Daniel Noboa gana sin el reconocimiento del correísmo
Ecuador enfrenta un clima de polarización y desconfianza tras la reelección de Daniel Noboa, con denuncias de fraude y un futuro incierto para un país atravesado por un contexto de crisis.
La jornada electoral en Ecuador del 13 de abril de 2025 se saldó con la reelección de Daniel Noboa, quien logró superar a Luisa González con el 55,85% de los votos en un ambiente de alta polarización. Sin embargo, el proceso estuvo marcado por acusaciones de fraude, especialmente por parte del correísmo, que cuestionó la transparencia del escrutinio y denunció irregularidades en el uso de recursos públicos, la manipulación de actas electorales y el acceso restringido a observadores internacionales.
A pesar de las reacciones internacionales, que en su mayoría validaron la victoria de Noboa, la desconfianza en las instituciones ecuatorianas crece. Mientras el oficialismo se enfrenta a la tarea de consolidar su legitimidad, el correísmo deberá decidir entre seguir apostando por la confrontación o reinventarse para competir en el futuro. La situación política de Ecuador, marcada por una crisis de gobernabilidad y altos niveles de violencia, se perfila como un desafío crucial para la estabilidad del país.
La jornada electoral
Daniel Noboa y Luisa González llegaron al balotaje después de una primera vuelta de infarto, en la que, al principio de la noche electoral, parecía que Noboa se impondría con claridad. Sin embargo, conforme avanzaba el escrutinio, González fue acercándose progresivamente hasta quedar a solo 17 décimas del empate. Dado que ningún candidato logró superar la barrera del 50% de los votos, ni tampoco obtuvo al menos el 40% con una diferencia respeto al segundo de 10 puntos porcentuales o más, el domingo 13 de abril de 2025 Ecuador celebró la segunda vuelta de unas elecciones presidenciales marcadas por una alta participación ciudadana y una creciente polarización entre las dos principales fuerzas políticas del país. Con el 98,58% de las actas procesadas, el Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamó como ganador al presidente en funciones, Daniel Noboa, de Acción Democrática Nacional (ADN), con el 55,85% de los votos, frente al 44,15% obtenido por Luisa González, candidata del correísmo bajo el paraguas de Revolución Ciudadana (RC).
Según los medios ecuatorianos, la jornada electoral transcurrió con normalidad y sin incidentes relevantes, en un ambiente de orden y alta movilización ciudadana. Desde las primeras horas de la mañana, los centros de votación abrieron puntualmente y se observó una afluencia constante de votantes a lo largo del día, especialmente en las zonas urbanas. El proceso de votación se desarrolló de manera fluida, con mesas receptoras del voto operativas en todo el país y un despliegue logístico que garantizó el acceso al sufragio en las 24 provincias. El padrón convocaba a más de 13 millones de ciudadanos y la participación final se situó en el 83,76%. El cierre de las mesas se llevó a cabo con normalidad al final de la tarde y poco después comenzaron a llegar los primeros datos del escrutinio.
Un patrón presente en las tres últimas contiendas electorales
El correísmo se encuentra en una encrucijada crítica dentro de su trayectoria política: por tercera vez consecutiva, alcanzó el balotaje, pero no logró alzarse con la victoria. La tendencia parece repetirse: el correísmo avanza en la primera vuelta, pero no consigue cerrar la elección en la segunda. En 2025, a pesar de la euforia en su campaña y un resultado apretado en la primera vuelta, el movimiento no supo aprovechar ese impulso y terminó siendo superado nuevamente por Daniel Noboa.
Los números son contundentes: en 2021, Arauz vio un aumento del 39,6% en la segunda vuelta, pero su oponente Lasso experimentó un ascenso del 154,4%; en 2023, Luisa González obtuvo un incremento del 47,2%, pero Noboa creció un 126,8%. En 2025, el crecimiento de González fue solo de un 1,3%, mientras que Noboa experimentó un aumento del 26,7%. Los fieles votantes correístas ya no son suficiente. Pero, ¿qué justifica esta caída recurrente?
Según el politólogo y consultor argentino Ezequiel Parolari, el primer factor es el peso de la figura de Rafael Correa, que pasó de ser un líder carismático a un símbolo polarizante que resuena más como un fantasma que como un activo político. Las nuevas generaciones ya no votan con nostalgia, sino con la preocupación de evitar los errores del pasado. En segundo lugar, el correísmo fracasa en construir mayorías; no logra atraer a los votantes moderados, limitándose a su base. En un balotaje, ganar implica sumar, seducir, y el correísmo parece atrapado en su propio círculo. Además, el contexto de crisis de seguridad, con altos niveles de violencia y narcotráfico, hace que el discurso «refundacional» de Correa pierda vigencia frente a propuestas que parecen más enfocadas en el «orden posible». Por último, la marca Correa, que en su momento fue un motor electoral, hoy se muestra agotada. La nostalgia ya no atrae y hay una generación que no se identifica con la figura del expresidente ni con las promesas de retorno a un pasado idealizado. Parolari asegura que después de tres derrotas correístas en balotaje, estos se enfrentan a un cruce de caminos: reinventarse o permanecer en el eterno segundo lugar. Con estructura, pero sin relato nuevo; con fidelidad, pero sin ampliación; con votos, pero sin mayorías, el «mito Correa» ya no basta. En política, cuando el mito se convierte en un obstáculo, es momento de soltar.
Los hechos denunciados como fraude por parte del correísmo, más allá de los datos
La misma noche del domingo electoral, tras conocerse los resultados oficiales que confirmaban la reelección de Daniel Noboa, la candidata de Revolución Ciudadana, Luisa González, denunció públicamente un presunto fraude electoral. Afirmó que los datos no coincidían con lo que reflejaban tanto las encuestas preelectorales como los sondeos a pie de urna, de los cuales, según indicó, hasta once le otorgaban la victoria.
Esta discrepancia entre las expectativas generadas y el resultado final alimentó las sospechas dentro de su espacio político. González también subrayó un dato llamativo: en términos absolutos, su candidatura solo mejoró algo más de 150.000 votos respecto a la primera vuelta, con un crecimiento proporcional de apenas el 0,12%, algo inusual en una segunda vuelta presidencial, donde normalmente ambos candidatos tienden a sumar apoyos significativos.
El desconcierto en su entorno aumentó al considerar el respaldo explícito de Pachakutik, tercera fuerza en la primera vuelta con un 5,25%, así como el ligero incremento de la participación electoral y el contexto de extrema polarización, que hace poco probable un trasvase masivo de votos entre bloques antagónicos. Bajo estas condiciones, el correísmo considera que el resultado no refleja lo que, según ellos, era una tendencia favorable consolidada.
En el contexto de las acusaciones de fraude lanzadas por la candidata González la misma noche electoral, resulta clave entender qué se considera fraude electoral desde una perspectiva técnica e institucional. Según el Ministerio de Asuntos Exteriores de España, el fraude puede producirse en cualquiera de las tres fases del ciclo electoral: preelectoral, electoral y poselectoral.
En la etapa preelectoral, el fraude incluye la manipulación del censo (ya sea excluyendo votantes legítimos o incluyendo ficticios), las restricciones a la participación política mediante trabas administrativas o judiciales, y el uso indebido de recursos públicos en favor de una candidatura. Durante la jornada electoral, puede manifestarse en formas como la compra de votos, la coacción a los electores, la suplantación de identidad o la manipulación directa del proceso de votación (por ejemplo, con urnas adulteradas o software alterado). Finalmente, en la fase poselectoral, se identifica fraude en la manipulación del escrutinio, la imposibilidad de impugnar resultados por vías legales o la exclusión de observadores del proceso. Comprender esta tipología es clave para evaluar con rigurosidad la gravedad y la consistencia de las denuncias planteadas, más allá del ruido político y mediático que habitualmente las acompaña.
Desde la óptica del correísmo, el proceso electoral de 2025 en Ecuador estuvo marcado por una serie de hechos que, según denuncian, comprometen la transparencia del balotaje y configuran un posible fraude. En primer lugar, señalan el uso indebido de recursos públicos por parte de Daniel Noboa para su campaña, incluyendo fondos del presupuesto nacional, del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) y de gobiernos locales, como municipios y alcaldías. Esta presunta utilización de dinero estatal habría eludido los controles de gasto electoral. A ello se suma la denuncia de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) impidió votar a los ecuatorianos residentes en Venezuela, restringiendo así un derecho constitucional.
También se pone en cuestión la labor de observación internacional: si bien hubo misiones presentes, el correísmo asegura que se obstaculizó el ingreso de observadores considerados imparciales y que existió una militarización de las fronteras con el fin de evitar su entrada. En ese contexto, la sede del CNE fue fuertemente custodiada desde el día previo a los comicios, con presencia de tanques, alambres y fusiles, lo que fue interpretado como una forma de intimidación.
Otra de las denuncias centrales tiene que ver con una campaña digital de desinformación impulsada desde el entorno de Noboa. El activista español Julián Macías Tovar denunció la difusión de mensajes falsos contra González, que incluían imágenes de menores de edad, personas fallecidas y usurpación de identidades reales para sostener relatos calumniosos.
El correísmo, por otra parte, denunció que el CNE ordenó 18 cambios de recintos electorales en las horas previas a la votación, sin comunicarlo a tiempo ni advertir a la ciudadanía por medios oficiales, dificultando el acceso a la votación. A esto se sumó la declaración de un estado de excepción la noche del sábado, en vísperas del balotaje, que restringió la movilidad de actores políticos opositores, impidiendo tareas de organización y fiscalización electoral.
Hubo, igualmente, reclamos por la prohibición del uso de teléfonos móviles en los centros de votación, con el argumento de evitar extorsiones o amenazas. El correísmo lo interpretó como una medida para impedir la documentación de irregularidades. También reportaron el cierre anticipado de algunas mesas de votación, mayoritariamente en zonas donde el correísmo es fuerte, lo que habría afectado su caudal electoral. Por último, el secretario general de RC, Andrés Arauz, compartió imágenes de al menos seis actas electorales que no estaban firmadas por el presidente y secretario de las Juntas Receptoras del Voto, tal como exige el artículo 127 del Código de la Democracia. Todas estas actas, según denunció, favorecían a Noboa, lo que refuerza las sospechas de manipulación en los resultados.
Si las denuncias del correísmo sobre la elección fueran ciertas, varios de los hechos señalados podrían encajar dentro de diferentes tipologías de fraude electoral contempladas por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España. En la fase preelectoral, el uso indebido de recursos públicos para financiar la campaña de Noboa podría considerarse un abuso de recursos estatales. También la difusión de contenidos manipulados y campañas de desinformación encajarían en la categoría de manipulación informativa, al afectar el acceso del electorado a información veraz, libre y equitativa.
Durante la jornada electoral, varias acciones podrían interpretarse como obstrucciones directas al ejercicio del sufragio. Entre ellas destacan el cambio repentino de recintos de votación sin información oportuna, la prohibición del uso de teléfonos móviles, el cierre anticipado de centros de votación en zonas de voto correísta o el impedimento para que ecuatorianos en Venezuela pudieran ejercer su derecho al voto. Estas prácticas estarían orientadas a restringir tanto la participación como la fiscalización del proceso.
Finalmente, en la etapa de escrutinio, la existencia de actas sin firmas válidas de las autoridades de mesa podría representar una forma de fraude en el cómputo. La denuncia de que estas actas, presuntamente irregulares, beneficiarían al candidato ganador, agrava la sospecha de que se haya vulnerado la integridad del recuento final. En conjunto, si estas acusaciones fueran ciertas, estaríamos ante un patrón que afectaría estructuralmente a las tres fases del ciclo electoral: antes, durante y después de la votación.
¿Qué dicen los líderes y organizaciones internacionales?
Las reacciones internacionales han sido mayoritariamente de reconocimiento a la victoria de Daniel Noboa, aunque con matices importantes. Las misiones de observación electoral de la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos descartaron categóricamente la existencia de fraude, pero señalaron desequilibrios durante la campaña, como el uso de recursos públicos y la falta de licencia del presidente Noboa para hacer campaña, lo que podría haber afectado la equidad del proceso.
A nivel regional, líderes como el presidente chileno Gabriel Boric y el brasileño Lula da Silva felicitaron a Noboa por su triunfo, reconociendo la voluntad del pueblo ecuatoriano, y con la enorme importancia que unos líderes de izquierda como ellos le reconozcan la victoria. En contraste, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, anunció que tenían que esperar a la apertura de urnas, un reclamo de Luisa González, ya que, según la presidenta mexicana, puede haber irregularidades electorales importantes. Es importante señalar que México rompió relaciones diplomáticas con Ecuador desde el asalto a la embajada mexicana en Quito. Gustavo Petro, el presidente de Colombia, aseguró por sus redes sociales que “no hay elecciones libres bajo Estado de Sitio”. Por otro lado, el presidente venezolano Nicolás Maduro, sin la legitimidad internacional que tienen los otros mandatarios mencionados con anterioridad, denunció un «fraude horroroso» en las elecciones, alineándose con las acusaciones de la candidata perdedora. Estas posturas pueden no reflejar una división muy importante en la comunidad internacional respecto a la legitimidad del proceso electoral en Ecuador, pero son suficientes para no hablar de unanimidad a favor del proceso electoral totalmente limpio.
El futuro del país
A partir de ahora, Ecuador se enfrenta a una etapa particularmente compleja. La ratificación de Daniel Noboa en la presidencia, en un clima marcado por la polarización, la desconfianza institucional y las denuncias de fraude, dibuja un horizonte incierto tanto para el sistema político como para la gobernabilidad. Por un lado, el oficialismo deberá consolidar su legitimidad en medio de un ruido de fondo persistente, que podría erosionar su capacidad de acción si no se gestiona con transparencia y voluntad de diálogo. Por otro, el correísmo deberá decidir si profundiza su estrategia de confrontación o si inicia un proceso de revisión interna que le permita construir una alternativa creíble más allá del mito de Correa.
La tensión entre gobernabilidad y legitimidad será el eje del nuevo ciclo político. En un contexto de violencia, crisis económica y fragmentación social, Ecuador no puede permitirse una democracia capturada por la sospecha. Lo que ocurra en los próximos meses definirá no solo el mandato de Noboa, sino también el lugar que ocuparán las instituciones, la oposición y la ciudadanía en un país que aún busca un rumbo estable en medio de la violencia absoluta.
Firma invitada - Àlex Abellán es politólogo por la UAB. Actualmente se encuentra cursando el Máster en Marketing Político: Estrategias y Comunicación Política en el ICPS. Con un especial interés en elecciones y sus sistemas electorales.
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