Los liderazgos autoritarios despiden el 2024
Termina el 2024 y el mundo ha presenciado el ascenso de líderes agresivos en distintas partes del mundo. Desde Asia hasta América, el autoritarismo ha seducido a un amplio sector poblacional.
El ascenso de líderes autoritarios en varias partes del mundo se ha dado a partir de las elecciones e incluso para mantenerse en el poder. Cuando hago referencia a liderazgos autoritarios, me refiero que debilitan los contrapesos institucionales, censuran la libertad de expresión, limitan la libre asociación y han concentrado mayor poder. Estos elementos se basan en algunos elementos que Robert Dahl plasmó sobre la poliarquía.
Los distintos personajes que han asumido el poder van más allá de las ideologías derecha o izquierda, sino que oscilan entre el nacionalismo, el populismo, perfiles confesionales y modificaciones al sistema político. Estos ya no son los tradicionales autoritarismos que se instauraron mediante golpes de Estado.
Las nuevas figuras compiten en elecciones, pero tienen una imagen propia que se ha popularizado más allá de las fronteras. Algunos son políticos tradicionales que adoptan posturas xenofóbicas, otros son magnates de las bienes raíces y han construido su propia imagen, apelando a la democracia de audiencias, de acuerdo con Bernard Manin.
Si bien la democracia está amenazada en varias partes del mundo, lo cierto es que no está muerta, como ha escrito recientemente el politólogo Cas Mudde. El ascenso de fuerzas nacionalistas y autoritarias son muestra del desgaste de la democracia liberal, pero esto no implica que los autoritarios vayan a gobernar siempre. Al contrario, el pluralismo es lo que mantiene viva la democracia incluso en los momentos más controvertidos. La historia nos ha demostrado que a pesar de los totalitarismos y autoritarismos, la democracia resiste.
En América: norte-sur
La historia del continente, específicamente de América Latina, ha estado marcada por el ascenso de caudillos, hombres fuertes y populistas. La debilidad institucional de varias naciones tras sus independencia dio pie a la aparición de personajes que concentraron poder y que fundaron los Estados modernos. Sin embargo, la seducción por el autoritarismo ha renacido en la región, ya sean países desarrollados o subdesarrollados.
Estados Unidos se ha sumado a la lista con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Lo hará el 20 de enero de 2025, pero su triunfo el 5 de noviembre ha dado mucho de qué hablar. El magnate promete deportaciones históricas, confrontación directa con socios comerciales y la eterna promesa de regresar la grandeza a su nación. A diferencia de su primer mandato, hoy cuenta con la mayoría en la Cámara de Representantes, el Senado y en la Suprema Corte.
En la región latinoamericana, Nayib Bukele se ha vuelto uno de los personajes más populares. El presidente salvadoreño popularizó la política de mano dura contra el crimen y ha erosionado la democracia. En febrero de este año logró una reelección de forma anticonstitucional y ha sentado las bases del autoritarismo. En la vecina Nicaragua, el líder sandinista, Daniel Ortega, insiste en mantenerse en el poder, conformando un «régimen sultanista». Aquel que en el pasado peleó contra la tiranía de Anastasio Somoza, hoy se ha enquistado en el poder desde 2007.
En América del Sur, la permanencia de Nicolás Maduro en la presidencia venezolana ha dado mucho de qué hablar. Los comicios presidenciales de julio han desvestido todas las artimañas del chavismo para evitar el traspaso del poder. Venezuela se ha transformado en un autoritarismo competitivo, pero el chavismo apuesta por mecanismos más rígidos para sostenerse en el Palacio de Miraflores.
En el Perú, la presidenta Dina Boluarte se mantiene en el poder desde el año 2022, a pesar de las protestas ciudadanas y casos de corrupción como el «Rolexgate». Sin embargo, la ejecutiva se ha mantenido en la presidencia debido a los acuerdos con el fujimorismo en el Congreso. La nación andina ha transitado hacia un régimen híbrido que ha combinado elementos democráticos y autoritarios.
Mientras tanto, en el Cono Sur, desde la Casa Rosada el presidente Javier Milei se ha convertido en uno de los liderazgos más llamativos. Con propuestas desreguladoras de la economía, su excéntrico peinado y su discurso estridente han hecho que Milei sea catalogado de diversas formas. Para los politólogos, ha sido un reto analizar a este personaje que se identifica como libertario, cuestiona a la izquierda, es agresivo con sus adversarios, pero no es posible todavía realizar una catalogación consistente.
En Europa: este-oeste
El viejo continente es una de las zonas geográficas en las que los liderazgos populistas han florecido con diversos matices. Muchas veces se intenta clasificar como extrema derecha a los partidos o gobernantes nacionalistas. Cabe destacar que para la opinión pública, es lo mismo Marine Le Pen, Viktor Orbán o Boris Johnson, lo cual es errado.
Para este apartado en específico planteo retomar las tipologías de Cas Mudde, quien plantea la existencia de derechas radicales, las cuales son xenófobas, nacionalistas y con programas de economía proteccionista o liberalizadora. Por otro lado, se encuentra la extrema derecha, que tiende a ser antisistema y revolucionaria, es decir, no respeta, ni reconoce a la democracia o el pluralismo. Por último, Mudde define a la ultraderecha como una versión radical que encuentra sus raíces en el nacionalsocialismo y el fascismo.
En la derecha radical, es posible encontrar al presidente polaco Andrzej Duda, el premier húngaro Viktor Orbán, la primera ministra italiana Giorgia Meloni, la presidenta de Rassemblement National Marine Le Pen, el primer ministro eslovaco Robert Fico, Geert Wilders en Países Bajos o el Partido de la Libertad de Austria. Las similitudes entre estos liderazgos es que apuestan por un nacionalismo exacerbado con el cual pregona una visión soberanista y que ha trastocado el sistema de pesos y contrapesos.
Hago hincapié en que algunos de estos personajes han abrazado el populismo a través de discursos agresivos, considerando a la migración como adversarios comunes y son confrontativos con la izquierda política. Por otro lado, en la zona de los Balcanes algunos personajes como el presidente de Croacia, Zolan Milanovik quienes han apostado por alinearse con un eje proruso, nacionalista y que sienten simpatía por la creación de estados iliberales como el caso de Hungría.
En el extremo del continente, está el hombre fuerte de Rusia, Vladimir Putin, quien ha sido uno de los líderes de mayor tiempo en el poder. Putin ascendió como un personaje de la transición rusa una vez cayó la Unión Soviética. Tras su primera presidencia, se dedicó a someter el pluralismo, la libertad de expresión y si bien, no es una dictadura, tampoco es una democracia. Rusia se ha convertido en un polo de poder y en uno de los sistemas autoritarios por excelencia en el mundo.
En Asia Oriental
En este tercer apartado, es pertinente señalar que la deriva autoritaria en el continente asiático ha adoptado un desarrollo distinto a lo que conocemos en occidente. Desde las independencias de Asia en el siglo XX, la historia de varios países estuvo marcada por caudillos o líderes autoritarios que dieron forma a los estados. En el mundo son conocidos Mao Tse Tung de China, Ho Chi Minh de Vietnam, Sukarno de Indonesia y Ferdinand Marcos o Rodrigo Duterte en Filipinas.
Sin embargo, en la actualidad los líderes autoritarios han logrado retener el poder ya sea por el diseño del sistema político o mediante las urnas, ganando popularidad con la política de mano dura. Xi Jingping se ha convertido en un personaje simbólico por el desarrollo económico de China, su conversión en un polo de poder y porque ha puesto al gigante asiático en el centro del tablero geopolítico. También ha emulado al histórico líder, Mao Tse Tung, puesto que Xi ha acumulado cuatro mandatos consecutivos al frente del país.
En la península coreana, el presidente surcoreano Yoon Suk-yeol desató una crisis constitucional luego de que declaró la ley marcial. Corea del Sur llegó a este punto, porque la oposición había logrado bloquear la agenda legislativa del oficialismo. El ejecutivo optó por declarar esta ley, argumentando que buscaba “eliminar los elementos subversivos de Corea del Norte en el país y proteger la Constitución”. Los militares entraron a la Asamblea Nacional, pero la resistencia ciudadana, los legisladores y el periodismo hicieron presión para que esta ley fuera derogada. Una semana después del autogolpe, Suk-yeol fue finalmente destituido como presidente por el Parlamento de Corea del Sur.
Mientras tanto, en el sureste asiático, la India, la democracia más grande del mundo es encabezada por el primer ministro, Narendra Modi. Un hombre que se ha erigido como el salvador del país, pero que está plagado de tintes autoritarios. Aspira a una democracia étnica que se aleja de la visión occidental y endurece la jerarquía de castas, en las cuales propone crear un modelo confesional, donde la religión hindi es la preponderante. Modi desde 2015 ha mantenido el poder y ha logrado el crecimiento económico de esta nación.
Más al sur se encuentra Malasia es uno de los países menos estudiados pero que desde su fundación ha sido gobernado por la Organización Nacional de Malayos Unidos, quien ha sacrificado la democracia liberal en aras del crecimiento económico. Este país es de los pocos modelos que no cuenta con un líder autoritario, sino con un partido que se niega a soltar el poder. No es un sistema unipartidista, sino que existen otras organizaciones, pero no cuentan con la fuerza o el capital para arrebatar el poder.
En el Océano Índico, se encuentra Indonesia, quien recientemente ha presenciado el ascenso del nuevo mandatario, Prabowo Subianto. Este personaje se ha destacado por su historial de represión como miembro del buró político a través de una retórica antisistema y crítica frente al establishment. Intentó cambiar su imagen de un militar autoritario hacia una figura paternalista basada en su edad y que es visto como un abuelo. Sin embargo, su llegada ha puesto en duda la democracia de esta nación.
Además, hago una mención de la ex primera ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina Wazed, quien dejó el poder en 2024 debido a protestas estudiantiles. Ella instauró un gobierno que favorecía a una élite del país y que excluía a la mayoría de la población. Considero este hecho relevante, porque era una de las pocas mujeres que figuraban en el panorama del autoritarismo asiático, en el cual predominan los mandatarios varones.
Mientras tanto, en Oriente Medio, los gobiernos islámicos merecen un estudio aparte, debido a que son regímenes teocráticos, que se basan en la religión y que distan mucho de la democracia liberal. En esa zona geográfica, encontramos igualmente a Israel bajo el mando del primer ministro Benjamin Netanyahu, quien ha mostrado su talante autoritario a través de una reforma judicial para limitar sus funciones, si bien terminó siendo invalidada por la Corte Suprema. Asimismo, la guerra en Gaza se ha convertido en un genocidio, lo que refuerza la categorización de Israel como una «etnocracia».
Para despedir el 2024
Como podemos ver, en el mundo existen varios líderes autoritarios que han sido poco estudiados o que son eclipsados por otros. Si bien los descritos con antelación no son todos, se ha buscado exponer que el autoritarismo está presente en varias naciones. No sería lo ideal, pero son las condiciones económicas, políticas, culturales o sociales las que conforman el escenario para que estos surjan. La Ciencia Política se ha centrado en estudiar las causas que permiten el ascenso al poder de personajes como estos, sin embargo, no ha sido capaz de responder a una pregunta central: por qué la gente sigue votando por los autoritarios.
El politólogo Steven Levitsky en una entrevista destacaba lo siguiente sobre esta última cuestión: “Yo creo que los politólogos hemos fracasado. No hemos logrado entender el descontento actual en las democracias. En términos amplios lo sabemos: inflación, covid-19, las redes sociales. Pero no logramos entender todavía el nivel de descontento, que es muy alto y, ya sabemos, muy peligroso. La democracia puede morir aún en países ricos”.
La declaración de Levitsky debe invitarnos a la reflexión y como incentivo de investigación para entender este momento que atraviesa la democracia a nivel global. El 2024 cierra con varios líderes autoritarios en la escena política y que seguramente no serán los últimos; esta es una agenda de investigación pendiente, que necesita ser disputada, y ojalá sea abordada en 2025.
Firma invitada - Sebastián Godínez Rivera es politólogo y maestrante en Gobierno y Asuntos Públicos en la Universidad Nacional Autónoma de México. Escribe para Circulo Rojo, Alquimistas del Poder y Latinoamérica21.
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