El despliegue territorial del PSOE de Pedro Sánchez
Pedro Sánchez redefine el PSOE. Entre el poder central y los barones regionales, equilibra liderazgos emergentes y territoriales en busca de cohesión interna y de recuperación autonómica.
La andadura política de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE se define en tres momentos: la moción de censura de 2018, el adelanto electoral de 2023 y la decisión del 29-A. En todos estos momentos, Sánchez ha empleado una estrategia común: confiar en sus posibilidades de vencer y apostar todo a una carta en situaciones difíciles. Esta estrategia, podríamos describirla como un all-in político, sin importar posibles consecuencias como la pérdida de poder autonómico ante la imperiosa necesidad de mantener el gobierno nacional. Ahora, se embarca en una tercera etapa con la entrada de Diego Rubio, quien estuvo en la primera etapa de gobierno con Iván Redondo. Rubio sustituye a Óscar López como jefe de Gabinete del presidente y vuelve en esta etapa a apostar por las narrativas en los discursos del presidente.
El Gabinete de la Presidencia del Gobierno está compuesto por 22 altos cargos, distribuidos de forma paritaria. Sin embargo, esta igualdad no se refleja en el núcleo de decisión del Gabinete, conocido como el comité de dirección de la Presidencia, donde de las ocho personas que lo integran, seis son hombres y solo dos mujeres, lo que supone una representación femenina del 25%.
En 2024, así pues, se realizaron cambios significativos en el seno de la Moncloa, entrando perfiles de corte más académicos. En el nuevo gabinete de Diego Rubio, se ha conformado un equipo entre los que se encuentran Ángel Alonso, Ana Ruipérez, José Fernández Albertos, Borja Monreal, Silvia Calzón, José Rama o el propio José Pablo Ferrándiz, que será el nuevo gurú electoral, debido a su experiencia previa en la compañía demoscópica Ipsos. También se puede destacar el nombramiento de Ion Antolín como Secretario de Estado de Comunicación sustituyendo a Francesc Vallès, aunque hace unos días se nombró a Lydia del Canto en dicho puesto tras la renuncia de Ion por motivos de salud.
Volvemos a una situación similar a la de 2021, en ciertos matices, de reestructuración de gobierno (gabinete de presidencia en esta ocasión) con el fin de impulsar la legislatura con nuevos perfiles más jóvenes que aporten ideas renovadoras.
Liderazgo regional y su influencia nacional: el rol histórico de los Barones en el PSOE
Los «barones territoriales» es un término usado en el ámbito político, especialmente en España, para referirse a los líderes o figuras políticas que ejercen un poder destacado y una gran influencia dentro de una región o comunidad autónoma. Son figuras clave dentro de su territorio y desempeñan un papel importante en la política interna de su partido, siendo capaces de influir tanto en la política regional como nacional. El término se asocia principalmente con los partidos políticos tradicionales, como el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
También, dentro del Partido Popular los barones territoriales han sido fundamentales tanto en la gestión autonómica como en la articulación de la estrategia nacional. Durante los años 90 y 2000, líderes como Manuel Fraga en Galicia y Esperanza Aguirre en Madrid consolidaron el poder territorial del PP, ejerciendo una notable influencia en la dirección del partido. En la actualidad, figuras como Isabel Díaz Ayuso en Madrid, Juan Manuel Moreno Bonilla en Andalucía y Alberto Núñez Feijóo, exlíder gallego y actual presidente del partido, representan la continuidad de esta tradición de liderazgos regionales fuertes. Estos barones no solo han asegurado éxitos electorales en sus regiones, sino que también han moldeado la narrativa y las prioridades estratégicas del PP a nivel nacional, ejemplificando la falta de un liderazgo nacional en muchas ocasiones por Pablo Casado anteriormente o Alberto Nuñez Feijóo en la actualidad.
Por el contrario, los partidos surgidos a partir del 15M, como Podemos, Ciudadanos, Vox o Sumar, han optado por estructuras más centralizadas, donde los líderes nacionales ejercen un hiperliderazgo que limita la proyección de figuras regionales fuertes. Esta centralización ha llevado, en muchos casos, al declive político de las formaciones mencionada tras la retirada de sus líderes principales, evidenciando su dependencia de un liderazgo personalista.
Desde la transición a la democracia, los barones regionales del PSOE han desempeñado un papel crucial en la configuración de la estrategia del partido. El proceso de descentralización en los años 80 fortaleció a líderes regionales como José Bono, Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Manuel Chaves, quienes acumularon influencia debido a su éxito electoral continuo en bastiones del sur como Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía. Este poder regional contrastó con la tradicional centralización del partido, llevando a una mayor autonomía en la toma de decisiones.
En tiempos de crisis, como tras la derrota del PSOE en 1996 y la posterior dimisión de Felipe González, los barones fueron clave en mantener la estabilidad y reorientar la estrategia del partido, influyendo en la elección de líderes como José Luis Rodríguez Zapatero. Este fenómeno muestra cómo los barones no solo representan intereses territoriales, sino que también actúan como pilares en momentos de incertidumbre, combinando su fuerza electoral local con la capacidad de modelar la dirección nacional del partido.
Durante la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011), los barones territoriales del PSOE mantuvieron una influencia significativa en la política nacional. Líderes como Manuel Chaves en Andalucía, Juan Carlos Rodríguez Ibarra en Extremadura y José Montilla en Cataluña desempeñaron roles clave en la articulación de políticas regionales y en la cohesión interna del partido. La relación entre la dirección nacional y los líderes regionales se caracterizó por una colaboración que permitió al PSOE consolidar su presencia en diversas comunidades autónomas, aunque también surgieron tensiones en torno a cuestiones como la financiación autonómica y las reformas estatutarias.
Con la llegada de Pedro Sánchez a la secretaría general en 2014, se produjo una reconfiguración en la dinámica entre la dirección nacional y los barones territoriales. Sánchez, tras su reelección en 2017, impulsó una estrategia de renovación interna que incluyó la sustitución de algunos líderes regionales y la promoción de figuras afines a su proyecto político. Dicho proceso generó tensiones con barones tradicionales que cuestionaban su liderazgo, pero también permitió la incorporación de nuevos perfiles que reforzaron la cohesión del partido. La relación entre Sánchez y los barones ha oscilado entre la colaboración y el conflicto, especialmente en temas como la política territorial y las alianzas parlamentarias, reflejando la complejidad de equilibrar el liderazgo nacional con las sensibilidades regionales dentro del PSOE.
Los candidatos paracaidistas y el nuevo orden territorial del PSOE
Desde su reelección como secretario general del PSOE, Pedro Sánchez ha implementado una estrategia de recentralización orgánica y control del aparato partidario, enfocada en la renovación de los liderazgos territoriales para garantizar la cohesión interna y la disciplina orgánica. Tras los resultados adversos en las elecciones autonómicas de 2023, que dejaron al partido en una posición debilitada en numerosos bastiones históricos, Sánchez ha impulsado una reestructuración estratégica en federaciones clave como Andalucía, Aragón, Extremadura, Castilla y León, Madrid y la Comunidad Valenciana. Este proceso, caracterizado por la designación de liderazgos alineados con la dirección nacional, tiene como objetivo fortalecer la verticalidad del poder dentro del partido y garantizar un funcionamiento más homogéneo en la implementación de las directrices emanadas del núcleo federal.
La mayoría de las figuras clave provienen de la reestructuración del Gobierno realizada en 2021, cuando Pedro Sánchez apostó por perfiles jóvenes y provenientes del municipalismo. Ejemplos de ello son Diana Morant, Raquel Sánchez o Isabel Rodríguez, quienes representan una estrategia de Moncloa centrada en impulsar liderazgos desde los ministerios, con la mirada puesta en recuperar el poder autonómico en sus respectivas regiones. Asimismo, en las últimas semanas, Pilar Alegría se ha presentado como candidata a la presidencia de Aragón, mientras que Óscar López ha asumido el liderazgo del PSOE en Madrid con el objetivo de competir por la Comunidad de Madrid. Por su parte, María Jesús Montero, actual vicepresidenta primera del Gobierno, anunció el 8 de enero su candidatura para liderar el PSOE en Andalucía, en un intento por recuperar uno de los principales bastiones históricos del partido.
La renovación territorial del PSOE bajo el liderazgo de Sánchez configura un modelo híbrido entre el reforzamiento del poder federal y la reconfiguración de las baronías territoriales, donde los liderazgos emergentes funcionan como extensiones funcionales de la dirección nacional. El modelo expuesto, sin embargo, debe enfrentarse al desafío de equilibrar la centralización del poder con la representación de las demandas locales y autonómicas, un aspecto crucial para el éxito electoral en territorios clave y para mantener la cohesión partidaria en un escenario político altamente fragmentado.
Por tanto, la estrategia se ha materializado, entre otros mecanismos, en el recurso a los llamados «candidatos paracaidistas», es decir, la designación de liderazgos sin arraigo orgánico previo en las estructuras territoriales pero con una trayectoria consolidada en el ámbito nacional. Con ello, no solo se busca evitar la fragmentación del poder territorial, sino también consolidar baronías dependientes de la legitimidad delegada por la dirección federal. Un ejemplo paradigmático es Salvador Illa, quien tras su etapa como ministro de Sanidad fue posicionado como candidato en Cataluña, logrando una victoria significativa y afianzando su liderazgo.
El hiperliderazgo que Pedro Sánchez ha consolidado dentro del PSOE ha desplazado, en gran medida, a las figuras de barones regionales con fuerte autonomía e influencia, una característica que históricamente marcó al partido en décadas anteriores. La renovación territorial también ha tenido como pilar la capacidad de redistribuir incentivos dentro de la estructura federal del partido. La ocupación de cargos de alta visibilidad y proyección institucional —como carteras ministeriales— se ha convertido en una herramienta de integración de nuevos liderazgos en territorios estratégicos. Es esquema funcional al afianzamiento de una narrativa política uniforme, si bien puede generar fricciones con los liderazgos tradicionales en aquellas federaciones donde los liderazgos orgánicos gozaban de arraigo y autonomía.
El patrón de renovación impulsado por Sánchez, además, responde a un reposicionamiento del partido ante una coyuntura política caracterizada por una polarización creciente y la necesidad de recuperar el espacio perdido en el ámbito autonómico. Es un enfoque que tiene fortalezas significativas: la concentración del poder orgánico facilita la implementación de estrategias electorales coherentes y refuerza la figura del secretario general como un liderazgo vertical indiscutido. No obstante, también supone riesgos inherentes a la desconexión territorial, que puede derivar en déficits de representación percibida por parte de las bases militantes y del electorado. Esta es una de las principales causas de la pérdida de poder autonómico, debido a la puesta en escena de líderes que no generan una simpatía y conexión con los ciudadanos del territorio.
La falta de liderazgos regionales sólidos se debe, en gran medida, a una deficiente comprensión del contexto electoral y a la incapacidad de realizar un diagnóstico preciso de las necesidades y expectativas de la población. Este problema se agrava cuando se apuesta por candidatos que carecen de arraigo en el territorio, al provenir de responsabilidades en el gobierno central. Igualmente, dicho desajuste quedó en parte reflejado en los resultados obtenidos por el PSOE en las elecciones autonómicas y locales de 2023, donde las figuras propuestas no lograron conectar con el electorado regional.
Aunque ocupar un ministerio puede otorgar notoriedad y proyección pública, esta ventaja suele diluirse si el candidato no es percibido como alguien cercano y comprometido con los problemas específicos de la comunidad que aspira a liderar. En muchos casos, es más efectivo apostar por perfiles que hayan desarrollado su carrera política en el propio territorio, que conozcan de primera mano sus dinámicas sociales y económicas y que construyan su liderazgo desde la base. Si bien es un proceso más lento, permite consolidar liderazgos genuinos con mayor capacidad de conexión emocional y política con los votantes, en lugar de priorizar la designación de personas afines al líder nacional, que pueden ser percibidas como imposiciones externas sin un vínculo auténtico con la región.
La presencia de partidos regionalistas de izquierda en determinadas regiones complica la capacidad del PSOE para articular un discurso competitivo en esos territorios. Formaciones como Más Madrid o el BNG ilustran este fenómeno, en el que se observa un claro voto dual: los ciudadanos apoyan a estas opciones en elecciones autonómicas o municipales, mientras que en las generales tienden a inclinarse al PSOE, lo que plantea un desafío estratégico para los socialistas, debido a la fuga de votantes que sufren.
Por otra parte, en momentos de crisis o catástrofes surgen nuevos liderazgos. Por ejemplo, sobresalen los casos de Salvador Illa, líder del PSC y exministro de Sanidad, y Óscar Puente, exalcalde de Valladolid. Ambos representan perfiles distintos pero complementarios: Illa, con un enfoque más institucional y presidencialista, recuerda la estrategia política asociada al estilo de Iván Redondo, mientras que Puente se proyecta como un político combativo y de cercanía.
Tras la reciente DANA en Valencia, de igual modo, ha emergido como figura destacada Pilar Bernabé, delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, quien ha logrado eclipsar a Diana Morant. Su ascenso, impulsado por su gestión efectiva durante la crisis y su discreta presencia pública, la posiciona como una posible candidata a la alcaldía de Valencia. Por el contrario, Diana Morant no ha logrado capitalizar el descontento ciudadano hacia la gestión de Carlos Mazón, siendo percibida como una líder impuesta desde Madrid, lo que subraya la importancia de la proximidad y el arraigo territorial en la política.
El último Congreso del PSOE, que reflejó un respaldo casi unánime a la dirección de Sánchez, evidenció las tensiones latentes en torno a la distribución de recursos y la articulación territorial. La discusión sobre la financiación singular de Cataluña puso de manifiesto la complejidad de equilibrar las demandas territoriales con una estrategia centralizadora que busca reforzar la gobernabilidad interna. En este contexto, el liderazgo de Sánchez se consolida como un proyecto de recentralización pragmática, diseñado para sortear los desafíos de un sistema político descentralizado mientras responde a las dinámicas internas del partido.
El actual presidente de España ha consolidado su liderazgo premiando la fidelidad dentro de las filas del PSOE, colocando a personas de su confianza en puestos clave tanto a nivel autonómico, nacional como internacional. Así, llegamos al final con un único contrapeso con el que cuenta Pedro Sánchez a nivel interno: Emiliano García-Page. El presidente de Castilla-La Mancha ha sido uno de los pocos barones del PSOE que ha mantenido una autonomía y un perfil político fuerte frente a la creciente centralización del poder en Moncloa. Y aquí surge la cuestión de, ¿hay que seguir la línea del partido o defender los intereses propios o de la región?
Sin embargo, este enfoque llevado desde Ferraz ha generado tensiones internas, como se ha visto en Madrid con Juan Lobato, o en Castilla y León, donde Luis Tudanca acaba de dimitir. En este último caso, el único candidato que se perfila para liderar el partido en la región es el alcalde de Soria, Carlos Martínez Mínguez, afín a Sánchez. También, Extremadura, Cantabria y Murcia celebrarán primarias en el mes de enero para dilucidar quién dirigirá el partido en estas comunidades. El actual líder del PSOE extremeño, Miguel Ángel Gallardo, parece que va a ser el único candidato con posibilidad de vencer a la candidata favorita de Ferraz, Esther Gutiérrez, en contraposición a los casos de Murcia y Cantabria.
Las críticas no se han hecho esperar. Tanto dentro como fuera del partido, se acusa al secretario general de querer imponer líderes afines a su visión, limitando la pluralidad en las elecciones internas al promover «candidaturas únicas». Estas decisiones han avivado el debate sobre una posible merma de la democracia interna en el PSOE.
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