Comunicación de crisis frente a la retórica antipolítica y la desinformación: el caso de Óscar Puente
Óscar Puente ha destacado por su gestión de crisis a través del liderazgo, transparencia y comunicación constante, combatiendo la indignación política y sirviendo de ejemplo de cómo se podría actuar.
En estos días, lamentablemente, hemos presenciado la que es hasta el momento la peor catástrofe del siglo XXI en España. La DANA está dejando una huella imborrable en el corazón de los españoles, quienes han mostrado una vez más su solidaridad y apoyo mutuo.
Así, han surgido intensos debates en diversos círculos sobre la gestión de la crisis de la DANA. Muchas personas se han cuestionado por qué el gobierno nacional no envió a las fuerzas militares desde el primer momento o por qué no asumió el control completo de la situación. Al principio, las preguntas eran muchas y las respuestas pocas para la ciudadanía. Al igual que en el fútbol, ha habido una gran cantidad de «capitanes a posteriori», críticos que ofrecen soluciones en retrospectiva.
Es importante recordar que saltarse las cadenas de mando y las competencias autonómicas implicaría una violación de la Constitución, además de generar posibles trabas judiciales que, en un futuro, podrían ser utilizadas para judicializar la política una vez más. Algunos partidos, como el Partido Popular, solicitaron la declaración de un Estado de Emergencia para retirar la gestión a Carlos Mazón, líder de su propio partido en la Comunidad Valenciana, debido a lo que consideraban una gestión ineficaz, y permitir que el gobierno central asumiera el mando de la situación. Sin embargo, ningún experto en catástrofes consideraba que era una buena idea quitarle el control a la administración que tiene más conocimiento del territorio. Otras formaciones políticas, que anteriormente denunciaron ante el Tribunal Constitucional la presunta inconstitucionalidad del segundo Estado de Alarma, ahora exigían medidas similares para la DANA.
La mentira o desinformación en la gestión de una crisis puede ser efectiva a corto plazo, permitiendo mantener el control de la narrativa o evitar el pánico inicial. Esto no solo puede erosionar la confianza pública, sino que también puede desencadenar consecuencias serias, como la pérdida de apoyo institucional e incluso provocar dimisiones de quienes se perciben responsables de la manipulación. Los silencios también son mensajes y comunican, y durante estos días ha habido muchos silencios.
Influencers/streamers y bulos: nuevos líderes de opinión en tiempos de crisis
El pasado 3 de noviembre, el rey Felipe VI, acompañado por la reina Letizia, hizo las siguientes declaraciones en el municipio valenciano de Paiporta, mientras la ciudadanía mostraba la indignación por las soluciones aportadas y el sentimiento de abandono por las instituciones: “No hagáis caso a todo lo que se publica porque hay mucha intoxicación informativa. Hay personas interesadas en que el enfado crezca, ¿para qué? Para que haya caos”. Pese a que fue una visita errónea por el momento y la forma en que se dio, estas palabras del rey reflejan cómo la desinformación y sus consecuencias se han convertido en un tema central durante la tragedia. En situaciones de crisis, donde la información veraz y precisa es esencial, los líderes de opinión en redes sociales se convierten en portavoces de noticias, muchas veces sesgadas o incluso falsas.
Este es el contexto en el que algunos de los influencers más populares del país, a pesar de pedir que no se politizasen sus palabras, compartieron mensajes sesgados que generaban confusión o directamente falsos y opiniones que incitaban al enfado. Los llamados creadores de contenido se han convertido en los nuevos líderes de opinión, especialmente para las generaciones más jóvenes. Todo el mundo cree que puede informar, pero es un error. Si bien cualquiera puede compartir lo que ve o lo que capta la cámara de su teléfono, hacer información de calidad es algo muy diferente. Informar requiere un trabajo meticuloso de contraste, verificación y consulta de fuentes confiables.
Una de las consecuencias políticas más relevantes del fenómeno de los influencers es su capacidad de influir en el voto. En el mundo de la desinformación, el influencer ha ascendido al trono, y cada vez su influencia se vuelve más poderosa, moldeando opiniones y decisiones, incluidas las elecciones. Estas figuras han ganado un papel crucial en el ámbito comunicativo, ya que tienen la capacidad de transmitir ideologías, influir en decisiones como la intención de voto, y modelar nuestras ideas sobre distintos aspectos sociales. En esta situación de desinformación, como consecuencia del periodismo (sobre todo en los últimos tiempos), los influencers tienden a actuar más como repetidores o amplificadores de información que circulan en redes, y muchas veces no verifican la veracidad de lo que comparten.
La expansión de mensajes que provocan confusión y odio en la población se facilita en contextos de incertidumbre, miedo, falta de control y alta carga informativa y emocional. En estos escenarios, la desinformación encuentra un terreno fértil para arraigarse y propagarse con gran rapidez y eficacia. Dado que los influencers cuentan con una credibilidad y una cercanía con sus audiencias que los medios tradicionales muchas veces no logran, las instituciones y organismos oficiales deben considerarlos como aliados para transmitir información precisa y confiable.
Incluir a los influencers en procesos de comunicación de gran magnitud podría ser clave para mejorar el alcance y la recepción de información verificada y reducir los efectos de la desinformación en la sociedad. Un ejemplo claro de esta estrategia ocurrió durante la crisis de la Covid-19, cuando el entonces ministro de Sanidad, Salvador Illa, organizó reuniones con influencers de distintos sectores para promover la aplicación Radar Covid. Esta colaboración fue acompañada del hashtag #yoelijoserresponsable, que buscaba motivar a la población a tomar precauciones y actuar de manera responsable frente a la pandemia. Esta iniciativa demostró cómo los influencers pueden desempeñar un papel clave al amplificar mensajes de salud pública y alcanzar audiencias que, de otra forma, podrían no haberse involucrado en la campaña de prevención y concienciación.
En este sentido, existen estudios como la plataforma Klear, la cual mide el alcance medio de los influencers/streamers/creadores de contenido siendo de 1.021.692 personas de media en los post en redes sociales. Otro estudio como el desarrollado por Save the Children afirma que el 60% de los jóvenes se informa por redes sociales antes que en los medios de comunicación tradicionales. Asimismo, señala que el 51% de los adolescentes no sabe identificar cuándo una noticia es falsa, y aunque sospechen que lo sea, el 25% no la verifica. También, encontramos datos como el de la plataforma Koslquare, el cual confirma una alta credibilidad de los seguidores en las publicaciones o informaciones transmitidas por los streamer/influencers.
Desde el día de la tragedia, numerosos bulos se han difundido con el único propósito de desinformar y generar incertidumbre, miedo y pánico en la sociedad. Este es precisamente el objetivo final de la desinformación: crear inestabilidad y aprovechar el caos resultante. En momentos de crisis, los bulos encuentran terreno fértil para multiplicarse, generando una atmósfera de desconfianza. ¿Quién capitaliza la desinformación? La ultraderecha en todas sus vertientes. Estas son las guerras del siglo XXI, la lucha contra la desinformación en la era digital.
Indignación y discurso antipolítico: la crisis de confianza y el fantasma del Estado fallido
Cuando las instituciones fallan, el sentimiento de frustración y descontento entre los ciudadanos se convierte en una forma de resistencia y de exigencia de justicia. Para una democracia saludable, es crucial que los líderes y los ciudadanos escuchen y comprendan estas demandas, es decir, mostrar empatía y humanidad, transformando la indignación en una fuerza constructiva que inspire cambios.
La indignación puede ser un indicador de áreas donde el sistema falla, una llamada a los demócratas para fortalecer los mecanismos de representación, justicia y competencia. En última instancia, la indignación canalizada y entendida correctamente es una oportunidad para acercar la política a las necesidades reales de la ciudadanía.
La indignación puede tomar múltiples caminos. Puede expresarse políticamente como lo hicieron miles de valencianos y valencianas al salir a las calles bajo el lema «Mazón, dimisión», o a través de quienes analizan con precisión, identificando errores y responsabilidades y de quienes informan con rigor, enfrentándose a la complejidad de los hechos. También puede, sin embargo, deslizarse hacia la antipolítica, un camino alimentado por bulos, violencia o el «todos son iguales». Es fácil caer en simplificaciones demagógicas, pero explicar y analizar fenómenos complejos exige conocimiento, temple y un uso preciso de matices y palabras. Pero la manifestación con más de 13.000 personas era transversal, quejándose de la gestión ineficaz de Mazón y de que Pedro Sánchez no se hiciera con el mando de la gestión de crisis.
El lenguaje no solo describe la realidad, sino que también tiene el poder de crearla. Aunque no siempre es neutral, en política su uso rara vez lo es, y el célebre «solo el pueblo salva al pueblo», que suele ir acompañado de imágenes de voluntarios, es un claro ejemplo de cómo se utiliza el lenguaje para construir una realidad alternativa con una intencionalidad política definida. La verdadera fuerza de esta frase radica no tanto en su contenido literal, sino en la carga simbólica que transmite. Esta consigna logró condensar la deficiente y tardía respuesta de los gobiernos central y autonómico, contraponiéndola a la conmovedora reacción ciudadana, materializada en montañas de donaciones, puentes llenos de voluntarios y otras tantas manifestaciones de solidaridad fraterna. Era, efectivamente, el pueblo salvando al pueblo. Sin embargo, con el tiempo, la frase adquirió un nuevo significado. Ya no era solo una celebración de la generosidad de miles de valencianos, sino una expresión de indignación incentivando el fantasma de que el Estado había fallado. La frase hoy se ha transformado en un grito de antipolítica, reflejando el hartazgo y la rabia hacia nuestros representantes. Es una crítica directa al Estado de bienestar, al sistema tributario y al orden establecido, una expresión de descontento generalizado con las estructuras políticas.
En medio del creciente sentimiento de un Estado fallido, la indignación ciudadana se ve alimentada por un discurso cada vez más polarizado en contra de los impuestos y las instituciones. Mientras muchos ciudadanos se sienten abandonados por el gobierno, las redes sociales se convierten en el escenario de una ironía mordaz. Streamers e influencers, a través de sus plataformas, difunden mensajes como “No es magia, son tus impuestos”, haciendo alarde de sarcasmo mientras muestran imágenes de personas limpiando el barro de zonas afectadas. Este tipo de discursos fomentan una narrativa peligrosa: la de los políticos distantes y ajenos a las necesidades reales de la gente.
En las crisis, más que pedir gestos simbólicos como que los políticos «bajen al barro», se necesita una coordinación y comunicación efectiva. Criticar a los políticos puede ser legítimo, pero atacar la credibilidad de las instituciones democráticas debilita la confianza en el Estado y su capacidad de respuesta, poniendo en riesgo la estabilidad democrática. La indignación contra la clase política no es nuevo en nuestro país, como por ejemplo, el 15M. Sin embargo, esa rabia ha cambiado de rumbo: antes canalizada hacia más política, ahora se dirige a la antipolítica, impulsada por la pérdida del relato, el descontento con las instituciones y líderes que alimentan brechas con la sociedad. Este clima de indignación y desafección solo sirve para reforzar la sensación de que la política está desconectada de las realidades.
Por otro lado, frente a la realidad del cambio climático, una parte de nuestra clase política y mediática parece estar atrapada en un juego de desinformación y negacionismo. Día tras día, se da voz a quienes niegan la evidencia científica del cambio climático, jugando con un asunto de máxima importancia. El negacionismo del cambio climático y las críticas a la Agenda 2030 han ganado terreno, impulsados por bulos en redes sociales y aprovechados políticamente. Esta actitud, que oscila entre la negación y la frivolidad, está llevando a una polarización peligrosa que podría costarnos mucho más que tiempo, podría costarnos futuras tragedias y desgracias.
En tiempos de crisis, la antipolítica se convierte en un refugio para quienes buscan respuestas fuera de un sistema en el que ya no creen. Los ultras aprovechan este desencanto para aumentar la desafección política, desmovilizar a los ciudadanos, profundizar en la polarización y generar una crisis de legitimidad que les aúpe como opción política viable.
La comunicación de Óscar Puente: un cambio de tono a través de una gestión de crisis efectiva
La tragedia de Valencia empieza como una crisis de comunicación. Las autoridades no detectan la magnitud del desastre y por tanto no lo comunican en tiempo y forma a los ciudadanos, que en su mayoría hacen vida normal el día en el que más se tendrían que haber extremado las medidas de seguridad. Pero la catástrofe del 29 de octubre es mucho más que una crisis de comunicación. Refleja una profunda crisis institucional y de legitimidad política y social, con momentos de tensión inéditos. Por ello, ha dejado al descubierto, además de una catástrofe natural y una tragedia humanitaria, una serie de fallos en la gestión política.
Para algunos, esta situación ha sido una oportunidad para impulsar agendas políticas, en muchos casos de corte antipolítico, el impulso de estos sectores de derecha radical se ha visto facilitado por la actuación de ciertas instituciones, cuya incompetencia, negligencia y falta de empatía han abonado el terreno para que la desconfianza en la política tradicional crezca. Por esto, el oportunismo y la desconexión de las realidades cotidianas ha dejado a muchos ciudadanos sintiéndose en un universo paralelo, lejos de la atención y responsabilidad que esperan de sus representantes en tiempos de crisis. La falta de una gestión adecuada ha reforzado la sensación de abandono y de que las instituciones, en lugar de proteger el bienestar de la ciudadanía, están cada vez más distantes, atrapadas en su propio juego político y alejadas de las necesidades reales de la población. Este desencanto no hace más que aumentar la percepción de que la política y los políticos fallan en los momentos críticos.
Sin embargo, entre tanta indignación con la clase política, surgía en redes (especialmente en X, antiguo Twitter) una figura que se dedicó a aislarse de la crispación política y a comunicar, un factor clave para la percepción pública: Óscar Puente. Desde el principio de los hechos, se ha enfocado en informar sobre los avances y las acciones emprendidas desde su ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible para restaurar, en el menor tiempo posible, las consecuencias derivadas de la DANA y restablecer la normalidad. Una de las claves ha sido el uso de un lenguaje sencillo y pragmático, entendible para todo los públicos. La transparencia ha sido un contraste necesario frente al caos, ganando visibilidad por su capacidad de mantener a la ciudadanía informada en tiempos de incertidumbre, y demostrando que, a veces, la política eficaz es la que se dedica a resolver problemas concretos.
El asumir el liderazgo y la construcción de autoridad son claves en momentos de desconcierto, que suelen ser el preludio del pánico y el colapso. Ante la incertidumbre y la falta de información, Puente y su equipo lograron asumir el control y comunicar con rapidez, demostrando que la autoridad no depende de un organigrama preexistente, sino de quien se erige como referencia confiable. En una crisis no comunicar a tiempo significa perder la capacidad de liderar. Y, en este caso, quien ha captado el liderazgo comunicativo en esta catástrofe ha sido el propio Óscar Puente.
Por otro lado, en cuanto a competencia o incumbencia, si bien las instituciones conocen sus atribuciones, los ciudadanos no están obligados a entenderlas. Lo que esperan son soluciones y respuestas, independientemente de su origen. En situaciones normales las autoridades se limitan a sus competencias, pero en escenarios nuevos e imprevisibles es esencial construir autoridad rápidamente y coordinar esfuerzos internos y externos. Óscar Puente ha demostrado esta capacidad, destacando en la coordinación y en los resultados obtenidos.
La gestión de los contenidos ha sido un pilar fundamental en su estrategia, marcada por una comunicación constante a través de imágenes, vídeos y mensajes transparentes, poco comunes en otros políticos. Sus redes sociales reflejan tanto su trabajo diario como el de su equipo, al que agradece y reconoce públicamente, fomentando cercanía y confianza. Esta actualización periódica permite a los ciudadanos seguir de cerca las acciones destinadas a mejorar la situación. Además, su capacidad para reaccionar a la actualidad lo posiciona como un referente de cordura en tiempos de incertidumbre. Con respuestas claras a bulos y desinformación, y abordando temas de tendencia, logrando una amplia repercusión así como refuerza su autoridad en momentos de incertidumbre.
En tiempos de malas noticias, incertidumbre, enfado y desafección con la política, los contenidos que comparte en sus redes sociales de buenas noticias, siempre explicando los avances que se están logrando, genera un sentimiento de esperanza. Es tanto así, que incluso se llegaron a hacer multitud de memes sobre la capacidad de reconstrucción en tiempo récord de las vías afectadas o que fuera invitado a programas de televisión por el furor generado. Es decir, convirtió esa apatía que generaba anteriormente con su tono más bronco en simpatía, logrando ser transversal en la opinión pública.
En definitiva, la figura que ha destacado en estos días es la del gestor transparente y con alto grado de eficacia, al punto de que algunos ciudadanos han cambiado su opinión sobre este político y ya lo ven como un posible relevo de Sánchez como candidato del PSOE en unas futuras elecciones generales. Esto se debe a que cuando Óscar Puente asumió la cartera de Transportes y Movilidad Sostenible, su estrategia comunicacional fue adoptar una postura de confrontación frente a los adversarios políticos del PSOE. En el espacio de la derecha española ya existían voces reconocidas por su tono agresivo y confrontativo, pero en el PSOE de Sánchez faltaba una figura que adoptara esa misma actitud (en el anterior gobierno era José Luis Ábalos), y Puente cumplió ese rol. Aunque su tono fue bien recibido en la izquierda al principio, con el tiempo, a medida que avanzaba la legislatura, comenzaron a percibirse carencias en la gestión de su ministerio y por las formas de uso de sus redes sociales, especialmente en X. La crítica principal era que no lograba equilibrar adecuadamente su papel de confrontación y gestión política. Así, se puede ver un contraste destacado con el desempeño de este ministro previo a que ocurriese dicha catástrofe.
En toda crisis emergen liderazgos fuertes y positivos y en esta ocasión ha tomado fuerza en la opinión pública Óscar Puente. Obviando la figura política de Pedro Sánchez, dentro del PSOE existen ahora dos fuertes barones: Salvador Illa y Óscar Puente. El tiempo dirá quien es el futuro Secretario General del Partido Socialista Obrero Español.
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Fantástico artículo. Ya era hora de que se dijeran las cosas con calma y serenidad.