Cambio de rumbo en el independentismo catalán
Los partidos independentistas catalanes han experimentado cambios orgánicos, de liderazgos y hasta procesos de refundación para acortar el ciclo de desmovilización que enfrentan en la actualidad.
En los últimos meses, hemos sido testigos de movimientos significativos en las fuerzas independentistas catalanas. Mientras Esquerra Republicana (ERC) complica su entendimiento con el Partido Socialista (PSC) para la aprobación de los presupuestos, tanto en la Generalitat como en el Ayuntamiento de Barcelona, sus dirigentes se reúnen con Junts en la «Casa de la República», sede del presidente del Consell per la República, Carles Puigdemont. ERC nunca ha participado activamente en estas «instituciones en el exilio», lo que subraya la relevancia de esta reunión. El encuentro concluyó con los líderes de ambos partidos, Oriol Junqueras (ERC) y Puigdemont (Junts), saliendo en un coche cuya matrícula hacía referencia al uno de octubre de 2017, día del referéndum de autodeterminación. Todo parece indicar que estamos ante un cambio estratégico en el rumbo del independentismo, con el objetivo de recuperar el terreno perdido.
La recesión después del auge
Durante la última década, el independentismo catalán alcanzó una fuerza inédita. Según datos del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), durante gran parte de este período, una mayoría considerable de catalanes se decantaba por la creación de un estado independiente, superando ampliamente a quienes preferían mantener el modelo autonómico actual o cualquier otra opción. Sin embargo, esta tendencia sufrió un giro significativo a principios de 2023, cuando las encuestas comenzaron a reflejar que la opción de seguir siendo una comunidad autónoma dentro de España se imponía como mayoritaria.
La pérdida de fuerza del movimiento independentista no solo se refleja en las encuestas. Las elecciones del 12 de mayo de 2024 confirmaron este cambio de ciclo: el independentismo no solo perdió la mayoría parlamentaria, sino también el respaldo mayoritario en votos. Pasó del 50,8% en el contexto excepcional de la pandemia a un 43,6% en 2024. En términos absolutos, el descenso es aún más contundente. Si en las elecciones de finales de 2017, convocadas tras la aplicación del artículo 155, el independentismo superó los dos millones de votos, en 2024 no llegó a alcanzar el millón cuatrocientos mil. Consecuentemente, el gobierno de la Generalitat también cambió de color, con un PSC más fuerte que nunca, que ganó por primera vez las elecciones catalanas tanto en votos como en escaños.
Este retroceso del independentismo también se refleja en las calles. Las manifestaciones del 11 de septiembre, organizadas por la Assemblea Nacional de Catalunya (ANC), han experimentado una caída drástica en la participación. Si en los primeros años del proceso independentista se acercaban a los dos millones de asistentes, en 2024 no lograron reunir ni a cien mil personas.
En definitiva, el independentismo catalán atraviesa actualmente su momento de menor movilización de la última década, habiendo perdido alrededor de 800.000 votos.
Nuevo ciclo… ¿con viejos liderazgos?
Está claro que el independentismo político enfrenta grandes retos. Han pasado de un contexto extremadamente favorable e inédito a uno de recesión, donde en cada contienda electoral pierden terreno. En este contexto, los tres partidos independentistas más importantes, Junts, ERC y la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), han intentado renovar sus cúpulas dirigentes. No obstante, los liderazgos no han cambiado significativamente.
Carles Puigdemont ganó la presidencia de Junts en el último congreso de los postconvergentes. El expresident de la Generalitat ya había ocupado este cargo anteriormente, pero dimitió en 2022 para dedicarse al Consell de la República y al Parlamento Europeo. Mientras tanto, Laura Borrás, expresidenta del Parlament, ocupó el puesto de presidenta del partido. En este último congreso, Puigdemont no tuvo oposición en la elección presidencial de Junts, ya que su candidatura junto con Jordi Turull, exconseller de la Generalitat, como aspirante a la secretaría general fue la única que se presentó, obteniendo más del 90% de los votos. Los cambios en Junts, por tanto, los encontramos en la dirección nacional del partido en su conjunto, donde 16 de las 31 personas que la conforman no estaban en la anterior dirección. Ahora bien, ¿será esto suficiente?
En tanto, el camino hacia una nueva ERC fue muy diferente al de Puigdemont, si bien el resultado podría haber sido similar. Las primarias republicanas estuvieron marcadas por la competencia y la rivalidad entre los candidatos. Las acciones políticas y las declaraciones oficiales de las tres candidaturas fueron tema de debate constante durante la campaña. La idea de renovación, la limpieza en la estructura interna del partido, los pactos con los socialistas y cómo recomponer el partido fueron cuestiones claves. A pesar de que dos candidaturas apostaban por una renovación de liderazgos (Foc Nou y Nova Esquerra Nacional), al final fue Militància Decidim, liderada por Oriol Junqueras, quien en segunda vuelta se llevó la victoria. El resultado mostró una organización dividida en dos, ya que Junqueras solo obtuvo el 52,2% de los votos. Cabe recordar que los republicanos pasaron de gobernar la Generalitat (primero en coalición con Junts y luego en solitario) a perder en las elecciones autonómicas de 2024 casi la mitad de su apoyo, siendo superados por Junts y cayendo a la tercera posición.
La Izquierda Independentista, con la CUP como paraguas electoral, tampoco se ha quedado atrás y ha pasado por un proceso de «autocrítica y debate», que ha sido definido por muchos medios como un proceso de refundación. Los anticapitalistas, aprovechando este proceso interno, también han renovado su secretariado nacional, compuesto por 15 personas. Además, por primera vez, se ha creado la figura de Secretario Nacional, algo que ha sido criticado por el sector más anticapitalista, que lo ve como un intento de verticalizar la organización, en contra del carácter asambleario que siempre la ha caracterizado. La CUP en los últimos comicios pasó de 9 diputados a 4, perdiendo la oportunidad de tener grupo parlamentario propio en el hemiciclo catalán (aunque, gracias a la cesión de un diputado de ERC, finalmente lo pudo tener). Además, en 2023 perdió toda representación en el Congreso de los Diputados, después de presentarse por segunda vez a las elecciones generales.
El retroceso electoral coincidió, como ya hemos mencionado, con una notable caída en la participación en los actos de la Diada, organizados por la ANC, cuyo poder de convocatoria había sido históricamente un termómetro de la movilización soberanista. Paralelamente, la ANC enfrentó un intenso debate interno sobre la posibilidad de presentarse como candidatura propia en esas mismas elecciones autonómicas, una discusión que expuso divisiones estratégicas y tensiones sobre su papel en el movimiento, y que finalmente rechazó para no dividir aún más el voto independentista. Este contexto de crisis se agudizó con el cambio de liderazgo en la organización, que culminó en la elección de Lluís Llach como presidente en junio de 2024, tras un proceso accidentado que reflejó las fracturas internas y la creciente influencia de Junts en la entidad. De hecho, tres de los cuatro altos cargos de la nueva dirección provenían del entorno de Carles Puigdemont, consolidando un alineamiento más estrecho con las estrategias de Junts. En cambio, ERC ha declinado participar en las dos últimas manifestaciones convocadas por la ANC el día de la Diada Nacional a raíz de la distancia estratégica que separa ambas organizaciones, algo totalmente impensable durante los años álgidos del procés.
Junts no frena
Junts se ha envalentonado en las últimas semanas, haciendo tambalear al gobierno de Pedro Sánchez. Desde la arriesgada propuesta de forzar al presidente del Gobierno a someterse a una cuestión de confianza hasta el punto de suspender todas las negociaciones «sectoriales» con el PSOE, eso sí, emplazándolos a nuevas reuniones para tratar cuestiones como la inmigración o el catalán en la Unión Europea. Sin embargo, desde las filas postconvergentes aseguran que en ningún caso negociarán sobre los presupuestos generales del Estado.
El presidente de Junts en una de sus últimas declaraciones desde Bruselas, afirmó que hay varias maneras de hacer caer un gobierno, más allá de una moción de censura (como el Partido Popular desearía en caso de que tuvieran los números). Realmente, a lo que se refería el expresident era a la responsabilidad política de Pedro Sánchez de convocar elecciones tras la pérdida de confianza con sus socios de investidura, así como al fracaso en la negociación presupuestaria. En otras palabras, Puigdemont apeló a la rendición de cuentas del presidente del Gobierno. Por si todo esto fuera poco, a finales de enero de 2025, los juntaires volvieron a bloquear un decreto ómnibus del gobierno de Sánchez. Este real decreto-ley adoptaba medidas sociales muy importantes, como la subida de las pensiones, la prórroga de las ayudas al transporte público, la subida del SMI o las ayudas para hacer frente a los estragos causados por la Dana en Valencia. Que se fragmenten las propuestas (es decir, evitar el carácter «ómnibus» de la propuesta), que se considere Catalunya como un territorio donde el coste de vida es mayor, y no votar propuestas “a ciegas” han sido algunos de los argumentos de Junts para votar en contra.
Nuevos movimientos en ERC tras la revalidación de Junqueras
Esquerra Republicana, con su nueva ejecutiva ya en funcionamiento, parece haber desatado una crisis negociadora en torno a la aprobación de los presupuestos de la Generalitat. Este conflicto llega tan solo seis meses después del pacto de investidura que permitió al candidato socialista y exministro de Sanidad, Salvador Illa, convertirse en presidente. En ese momento, el apoyo de los republicanos fue crucial para asegurar su elección.
Ahora bien, los movimientos estratégicos de ERC no se limitan al ámbito autonómico. En el plano municipal, el partido ha optado por aplazar el debate sobre una posible entrada en el gobierno del socialista Jaume Collboni. Además, ha reafirmado su posición al no respaldar los presupuestos del Ayuntamiento de Barcelona. En este caso, a diferencia del pacto autonómico con tintes de tripartito, Collboni logró la alcaldía mediante un acuerdo con los comunes y el Partido Popular, relegando a ERC a un papel secundario en la política municipal barcelonesa.
El carácter colaboracionista de ERC con el PSC, ya sea en el Congreso o en el Parlament, es evidente. Iniciativas como la mesa de diálogo, el acuerdo de claridad, los acuerdos presupuestarios y de investidura en ambas cámaras han evidenciado que ERC ha abandonado cualquier vía unilateral en la cuestión nacional, a diferencia de los otros partidos independentistas que, como mínimo en términos discursivos, no lo han hecho.
La presión de la ANC
En enero de 2025, la ANC aprobó su nueva hoja de ruta para los años 2025 y 2026, en la que reafirma su objetivo de impulsar una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) en el año 2028 aprovechando la celebración de elecciones autonómicas. La organización lo ha decidido como respuesta a la falta de avances hacia la autodeterminación. Este plan, que ha recibido el respaldo del 83% de los socios en una asamblea extraordinaria, prioriza la presión sobre las instituciones catalanas para que asuman un papel más activo en el proceso independentista y retomen un enfoque unilateral frente al Estado español, sin mencionar otro referéndum, y abogando por romper todos los pactos con los socialistas, ya sea en el Parlament de Catalunya o en el Congreso de los Diputados. La hoja de ruta también propone intensificar la movilización ciudadana y establecer alianzas internacionales para legitimar la causa catalana.
En relación con los otros partidos, y pese al ya mencionado acercamiento de la ANC con Junts, la realidad es que la ANC está siendo muy crítica con todos los partidos políticos soberanistas. “Puigdemont y Junqueras no deben seguir liderando sus partidos”, admitió Lluís Llach, actual presidente de la organización.
La amenaza de la ultraderecha independentista
Muchos expertos siempre han dicho que lo que sucede en el sistema de partidos en Catalunya adelanta lo que podría suceder en el conjunto de España en el futuro. La quiebra del bipartidismo en Catalunya comenzó en 2003, cuando los dos grandes partidos (Convergència i Unió y el PSC) perdieron votos y escaños, mientras los partidos más pequeños (ERC, Partido Popular e Iniciativa per Catalunya Verds) aumentaban su representación. Esta tendencia se agudizó hasta hoy, donde en el hemiciclo catalán están representadas fuerzas políticas en todos los espacios del doble eje catalán: el clásico de izquierda-derecha y el nuevo sobre la cuestión nacional, independentista-no independentista. La quiebra del bipartidismo en España llegó en 2015 con la entrada de Podemos y Ciudadanos, creando un nuevo eje español sobre la nueva y vieja política.
Lo que no esperaban los expertos era la entrada de una nueva formación de extrema derecha, convirtiendo al Parlamento de Catalunya en el único hemiciclo español con dos extremas derechas diferentes. La nueva es la independentista, que hoy representa Aliança Catalana (AC). Este partido surgió en Ripoll, una población gironesa, epicentro de los atentados terroristas del 17A en las Ramblas de Barcelona, por la influencia del imán de la población, Abdelbaki Es Satty, quien radicalizó a jóvenes vulnerables de origen marroquí en un entorno pequeño, aislado y con escasa supervisión institucional. Este partido, además de ser ferozmente antiinmigración, aboga, al igual que la ANC, por una Declaración Unilateral de Independencia. De hecho, una de las primeras iniciativas parlamentarias de AC, que entró al parlamento catalán en las últimas elecciones autonómicas con dos diputados, fue para levantar la DUI suspendida por Carles Puigdemont el 10 de octubre de 2017. Esta iniciativa recibió la abstención de Junts, saltándose el pacto del cordón sanitario a la ultraderecha firmado por todas las fuerzas, salvo el PP. El surgimiento de esta extrema derecha independentista se basa en el sentimiento de engaño de parte del electorado independentista hacia los partidos tradicionales del procés, la crisis democrática global, el crecimiento del populismo y el sentimiento antiinmigración a nivel mundial.
¿Qué pasará con el independentismo político?
A medida que el independentismo catalán atraviesa una etapa de redefinición estratégica, el panorama plantea interrogantes clave sobre su futuro. ¿Se agudizará la crisis electoral de los partidos independentistas tradicionales? Los datos sugieren que, sin un giro claro en su discurso y estrategia, seguirán perdiendo terreno frente a fuerzas emergentes como Aliança Catalana. Esto podría empujar a Junts hacia posiciones más derechizadas para frenar esa pérdida de apoyos, aunque ello podría aumentar la fragmentación del espacio soberanista.
En cuanto a la hoja de ruta de la ANC, su apuesta por la unilateralidad podría fortalecer su legitimidad ante sectores desencantados, pero a costa de tensiones con los partidos tradicionales. ¿Podrán estos actores converger en una estrategia común? La experiencia reciente muestra que la unidad parece cada vez más lejana. Por otro lado, el PSC, gracias a su enfoque pragmático y colaboracionista, podría mantener su fortaleza si logra consolidar su base social y gestionar con éxito su rol de liderazgo en Catalunya. De hecho, Salvador Illa ya está dando señales simbólicas posicionándose como el nuevo Jordi Pujol, quien estuvo al frente de la Generalitat durante más de 20 años. El independentismo encara, por tanto, una encrucijada: ¿será capaz de renovar su proyecto político o continuará siendo superado por una izquierda pragmática y nuevas derechas disruptivas?
Firma invitada - Àlex Abellán es politólogo por la UAB. Actualmente se encuentra cursando el Máster en Marketing Político: Estrategias y Comunicación Política en el ICPS. Con un especial interés en elecciones y sus sistemas electorales.
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