Una nueva etapa de gobierno del Frente Amplio se abre en Uruguay
Al Frente Amplio no se le olvidó ganar. La derrota de hace cinco años no cortó las esperanzas de esta fuerza política de volver a la presidencia de Uruguay.
Al Frente Amplio no se le olvidó ganar. Tras cinco años ejerciendo como la principal fuerza opositora, la mayoría de los uruguayos optó en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales por el candidato frenteamplista Yamandú Orsi al imponerse frente a la fórmula Álvaro Delgado-Valeria Ripoll, representantes del Partido Nacional por la Coalición Republicana (anteriormente llamada Coalición Multicolor).
Las encuestas pronosticaban un balotaje más reñido. Sin embargo, la elección de Orsi como presidente de Uruguay y de Carolina Cosse como vicepresidenta se definió por un margen mayor de votos que en los comicios de 2019. Es decir, en 2024 el Frente Amplio obtuvo la victoria con una ventaja de 95.000 sufragios, mientras que en el balotaje de 2019 el presidente Luis Lacalle Pou (Partido Nacional-Coalición Multicolor) ganó con un margen de 37.000 votos. El triunfo del 2024 nos habla de un Frente Amplio resiliente, con la capacidad de mantenerse como un actor central de la escena política uruguaya, y es que la derrota de hace cinco años no cortó las esperanzas de este partido de volver a ser gobierno.
Una patrón que ha tenido una gran presencia en los distintas elecciones presidenciales celebradas en los países de América Latina es la incapacidad de los oficialismos para conseguir la reelección1. Con la victoria de Orsi, Uruguay también se ha sumado a este patrón. No obstante, ese hartazgo tan contundente que definió otros procesos electorales de la región no se observó en el caso uruguayo.
El Partido Nacional (PN) encaró el balotaje con el apoyo de la coalición que armó Lacalle Pou en 2019 y que se mantuvo durante su presidencia. Si bien en la primera vuelta compitieron por separado, de cara a la segunda vuelta el Partido Colorado, Cabildo Abierto y el Partido Independiente, además del Partido Constitucional Ambientalista, no solo dieron su apoyo a Álvaro Delgado (PN), sino que hicieron campaña junto con este candidato. De esta manera, Delgado era el representante de la Coalición Republicana (CR), convirtiéndose en un candidato competitivo ante el Frente Amplio (FA). Otro aspecto que permitía pensar una posible victoria del oficialismo era una transferencia de la popularidad del presidente de Lacalle Pou a favor de la CR a la hora de definir la contienda presidencial.
En la campaña del balotaje, Delgado buscó retener al electorado de la Coalición Republicana, mientras que la tarea de Orsi fue la de ampliar. Así, el candidato frenteamplista centró su campaña en interpelar a los votantes no alineados, que se repartían entre aquellos sectores de la población más alejados de la política y los que en la primera vuelta habían votado por otra fórmula o en blanco. Delgado tampoco podía perder de vista a este electorado, por lo que se dibujaba un panorama marcado por la moderación del discurso. Ahora bien, dado que es una dinámica que se suele observar en este tipo de contiendas, es oportuno señalar que apostar por discursos que apelen a mayorías no ha de significar una renuncia de la ideología, no son incompatibles. La moderación también es disputa, buscando traer a tu(s) adversario(s) a tus propios marcos. Como apuntaba la politóloga uruguaya Marcela Schenck, si la constante es moderar discursos y resignar ideología, “en el mediano plazo puede terminar alimentando la idea de homogeneidad de los actores del sistema político y acrecentando la distancia que vemos con la política institucionalizada, sobre todo en sectores jóvenes”.
Haciendo un análisis preliminar de los resultados del balotaje, se percibe que la candidatura de Orsi habría llegado más hacia ese votante no alineado, sumado a su buen desempeño en los departamentos del interior del país. Delgado, por su parte, pudo retener la mayoría del voto de los partidos de la CR, aunque no fue suficiente para lograr la victoria. En este sentido, la elección del 2024 muestra una vez más que la escena política uruguaya se define entre dos bloques claramente establecidos. En tanto en el espacio de la izquierda se encuentra dominado por el FA, en el espacio de la derecha se van generando cada vez más mecanismos orientados a la cohesión de los partidos de la CR.
La vuelta del FA a la presidencia entonces se producirá el próximo 1 de marzo de 2025 con la toma de posesión de Orsi. Uruguay volverá a tener un presidente del interior (no nacido en Montevideo), un hecho que no se da desde hace 100 años. El exintendente del departamento de Canelones inaugurará un nuevo ciclo de gobierno del Frente tras los quince años en los que estuvieron Tabaré Vázquez (2005-2010 y 2015-2020) y José “Pepe” Mujica (2010-2015) como presidentes.
Esta vez, en cambio, no dispondrá de mayoría en las dos Cámaras. En las elecciones de octubre, el FA logró la mayoría en el Senado (16 de 30 bancas), pero no en la Cámara de Representantes al obtener 48 de los 99 diputados. De cara a la aprobación de leyes, Orsi necesitará en la cámara baja el respaldo de dos diputados de fuera de sus filas. Si bien dicho panorama no se presume que sea tan adverso para la gobernabilidad del nuevo mandatario, plantea nuevos desafíos al sistema político uruguayo. De igual forma, se ha de considerar que en el régimen presidencial de este país el Parlamento no deja de ser una institución poderosa en la que el jefe de gobierno necesita apoyarse.
Por otro lado, otro punto a señalar referente a la gobernabilidad que tendrá Orsi es que tampoco hay que perder de vista, como destacaba el politólogo Adolfo Garcé, la relación de los diferentes partidos del FA con el futuro ministro de Economía y Finanzas, Gabriel Oddone. En los gobiernos anteriores del Frente, la cartera de Economía y Finanzas siempre tenía como titular a perfiles con posturas pro-mercado2 y esta vez no será diferente con Oddone al frente, lo cual alude a que no se espera un cambio abrupto con respecto al rumbo político tomado por la presidencia de Lacalle Pou. No obstante, el FA agrupa una heterogeneidad de sensibilidades, por lo que Oddone tendrá que enfrentar las resistencias provenientes del Partido Comunista y el Partido Socialista, que son las dos principales fracciones del ala más a la izquierda. Desde una perspectiva diferente a cómo Garcé planteaba tal cuestión, estos contrapesos, aun cuando no cuentan con la notoriedad del Movimiento de Participación Popular (MPP), son necesarios dado que si el FA mantiene su total dominancia en el espacio de izquierda uruguaya, es por su capacidad de abarcar a diferentes sectores políticos y eso lo consigue a través de mecanismos partidarios que permiten el disenso, sin necesidad de buscar la salida. Además, los estrechos vínculos del FA con la central sindical PIT-CNT llevan a pensar la necesidad de generar diálogos entre actores con distintos intereses.
Más de tres décadas pasaron hasta que el FA llegó a la presidencia por primera vez y ahora solo ha necesitado cinco años para regresar. Esa última etapa en la oposición estuvo marcada por un proceso de autocrítica, lo que le ha permitido seguir generando nuevas adhesiones y al mismo tiempo no ha sufrido fugas de ninguna de sus fracciones ni tampoco de su militancia de base. En consecuencia, este triunfo le permite al Frente volver a ocupar una posición prominente como una de las principales referencias gobernantes del progresismo latinoamericano.
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Danilo Astori, ministro de Economía y Finanzas durante los gobiernos de Vázquez y vicepresidente durante el gobierno de Mujica, fue el principal referente en esta parcela.