derecha novedosa, que adopta conceptos y eslóganes propios de la izquierda. Mientras que, un paso más adelante, Pablo Stefanoni, a través de su pregunta ¿La rebeldía se volvió de derecha? (2021) aborda la expresión más radical, en la que se encuentra mejor representado Milei.
En sus escritos, ambos plantean que, a sus maneras, las derechas supieron hacerse de valores de la izquierda, abordándola y readaptándola a su conveniencia. En ese sentido, la pregunta en como la izquierda haría lo mismo, está la diferencia: ¿Ignorar? ¿Estigmatizar? ¿Atacar?
En este caso, el interrogante se abre a grandes rasgos no desde las posiciones ideológicas sino desde los bandos políticos. Así como Macri o Bullrich mostraron simpatías, CFK también le dedicó unas palabras recientemente. A esta altura, la descalificación solo fortalecería su discurso y la desestimación una grave falla de lectura.
Este episodio, que podría ser la subida definitiva al ring y la invitación formal a enfrentar a toda la “casta”, puede leerse también como la interpretación de que Juntos no es el único enemigo para CFK (y la coalición que lidera), sino que la confirmación de los tercios es un hecho. Empezando con un virtual 33% por bando, la cuestión es jugar entre todos los jugadores para mover los porotos3.
Volviendo al panorama nacional, para Milei y su interrogante por fuera de la Avenida General Paz4, ya sin José Luis Espert como aliado, su aventura bonaerense no es del todo clara. Dejar el botín más grande sin candidato perjudica al oficialismo, que hoy con la interna entre los candidatos del PRO, más la opción libertaria, tendría su bunker en buenas manos con Axel Kicillof.
Dejar vacía la provincia de Buenos Aires en un guiño al PRO, rompería claramente la ética “anticasta”, y evidenciaría algo que ya parecería estar sucediendo: la adaptación del espacio a las prácticas políticas. Es difícil profundizar en la definición de qué es un outsider, o un “antipolítica”, al empantanarse por su relación con los espacios tradicionales. Hasta el mismo Donald Trump llegó a la presidencia con la estructura del histórico Partido Republicano.
Viajando hacia los provincialismos, las primeras pruebas arrojan un fuerte negativo. Del bajo resultado en Neuquén con Carlos Eguía, al duro revés en La Rioja, donde nostalgia menemista entrelazaba a Milei y la familia riojana más famosa en la política argentina. Ahora, su otra gran esperanza es Tucumán, donde se relacionó con la familia Bussi a través de su candidato Ricardo, miembro de una dinastía política con medio siglo de historia en la provincia azucarera, con las elecciones recientemente postergadas por la Corte, con Milei apoyando a su delfín en el territorio.
Donde los provincialismos son fuertes, e incluso tienen partidos propios, como la misma Neuquén, Río Negro o Misiones, será aún más difícil de acumular adhesiones más allá de lo que represente su imagen nacional. Aquí es donde entran en juego las alianzas, práctica política que “ensucia” la ética libertaria. La estructura de una elección nacional obligará al economista, para plantear un proyecto federal, mezclarse con la casta.
Estos movimientos, sin embargo, gracias a la naturaleza unitaria del país, pasan algo desapercibidos. El ciudadano no politizado podría tender a desconocer completamente que sucede en otras provincias con sus actores regionales y, mediante la visibilidad de los candidatos más relevantes, ver el enfrentamiento en solitario del outsider frente al PRO y al Frente de Todos.
¿Cuándo se arman los equipos?
El truco, el característico juego de cartas argentino, se juega de manera individual, en parejas y hasta en tercios. A ningún jugador, a esta altura, los puntos le alcanzan para cortarse en solitario, por lo que tendrán que empezar a tantear como arman un equipo, y de cuantos jugadores será.
A pesar de las divisiones y la hiperfragmentación reinante, tanto los candidatos afirmados como los posibles saben que, por más diferencias que existan, el panorama obliga a las alianzas.
Aunque la experiencia frentetodista no grafica un buen ejemplo de convivencia coalicional, el armado de un nuevo equipo de gobierno con integrantes de diversos colores será prácticamente obligatorio nuevamente.
Desde el lado oficialista, el principal bunker sigue siendo el kirchnerista. Si bien sus versiones pueden matizar y acumular diversas visiones desde un justicialismo extremo como Máximo Kirchner, representantes como Wado de Pedro tienden un puente hacia otros espacios. Con las causas detrás, la idea de una CFK candidata choca el deseo de su séquito con complicaciones legales (más allá de considerarse proscripta o no) y la realidad de su alcance.
El mismo presidente analizó hace unos años: “con Cristina no alcanza, pero sin ella no se puede”, al referirse a una unidad que se consolidó unos meses después. Las dos partes de la hipótesis podrían rebatirse hoy. ¿Pesa más la garantía del piso que fija Cristina o estira el techo una opción oficialista bajo aires de cambio sin ella?
Hoy, en un ambiente que marcaría que hasta con ella no se puede, ¿cuán atractiva es una apuesta renovadora para un peronismo “no (¿tan?) kirchnerista”? Considerando que la siguiente opción con mayor orientación centrista es el dispositivo radical, tampoco sería una alternativa a descartar fácilmente. Una idea con estilo 2015, cuando el mismo Scioli parecía encabezar una candidatura sin muchas simpatías con la presidenta saliente.
La incertidumbre y desmanejos oficialistas también caracterizan esta carrera a la reelección del espacio. Apenas confirmado hace unos días, el retiro de Alberto se hizo oficial mucho más tarde de lo que algunos dirigentes lo tenían asumido puertas adentro. Sin mucho tiempo, la falta de candidatos fuertes y las dudas entre quienes se harán cargo de continuar este modelo consolidan un Frente de Nadie a menos de seis meses de la elección definitiva.
Del otro lado de la vereda, en contra posición al vacío, hay una sobre acumulación de ofrecimientos. Aunque el retiro de Macri descomprimió la situación, su apoyo seguía siendo el capital más disputado dentro del PRO. Decidido a romper el cascarón y liderar, Horacio Rodríguez Larreta no dudó en apostar a la tensión en una jugada que, por más que arriesgada, también le da un alto rango de ganancias.
De permanecer y triunfar en la interna, con un liderazgo renovado, respaldado y tensionado con otros dirigentes poderosos, Larreta se consolidaría como el dueño de los destinos republicanos. Luego del rechazo de Bullrich, su amiga Vidal y el mismo Macri a su descalce de urnas, más allá de fotos que intenten practicar una imagen de consenso interno, la apuesta de Horacio es un todo o nada para los próximos años más allá de octubre.
¿Qué hará Bullrich de perder la interna? Más cercana a posiciones extremas, la representante de los halcones demuestra más empatía con un programa libertario que larretista, algo que también Macri ha dejado en claro con expresiones que muestran un gusto compartido con el libertario por la dinamita política. A pesar de haberse desmarcado del economista, tanto para gobernar, como para posicionarse en caso de caer, las posibilidades de un acercamiento siguen latentes.
Con Javier Iguacel y Joaquín de La Torre moviéndose por la provincia, más el respaldo de Cristian Ritondo, el armador halconista no termina de cerrarle la puerta a los libertarios, mientras que prefiere desmarcarse del dialoguismo larretista, que en territorio bonaerense se disputa con Diego Santilli. Como siempre, los movimientos de PBA marcarán el pulso nacional, un desacuerdo entre todos los competidores, más una opción libertaria, le darían la llave de oro a Axel Kicillof.
En la Ciudad, el histórico bunker republicano, la pelea pasa por abrirle la puerta al radicalismo para garantizar su apoyo. El núcleo duro, con Macri a la cabeza, maniobra para incluir a su primo Jorge, a pesar de haber transitado su carrera política en la zona norte del conurbano. Horacio, que parecía entregarle las llaves porteñas a su amiga Vidal, luego de sus tensiones, posiciona a su ministro de Salud, Fernán Quiroz. Con exposición positiva tras la pandemia, a pesar de ser desconocido por otros jugadores, representa el legado puro larretista.
Con Acuña, de simpatía programática con Bullrich, fuera de la carrera, el otro candidato considerable es el mismo Lousteau. La acumulación de poder radical tiene, como uno de sus anhelos, la apertura de Horacio para la candidatura del exembajador en Estados Unidos y la pista para copar el distrito más opulento del país.
Este escenario representa, en las alas de los halcones, la peor de las alternativas posibles. Con un Frente de Todos que, más allá de un aceptable rendimiento de Matias Lammens en 2019, no representa una amenaza real y un candidato libertario, Ramiro Marra, que caerá considerablemente por el despegue de urnas, la Ciudad quedaría para el mejor de los republicanos.
Obedeciendo a la tradición unitaria, lo que pase entre la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires será el factor decisorio de la elección nacional. Con un justicialismo fuerte en el norte, más algunos puntos sueltos, el PRO ratifica su peso en el cinturón productivo del agro (la cuna de los dólares argentinos).
Cartas para todos, puntos repartidos y lugares que aún buscan nombre, los equipos definirán la posición del mazo. Por más que hoy seguir retrucándose, en un contexto de fragmentación total, las amistades serán obligatorias para gobierno que ocupe la Casa Rosada al cumplirse 40 años de democracia ininterrumpida.
Las alternativas se pueden armar a gusto: ¿Un oficialismo sin Cristina o re-kirchnerizado? ¿Un PRO rearmado o las aves se dividen el nido? ¿Milei va por la heroica contra la casta o asegura su protagonismo? ¿Habrá sorpresas? A falta de unos meses para inmortalizar la foto en las boletas de las PASO de agosto, todo está por verse.
📊 Los datos de apoyos, simpatías y posiciones ante los votantes están reflejados desde el estudio de la consultora Zuban del mes de abril, consultable aquí.
Firma invitada - Bruno Diforti es comunicador social por la Universidad Nacional de La Plata. Aficionado del mapamundi y la política internacional. Colaborador en la gestión del medio Politólogos al Whisky.
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“La Campora” es la organización de militancia política de mayor identificación con el kirchnerismo, fundamentalistas de CFK y el programa económico-político aplicado mayormente en su segundo mandato. Se destacan dirigentes como Mayra Mendoza, intendenta de Quilmes, o Andrés Larroque, ministro de Desarrollo de la Comunidad de la provincia de Buenos Aires. Máximo Kirchner es el principal exponente del ideario político de la agrupación.
El día del amigo se celebra el 20 de julio en Argentina, donde los llamados y saludos se extienden entre la mayoría de la población como una celebración popular.
En Argentina se utilizan porotos (o garbanzos) para el conteo de puntos en diversas competiciones, por lo que en la jerga popular acumular porotos es sumar puntos o, en este caso, votos.
La Avenida General Paz es la que separa legalmente los distritos de la Provincia de Buenos Aires (PBA) con la Capital de Buenos Aires (CABA), rodeando la ciudad autónoma.